CAPÍTULO 11: AMOR, CORONA, ESPINAS
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CAPÍTULO 11: AMOR, CORONA, ESPINAS
15 de mayo/año 1574 (d.d.c.h), Banares-Tesalónica.
- ¡Ey, Hernesto! – Exclamó un soldado de bajo rango acercándose a toda velocidad.
- ¿Qué pasa Jacabo? – Respondió limpiando un escudo sentado sobre una banca que estaba al lado de un campo de entrenamiento. Había varios hombres jóvenes trotando por el lugar sin camisa.
- Ve y cámbiate esos harapos. El capataz Yunaz te dejó un mensaje de nuestro capitán, parece algo urgente.
- ¿Del capitán?, ¿es que acaso se ha marchado?
- ¡Ay por todos los dioses! Recuerda que él nos advirtió desde la semana pasada de su salida. Fue convocado en Dimanti por el mismísimo pilar Dysis. – Dijo el soldado, y luego miró a los alrededores discretamente para susurrarle algo. – Los rumores dicen que lo van a ascender… Ya sabes, para nombrarlo capitán del cuarto batallón.
- ¿El cuarto?, eso es increíble. – Pensó en lo rápido que pasaba el tiempo. - ¿Será que desea que le organice una fiesta?
- Diosa Kouh por favor dame paciencia. – Replicó sujetándose el tabique de la nariz. – Eres uno de los mejores hombres en el campo de batalla, pero a veces eres tan lento en otras cosas… ¡Solo ponte tu armadura y ve a la recámara del capataz!
- Está bien, está bien. – Dijo apaciguándolo con sus manos. - No entiendo cuál es el alboroto.
El rubio de ojos claros fue a su habitación, la cual estaba ubicada dentro del palacio Madrireal en la ciudad de Benares, para seguir las instrucciones de su compañero.
El palacio Madrireal era un bien estatal del gobierno, que fue designado como la base del quinto batallón de Tesalónica. Su estructura estaba hecha principalmente de piedra con la técnica novedosa del esqueleto de madera arcillado. Consistía en hacer una cuadrícula con grandes troncos de madera clavados vertical y horizontalmente. Luego, los agujeros se rellenaban con arcilla, y finalmente se amontonaban piedras por delante y por detrás tapando todo el esqueleto. El gran imperio de los Laykhos fue pionero en este tipo de construcción, y en la actualidad es el reino con más edificaciones hechas de esta forma. El palacio tenía como puerta un rastrillo que protegía la entrada principal de la torre, y había algunas torres de vigilancia hechas en madera alrededor con guardias bien atentos.
Hernesto se colocó la armadura tradicional plateada de la infantería Tesalónica, y luego recorrió los grandes y refinados pasillos de Madrireal, los cuales estaban repletos de alfombras y cortinas azules, con decenas de mucamas aseando todo. Tras llegar al tercer piso, se dirigió hasta la puerta de su capataz Yunaz y la tocó con suavidad.
- Adelante. – Ordenó un sujeto mientras ordenaba unos documentos.
- ¡Mi capataz a su orden estoy! – Exclamó haciendo el saludo marcial.
- Tranquilo soldado, puede descansar. – Yunaz era un hombre de cincuenta y tantos años, medianamente obeso sentado en un sillón frente a un escritorio. Vestía un traje morado de rayas negras.
- ¡Sí señor! – Replicó retirándose la mano de su frente.
- Por favor siéntese, debemos discutir asuntos muy importantes.
- Escuché que solicitó de mi presencia con urgencia. – Preguntó mientras se sentaba en una silla frente a él.
La habitación era un cuadrado perfecto de 81 metros de área, y al igual que los pasillos del edificio la gran mayoría de sus adornos eran de color azul. Del lado izquierdo de la recámara había una repisa enorme con una gran variedad de libros, ya que la lectura era un hábito muy común entre los Laykhos. Incluso, para los Tesalónicos que no eran únicamente Laykhos era una práctica cotidiana. Por último, además de algunas sillas y mesas ubicadas estratégicamente por el lugar, había un ventanal majestuoso detrás del escritorio, que alimentaba todo con la luz cálida anaranjada de la mañana.
- Verás, al parecer los rumores de que pondrán al capitán a cargo del cuarto batallón son ciertos.
- Entonces sí quiere que le organice una fiesta. – Concluyó el rubio alegre.
- ¿Qué?, por supuesto que no. – Replicó desconcertado. – La cuestión es que el quinto batallón quedará sin un líder que lo dirija. Como es tradición el capitán del batallón anterior pasará a tomar el cargo desocupado.
- Oh vaya…
- ¿Sucede algo?
- Bueno eso significaría que la capitana del sexto pasaría a ser nuestra jefe, aquella mujer que todos llaman “la prodigio”.
- En efecto… - Asintió sudoroso aflojándose el moño blanco que tenía atado al cuello. - ¿Algún problema con el “ángel” del gobierno?
- Para ser honestos los rumores sobre ella no son muy positivos. Por decirlo de alguna forma, dicen que tiene métodos bastante… peculiares para cumplir sus objetivos. – Contestó pusilánime. – Pero a todas estas, ¿cuál es mi papel en todo esto?
- Esa es la parte importante. – Dijo levantándose de su asiento para sentarse en una esquina del escritorio. - Ya que “la prodigio” abandonará su puesto para tomar esta división, una vacante quedará vacía en el sexto batallón.
- ¿Entonces me ascenderán a capataz del sexto? – Preguntó exaltado colocando sus manos sobre el escritorio.
- ¿Qué?, ¿de dónde sacas?… ¿Sabes qué? Toma. – Esculcó algo entre uno de sus cajones, y luego sacó un sobre sellado que le dio a Hernesto. – Esa es una carta que te dejó el jefe antes de salir para la capital. Léela, ahí estará toda la información.