CAPÍTULO 2: EL GRAN MAGNO
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CAPÍTULO 2: EL GRAN MAGNO
- ¡Oye!, ¡espera un momento, necesitamos tu ayuda! - Exclamó el guerrero de espinas estirando su brazo izquierdo en dirección al esclavo.
Las palabras del capitán solo fueron respondidas por las garras de los demonios, cada vez estaban siendo más y más acorralados e iban muriendo más de sus hombres.
- ¡Mantengan la formación!, ¡debemos evitar que rompan el escudo de lanzas, o si no estaremos muertos! – Ordenó desesperadamente el rubio de ojos claros en un fallido intento de motivar a sus soldados.
A pesar de los esfuerzos del capitán por mantener a sus hombres en formación, comenzaron a desordenarse siendo ejecutados rápidamente por los demonios. Entonces, Hernesto decidió tomar una de las lanzas del suelo y luchar de forma independiente, y así logró salvar a uno de sus soldados que estaba a punto de ser devorado por uno de los engendros, haciéndole una herida en el costado izquierdo del vientre a la bestia. No obstante, rápidamente la criatura con su cola lanzó al guerrero de espinas hacia una pared lejana dejándolo aturdido, aunque con la suficiente capacidad para que él viera como devoraba pedazo a pedazo al hombre que intentó rescatar.
Cuando los demonios lograron masacrar a casi todos los caballeros, uno de ellos se dirigió hacia donde se encontraba Hernesto recostado en la pared, y soltó una risa gruesa de ultratumba acompañándola de un escupitajo en su rostro. Pero de repente, el pálido fue degollado por un hacha gigante empuñada por un hombre de más de 2 metros de altura.
- ¿Esto es todo lo que queda del gran capitán Hernesto de Tesalónica? - Preguntó el sujeto reposando el hacha sobre su hombro.
- Teodoro “el yeti”. – Dijo el capi con una ligera sonrisa. - Así que es ahora cuando decides hacer tu entrada heroica, ¿no hijo de perra?
Teodoro era un Magno que medía 2.12 m de piel bronceada, y tenía unos trapos sucios de tela como atuendo junto con un par de botas de cuero, una hombrera izquierda, una pechera y dos avambrazos hechos del mismo cuero de animal. Sus brazos eran musculosos al igual que sus piernas, y a pesar de que tuviera un poco de panza, en general su cuerpo era inmenso y esbelto como el de un gorila enorme, al fin y al cabo, pesaba más de 130 kilos. Además, era prácticamente calvo, ya que solo tenía una pequeña coleta pelirroja en el centro de su cabeza, pero eso sí, tenía una imponente y frondosa barba pelirroja que ocupaba la mitad de su cara.
- ¡Oooh!, ¡no puedes ser tan malo conmigo!, ¿sabes? – Dijo el barbón con una sonrisa traviesa. - Después de todo te he salvado de que una bestia te viole con su enorme porra.
- No estoy de mucho humor Teodoro, en este momento me duele hasta respirar. - Señaló tocándose el pecho.
- Es una estupidez que hayas quedado en ese estado por un simple demonio pálido, para alguien como tú debería de ser sencillo.
- No me molestes. – Replicó mirando con fastidio.
- ¿Lo hago?
- Sí.
- ¡Qué lástima!, me quedé con las ganas de ver al gran capitán Hernesto en acción. – Dijo Teodoro fingiendo estar decepcionado del guerrero de espinas.
- Mira, no me jodas más, sabes bien que no soy el mismo sin mi alabarda de espinas, la dejé en mi campamento a las afueras de la ciudad.
- ¡Señor Hernesto! – Gritó alguien que se aproximaba rápidamente al lugar. El reencuentro de dos viejos amigos se vio interrumpido por un joven muy parecido a Teodoro que ayudo al rubio a ponerse de pie.
- ¡Pero mira a quien tenemos aquí, sí que has crecido mucho Teo! - Exclamó el capitán mientras le daba unas palmadas al joven en la espalda. - Se nota que tu padre te alimenta con buena carne todos los días.
El hijo del barbón tenía una melena ondulada y pelirroja, medía casi lo mismo que el rubio de ojos claros, y llevaba puesta una gonela de color marrón. A pesar de que se parecía a su progenitor, el joven era un poco más atractivo, de facciones más delicadas por así decirlo, acompañadas de un rostro pecoso y una piel que estaba ligeramente bronceada. Además, tenía un pequeño bastón de madera sujetado en la espalda con una espada enfundada, que combinaban bien con sus botas, cinturón y guantes de cuero marrón.
- Me llena de felicidad encontrarte a salvo. – Dijo Teo mirando al pelón con hastío. - Por un momento pensé que el bruto de mi papá te degollaría a ti también junto con esa cosa.
- Deberías mostrar un poco más de respeto hacia tu padre, teniendo en cuenta que te salvé hace un momento a ti también de una de esas bestias. – Dijo el barbón reprochándole a su hijo. - Por poco y te meas en tu ropa interior.
Mientras los hombres hablaban, otros guerreros cubiertos con protecciones de cuero llegaron y comenzaron a matar a los demonios, eran Magnos que se unieron para salvar a la ciudad y a sus habitantes.
- Bueno, tenía que venir la verdadera caballería para salvarnos de este mierdero.
- El verdadero mierdero está a punto de comenzar. - Dijo el capitán señalando hacia el sur, donde se veía como el cuerpo del gran héroe Deiu daba sus primeros pasos dentro de la ciudad.
- Eso sí que va a complicar un poco las cosas. - Replicó el pecoso Teo bastante asustado.
- Según las historias que cuentan las ancianas para que los niños dejen de molestar en la noche, debemos impedir que llegue a la espada de la plaza. -Dijo Teodoro chocando su puño izquierdo con la palma de su mano derecha.
- ¿Alguna idea? - Preguntó el pelirrojo.
- Nop. – Respondió el barbón.
- ¡Padre esto es un asunto serio!, si ese espectro llega a agarrar su espadón estaremos totalmente muertos.
- ¿Y qué quieres que haga? – Preguntó el pelón mientras habría los brazos. - ¿Qué me enfrente al hombre más poderoso de la historia junto con mi hijo de 18 años y un Tesalónico herido y desarmado?, deberías mejor preguntarle al capitán alabarda a ver qué opina.