The Journey of the Lifeless

CAPÍTULO 17: LOS HÉROES NO EXISTEN.

Esta historia, sus personajes, conceptos y demás están protegidas por: La Dirección Nacional de Derecho de Autor, con número de registro:10-1064-400.

CAPÍTULO 17: LOS HÉROES NO EXISTEN.

 

  • ¿Cuánto nos falta? – Preguntó el sin vida frustrado, sentado a la diestra del capi mientras este agitaba las riendas de los corceles.
  • Creo que algunos días más de viaje, probablemente una semana.
  • ¡Una semana! Siento que se me está derritiendo el cerebro de ver el mismo paisaje una y otra vez. – En ese día se cumplieron los 27 días de viaje por fuera de Olimpia, 27 días sin que les ocurriera algo interesante.
  • Sinceramente me alegra que el aburrimiento sea el mayor de tus problemas, eso significa que hemos estado seguros durante todo el trayecto. - No se toparon con ningún demonio en el camino, lo más terrorífico que vivieron fueron los gases de Teodoro a mitad de la noche que sonaban como rugidos de bestias gigantes, eso sí, si el inframundo tuviera un olor, olería a eso.
  • De todas formas, no nos vendría mal encontrarnos con algo un poco desafiante. – Intervino el pelirrojo asomando su cabeza desde la carreta. – Digo, no me refiero a nada del otro mundo, tal vez un demonio pálido para entrenar sería bueno.
  • Los pálidos suelen andar en manada, toparnos con uno podría ponernos en riesgo, si llaman a sus amigos nos jodería en cuestión de segundos. Entre menos cosas extrañas nos topemos mejor.
  • Tal vez tengas ra… lo veo y no lo creo. – Dijo Teo frotándose los ojos. - ¡Qué es eso! – Señaló a un conjunto de casas que se veían a lo lejos.
  • Parece ser un pueblo. – Contestó el esclavo.
  • Eso es… imposible. – Desde que salieron de Olimpia solo pudieron descansar bajo techo en dos ocasiones, y fue gracias a un par de locos que tenían sus casas en medio de la nada. La mayoría de las noches tuvieron que acampar en el gélido bosque.
  • ¡Perfecto!, ojalá haya bastantes puteaderos. – Agregó el barbón emocionado.
  • Creo que sería bueno buscar una posada. – Sugirió Teo. – No hemos dormido bien casi en ninguna noche, estar alertas todo el tiempo ante cualquier ataque al aire libre no es algo sencillo, aprovechemos la oportunidad.
  • No lo sé, la idea no me agrada.
  • ¡Vamos capitán! – Insistió Junad sacudiéndole el hombro derecho. – Nos lo merecemos luego de haber recorrido tanto camino, yo creo que todos necesitamos este descanso para nuestra salud mental.
  • Y para nuestra salud sexual, si saben a lo que me refiero. – Agregó el pelón mientras le daba unos suaves codazos al pelirrojo.
  • Claro que sabemos a qué te refieres. – Replicó su hijo. – Quieres coger con una puta, no eres precisamente el hombre más sutil del mundo.
  • ¿Entonces?, ¿qué dices capi?

Guardó silencio durante unos segundos mientras seguían avanzando. - Lo decidiré más adelante, por ahora entremos a ver qué tal está el pueblo. – Forzó la vista tratando de detallar el lugar. - Me ocasiona curiosidad saber cómo han logrado sostener algo así por estas tierras. – Pensó.

  • Creo que puedo vivir con esa respuesta por ahora.

A medida que se acercaron a aquel curioso sitio, comenzaron a bajar la guardia. Se veía como un pueblo común y corriente, había algunas nubes de humo que salían de los hogares por las chimeneas, y la arquitectura no distaba mucho de los pueblos tradicionales de Olimpia.

Lo primero que notaron al llegar es que no era una población precisamente pequeña, estaba bastante lejos de considerarse como una villa. Por lo menos había unos 500 habitantes teniendo en cuenta la cantidad de casas que se veían por encima.

La carroza anduvo a paso lento, y a los lugareños parecía no importarles su presencia. Todos lucían tranquilos, la gran mayoría trasteaba paja, madera o alimentos de aquí y allá. Además, los niños ayudaban a sus padres o jugaban entre risas con los pequeños de su edad.

  • Se ven muy… Felices. – Mencionó el pelirrojo.
  • Y muy despreocupados, ¿qué verga pasa con este lugar? – Preguntó el barbón. – Literalmente los podría invadir una horda de demonios en cualquier momento.
  • No tengo idea de cómo lo hacen. – Replicó el capi observando una escuela a su izquierda. La maestra daba sus explicaciones mediante juegos, y todos los infantes parecían disfrutarlo.
  • Parece que no todo es paz y tranquilidad. – Dijo Junad señalando más adelante a unos sujetos amenazantes.
  • ¡Ya verás anciano de mierda! – Gritó un bandido empujando a un señor de avanzada edad.
  • Como el alcalde te pido que por favor te calmes. – Replicó tirado en el suelo. – Acá no toleramos la violencia, somos pacifistas.
  • ¡Pacifistas y una mierda! ¡Te voy a hacer el examen de la próstata con esto viejete! -Amenazó con su hacha.
  • ¡Ni siquiera intentes dar un paso más hacia mi abuelo! – Intervino un niño de unos diez años sosteniendo un palo, y otros cuatro varones lo apoyaron armados de rastrillos.
  • ¡Qué conmovedor, el ejército de la familia campesina! Voy a quemar todo este maldito lugar. – Inmediatamente los aldeanos que opusieron resistencia fueron intimidados por el resto de los bandidos.
  • No vas a quemar nada. – Dijo Junad parado encima del techo de una de las viviendas.
  • ¿Y tú quién mierda se supone que eres?
  • Soy el tigre negro, un caza recompensas. – El sol estaba precisamente detrás de su espalda, eclipsaba toda la luz con su silueta.
  • ¿El tigre negro? Nunca había escuchado ese bautizo. Aunque admito que tienes estilo mocoso. Lárgate de aquí, no hay dinero que puedas sacar de este moridero.
  • Deja al abuelo y a su gente en paz, les juro que no se querrán meter conmigo.
  • No sé si sabes contar, pero somos más de veinte desgraciados. ¿Crees poder con todos?



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En el texto hay: fantasia, guerreros, horror y drama

Editado: 21.11.2024

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