—¡Necesitamos que algunos se encarguen de ella! —confiesa Drake, viendo que un luchador grande y tres muñecos de ruedas obstaculizan el paso.
—Ah, ¿quieres que nos quedemos con el mayor peso? —pregunta Tristán con una voz bien gruesa. Antes de que Drake contestara, los cuatro enemigos fueron abatidos con una poderosa descarga eléctrica. —Así será.
—¡Yo quiero ir a ese templo! —exclama Collette—. ¡Quiero matar mi curiosidad!
—¡Collette! Necesito que te mantengas en este combate. —le confiesa Drake, y nota que Leo se cae, ya no es capaz de correr por si solo—. ¡Tú eres de las más fuertes y habilidosas del equipo! Podrás apoyar mucho si peleas contra ella.
—Jum, de acuerdo. Qué fastidio. —se queja, frunciendo el seño, cruzando los brazos y haciendo puchero.
—Me encargaré de ir a esa torre y enfrentarla cara a cara. Puede que necesite una mano. —admite Lucy, extendiendo la suya a Collette, y esta la toma mucho más animada.
—¡Es insólito que tantos magos se atrevan a venir! —se queja, muy molesta, la niña.
«Sí, yo vengo por los dos mandamientos que están acá. Para que puedan ser reactivados, debe estar presente Drake Sanderict, y supe que ya está en Purple Moon», recuerda las palabras del demonio, hablando muy sereno y serio. «Has hecho un buen trabajo en que nadie más meta sus narices en el templo. Tendrás una buena recompensa por ello», agregó. Justo ella desviaba la atención del combate. De repente un proyectil es disparado e impacta fuertemente en el techo de ese nivel. Los escombros golpean en su cuerpo, haciendo que caiga al suelo, y las llamas azules captan la atención de ella. Lucy aparece entre tanta tierra levantada. Al intentar atraparla, un muñeco boxeador golpea su mejilla, sacándola de la torre. Ella vuelve inmediatamente y dispara varias plumas. Sin embargo, un guerrero medieval las bloquea con su escudo.
La seguridad de la niña no tardó de tumbarse, ya que Tristán apareció y clavó el tridente en el abdomen del guerrero. Seguido de una descarga eléctrica, el muñeco queda fuera de combate. El boxeador tuvo en la mira a Collette, y le mete un puñetazo cargado de potencia en la mejilla. Tan solo la hizo retroceder un poco y le volteó la cara. Su masa oscura pudo detener el impulso en su espalda para no salir volando. Con una gran sonrisa de oreja a oreja, le devuelve el golpe en la barbilla, dejando la cabeza clavada en el techo. Entre tanto la enemiga se vio obligada a saltar de la torre. Quedaron impactados en el momento, pero un pájaro de madera la atrapó para alejarla.
—¡No te atrevas a soltarme por nada del mundo, pajarraco! —le ordena ella.
—¡Qué molesta es esa niña! —comenta Collette.
—Si la dejamos inconsciente, no será capaz de usar su don. —aclara Lucy, abriendo sus alas nuevamente y se impulsa rápido en el aire.
¥¥¥
—¿Cuánto tiempo ya llevamos? —pregunta Beltrán, estresado.
—¡No me apures! —le ordena Tatick, preocupado.
—¿Le diste de comer a los caballos? —le interroga Gastón junto a Talic con la mirada encima para que no mienta.
—¡Sí, lo hice!
—¡Tiene el tic, papá! ¡El desgraciado no alimentó a los caballos! —grita Talic, molesto, haciendo un escándalo en la carroza—. ¿Acaso crees que los animales son máquinas y ya?
Todos entran finalmente al pueblo Doll por medio de la carroza. Escuchan destrozos más adentro, lo que Boonie relaciona a su equipo en plena acción. No se imagina algo más que eso. Extrañamente hay personas en las casas, tiendas y otros lugares. Andan resguardados. Realizan distintas actividades como si no estuviera pasando nada. Froilán se percata de que no son personas, sino muñecos automatizados que realizan acciones humanas. Escena que les impacta mucho a todos y le aterra enormemente a Tatick, porque le parece muy tétrico. Pararon la carroza un momento para visualizar bien a dos que estaban tirados en el suelo. Están quemados de piel y ropa, la cual se encuentra rota y deshecha en varias partes. Esta vez Gastón es quien se da cuenta de que son humanos. No paran de toser y quejarse de dolor.
—¿Qué les pudo haber pasado a ustedes? —pregunta Boonie al bajarse de un brinco de la carroza y empezar a atenderlos.
—Tengo una mejor pregunta: ¿qué hacen dos humanos en el pueblo Doll? —interroga Beltrán.
—Fue... el chico de fuego. —responde uno de los hombres.
—¿Chico de fuego? —repite Boonie, creyendo que se trata de Leo. «¿Cómo te atreves a lastimarlos, idiota?».
—¿Ustedes fueron atrapados por la magia de la niña? —interroga Gastón, alzando la cabeza del otro.
—Sí... éramos... cascanueces protegiendo... la entrada.
—Tu amigo no los lastimó a propósito. —asegura Froilán con las manos apoyadas en la cintura—. Esto lo hizo él sin saber que son personas.
—¿Los muñecos son personas por dentro? —pregunta Boonie.
—¡Es la horrible y esclavizadora magia de ese monstruo! —exclama Tatick, dando vueltas por todos lados.
—La niña tiene el poder de convertir a los seres vivientes en muñecos. Aquellos que ves en las casas son humanos en esencia, pero viviendo en un cuerpo de madera, paja, plástico o tela. —explica Froilán fríamente—. Este es el pueblo de los muñecos.