Leo:
Libero con cada movimiento de mis brazos y manos bolas de fuego que él esquiva sin ningún problema. Tuerse su cuerpo a un lado, luego al otro, realza una voltereta, levanta a lo alto su pierna. Tantos movimientos flexibles y rápidos que no me permiten atinarle. Al cabo de unos segundos, hace una estrella y pega un buen salto para dar paso a una acrobacia. Siempre evitando mis bolas de fuego. Estira su pierna e intenta conectar una patada en mi rostro, pero muevo mi cabeza a un lado y preparo un puñetazo en llamas, aprovechando su caída. Sin embargo, él echó para atrás la cabeza. Cae como una pluma ligera a un lado mío para voltearse y darme un duro puñetazo que no veía venir. Retrocedo unos metros de distancia por el impulso. En verdad dolió mucho.
—Lástima, solo me queda la mitad de mi segunda botella. —confiesa, lo que me da a entender su habilidad.
—Puedes pelear de esa manera particular mientras estés ebrio. —asumo.
—Vaya, vaya, ¿y te crees inteligente por deducirlo? —pregunta y suelta un hipo con la mirada algo perdida.
«Su don es raro, ¿cómo puede pelear tan bien en ese estado?», me pregunto. En seguida se acerca y lanza tres patadas que esquivo, pero recibo un golpe de su brazo en mis costillas. Caigo al suelo y trato de levantarme rápido, sin embargo, él conecta un duro cabezazo que me mantiene tirado. No solamente es resistente, también cuenta con una clase de movimientos extraños que no capto ni logro adaptarme como quisiera. Él alza su pierna para el próximo golpe, pero con las llamas cubriendo mis extremidades, las deslizo por el suelo y creo un pequeño tornado de fuego. Trato de mantenerlo por unos segundos mientras Gareth vuela en lo alto.
—¿Crees que este ardor será suficien... ? —El hipo lo interrumpió. De repente voltea a un lado y me consigue volando a la dirección del tornado para conectarle un fuerte puñetazo en la mejilla. Él sale disparado y se estrella en el suelo de la plaza.
Deshago el tornado mientras estoy en el aire y creo dos látigos en ambas manos. Apenas se levanta, logro atraparlo. Realizo varios giros para tirarlo lejos. Gareth impacta contra uno de los primeros edificios detrás del hotel. No le tomó casi nada reincorporarse nuevamente. «Este tipo es bastante duro. Tendré que usar mi segundo nivel para generarle mayor daño», pienso. Luego él comienza a realizar distintas acrobacias y movimientos de un borracho para acercarse. Uso mis látigos en el intento de pegarle a distancia, pero los esquiva todos fácilmente. Me sorprende cada vez más su capacidad en combate. Una vez que está cerca, junto mis manos y expulso una gran cantidad de fuego. A pesar de la gran potencia que usé, logró tomarme como lo hizo la vez pasada, por el rostro con una mano.
—¿Cuándo entenderás que el ardor de tus llamas no es suficiente contra mí? —pregunta con una leve sonrisa, su aliento de alcohol impregna mi nariz.
—Primero hay que calentar el cuerpo. —aclaro—. Luego aumentamos la potencia del calor.
Mi cabeza sube de temperatura hasta el grado en que Gareth tuvo que quitar su mano. Lo tomo por el cuello y mi mano empieza a quemarlo. Él trata de darme un golpe, pero lo detengo y quemo su muñeca. «¿Qué es todo este ardor?», se pregunta, «¿Ahora no soy capaz de resistirlo?». He luchado contra enemigos como Drako y Saoco, auténticos magos de gran resistencia física. Gareth los supera a ambos, sin lugar a dudas, pero no pienso quedarme atrás del resto. Para mejorar el calor de mis llamas, debo tener un cuerpo cada vez más resistente. Los entrenamientos y prácticas con Collette que he llevado me han hecho mejorar mi estado físico, sobretodo la resistencia. Ya no estoy al mismo nivel que antes.
—Des... graciado. —dice.
—¿Creíste que siempre estuve dando todo mi potencial? —le pregunto.
Recibo un puñetazo en el abdomen que logro aguantar, pero luego me da uno en la barbilla que me obliga a retroceder. Su don no solamente le ofrece mayor flexibilidad, sino también mayor fuerza. Fallo un puñetazo de fuego, lo que me cuesta una patada en el abdomen. Sigue obligándome a retroceder hacia el hotel. Lanzo otro golpe, pero engancha su brazo con el mío, conecta un rodillazo en las costillas, desliza su pie contra el mío para desbalansearme y golpea mi cuello con su codo. No pude evitar caer de espaldas al suelo por la forma en que me atrapó.
Abro la mano para liberar más llamas, sin embargo, él retrocede varios metros y bebe de la botella que le queda. Me hubiese gustado quitársela ahora mismo, solo que el dolor me hizo perder la concentración, y olvidé la importancia del alcohol para él. De repente veo que saca un frasco muy parecido al que tenía Raymond. Toma dos sorbos y grita de dolor, como si viniera del pecho. Suelta el frasco vacío mientras trata de resistir la molestia. «¿Se atrevió a tomar de la droga?», me pregunto. «En ese caso, estaré en problemas si su don se vuelve más efectivo».
—Veamos entonces qué tan buena es la dosis que distribuimos.
—Eres auténticamente molesto. —opino.
—Tus llamas podrán alcanzar un nivel de ardor capaz de quemarme, pero no se comparan en lo más mínimo con ella. —comenta.
—¿Te refieres a la Maga Santa? —pregunto y él asiente—. No entiendo por qué la comparan conmigo. ¡Mis llamas son únicas e incomparables!
—Idiota, ¿por qué no vienes y me demuestras tu verdadera fuer... ? —lo interrumpo al disparar un rayo calórico que le deja una quemadura grave a un costado del abdomen.