Leo:
—Nos hacen perder el tiempo, joder. —dice Saruman, poniéndose de pie.
—Lo siento, no es la idea que tenemos, sino patearles el trasero y dejarlo al rojo vivo para que nunca vuelvan. —confieso, liberando pequeñas flamas de mi puño mientras muestro expresión de enfado.
—Insolente, ¿cómo puedes creer que después de esto más nunca volveremos? O una mejor, ¿cómo creen que saldrán vivos de esta? No nos importa que sean de Bextruz. ¡La ley está de nuestro lado!
—Me enfurece aún más el hecho de que sean cubiertos por un poder tan grande e importante como el del Gobierno Mundial Mágico.
De repente se acerca con rapidez para tomarme de imprevisto. Esquivo dos golpes a mano abierta, y pateo con mis llamas su pierna para arrodillarlo. Luego conecto un puñetazo en la barbilla, y le doy otro muy potente de fuego, desquitando la furia que tengo. Este cae al mar, no duró mucho para levantarse y volver a donde estábamos.
«Zefirth mencionó en una de sus clases que cada tritón tiene como mínimo una fuerza equivalente a diez humanos. Dependiendo de su experiencia en combate y uso de armas mágicas, podrán dar mayores problemas. En su caso, no parece llevar alguna arma» recuerdo y analizo mentalmente.
Me ataca de nuevo, variando en puñetazos y manos abiertas. Sin embargo, bloqueo una y otra vez, generándole daño por usar mis llamas. Cuando consigo un espacio, intento golpearle el abdomen, pero toma mi brazo con su gran mano, y me tira lejos. Estoy cerca de una cueva en esta zona playera.
El tamaño que tiene Saruman ronda los 2 metros de alto, es considerablemente ancho a pesar de su delgadez. Está cubierto de piel escamosa muy parecida a la de Jack.
«Este chico se nota algo cansado. No parece estar en su mejor forma. Puede significar que estuvo luchando contra Drako, lo cual me deja una gran ventaja» piensa Saruman.
Libero varias bolas de fuego desde mi posición. Él las evita, corriendo y tirándose al mar. Espero varios segundos sin asomarme, ya que no tengo idea de lo que planea hacer y no quiero caer en su juego. Repentinamente, sale como si fuese un cañón disparado debajo del agua. Consigo esquivarlo por muy poco, apenas recibiendo un corte en medio rostro por algo que me raspó. No pude siquiera percibir lo que me causó eso. Había impactado contra una tienda de uso acuático. Doy algunos pasos para encontrarlo con la mirada. Este pega un gran salto, y trata de volver al agua.
Extiendo mi brazo, y libero gran cantidad de fuego para crear un muro del que no pueda pasar. Saruman se detiene, y me mira con fastidio. Luego salen gotas de agua por ambas manos, sin despegarse de su piel mientras las alza hasta el nivel de su pecho. En seguida lanza todas como si fueran balas. Está ejerciendo mucha fuerza para hacerlo posible. Me cubro con ambos brazos, pero terminan dándome golpes muy molestos que me generan daño. Así que corro y uso una roca de escudo mientras trato de hallar alguna forma de contraatacar.
—¿Qué es todo este desastre? —pregunta un señor mayor en la cueva, sin percatarnos.
—Woa, ese es el tritón del que habló Boonie. Posiblemente ese chico sea quien busca rescatarnos. —habla otra persona.
—¡Debemos ayudarlo! ¡Parece que está en problemas!
—No poseemos armas. Lamentablemente, Gerald no tenía tantas. Además, si el tritón descubre el escondite, no valdría de nada seguir usándolo.
—Es cierto, lo mejor será salir sin que pueda percatarse.
—¡Hey, miren! ¡Es un héroe peleando para salvarnos! —exclama un niño, junto a dos amigos.
—¿Héroe? A los magos ya se les reconoce como héroes... ¿o no? —dice su amigo.
—Héroe, mago... como quieras llamarle. Iré para allá, quiero ayudarle. —informa, mientras va hacia la salida de la cueva.
—¿Eh? ¡No! ¡No puedes hacer eso! ¿Estás loco? —dice su otro amigo, intentando tomarlo por la camisa, pero no lo consigue.
«Es muy molesto, no deja de tirar esas gotas».
Me preparo para volar bien alto, y lo consigo, usando la propulsión de mis pies. Cuando estoy en el aire, expulso fuego con ambas manos juntas. Este se esparce por la zona en que estamos luchando. Poco a poco, comienza a sentirse asfixiado. Por esa razón, deja de disparar las gotas, y se mueve lejos de mis llamas ardientes. Al caer en la arena, noto que hay un niño de, aproximadamente, 6 años acercándose a mí. Voy de inmediato para salvarlo del desastre que he causado con mi don. Consigo cargarlo rápido antes de que sufra alguna quemadura, pero recibo un buen puñetazo en el rostro que me hizo caer al suelo a unos metros de distancia. También he soltado al niño.
—Qué buen instinto moralista posees. Preferiste dejar el combate a un lado para salvar al pequeño. —comenta Saruman, viéndonos a los dos tirados.
—No tienes nada que ver con él. No es necesario meterlo en asuntos que son de nosotros. —le digo, bastante preocupado.
«Debo aprender a cómo apagar mis propias llamas. Si hubiese sabido eso, el niño no tendría que haber pasado mayor riesgo que el de ahora» digo en mi mente.
—¡¡AYUDAAA!! —grita el pequeño al ser pisoteado por Saruman.
—Escorias, ustedes los humanos son puras escorias.