El estruendo es provocado por un ser de enorme tamaño y toneladas de peso que cae abatido al suelo. Camino lentamente, dándole la espalda a ese Golem problemático que intentó derribar el alto muro. En la entrada, ya nos esperaban un montón de pueblerinos agradecidos por nuestra labor de cazadores y defensores de Oso. Mi equipo llegó agotado, pero satisfecho al cumplir esta misión. Yo no sabía cómo sentirme. Amenazar a los Golems no funciona para alejarlos, así que les quitamos la vida cuando tratan de atacar a nuestro pueblo. No me gusta ser el ejecutor, llevado por las órdenes de mis superiores, quienes eligen cuál vive y cuál no. Sin embargo, esto se trata de proteger el hogar donde vivimos. Sería terrible para todas las personas, incluyéndome, perder casas, familias, academias, negocios y parques debido al desastre de los Golems.
Dejé a una enfermera hogareña a cargo de mi madre. De vez en cuando la cuido, pero es de mucha ayuda que alguien pueda hacerlo cuando yo no esté. Sin duda, admiro inmensamente a las personas que se dedican al cuidado de otras. Mi trabajo, muy bien pagado, supone arriesgar la vida de vez en cuando con misiones riesgosas. A pesar de eso, también sería bastante difícil atender a una persona enferma diariamente. Te quita demasiada disponibilidad, porque no es un horario fijo ni flexible que te permita escoger cuándo, ya que el paciente te necesitará en cualquier momento y en varias ocasiones. Por otro lado, Gael no ha regresado desde su partida hace 3 años. Me vi obligado a dejar la academia para tener mejores ingresos al dedicar más tiempo como hechicero.
Nuestro vice alcalde asumió el puesto correspondiente mientras hacíamos las investigaciones del asesinato. Esto dio a larga, y todavía seguimos en la búsqueda del culpable y las pruebas. Un día me invitaron a la celebración de los hechiceros en el pueblo Avestruz. Somos considerados héroes por cazar Golems y atrapar bandidos, entre otros criminales más. Me asombré por décima octava vez de lo hermoso que es el pueblo con tanto lujo. La comida en el restaurante estuvo exquisita, tanto que desearía probarla mucho más seguido. Mis compañeros se quedaron a tomar durante la noche, pero yo decidí regresar a casa. No quería dejarle el trabajo a la enfermera por más de 24 horas mientras yo festejo. Fue suficiente. Al acomodarme el abrigo en una esquina, veo a unas cuantas personas caminando en medio de la calle. En Avestruz se trabaja las 24 horas, pero solo la mitad de negocios y no hay mucho tránsito. Es una falta de respeto caminar en medio de la calle, donde pasa todo transporte público.
Esas personas eran extrañas para mí. Así que me tomé unos minutos para seguirlas discretamente. Dos mujeres y seis hombres que denotan ser ricos. Vestimenta muy costosa, lo aseguro, pero no sería raro ver eso en Avestruz. Captó poderosamente mi atención notar que entraron a un escenario de teatro, justo con varios guarda espaldas que los seguían. Una vez que los perdí de vista cuando cruzaron la puerta, me acerqué y analicé. Tiene una especie de cerrojo grande, como si la llave fuera de mayor tamaño que mi mano. Eso no me detendría. Creé una llave que pudiera encajar con la magia mística. Abrí la puerta cuidadosamente para saber por dónde esconderme antes de que se den cuenta. Lo hice detrás de los últimos asientos. Cada uno estaba sentado en las primeras filas por separado, les dieron la bienvenida como los "extranjeros" y comenzaron un juego.
—¿Cuánto veniste a gastar esta vez? —le pregunta un hombre burlón con los brazos apoyados en la cabecera de otros asientos—. En esa noche, no pudiste llevarte nada, novato.
—Eso fue el año pasado. Recuerda que las personas cambian mucho en ese tiempo, y las situaciones no siempre son las mismas a pesar de ser el mismo juego. —aclara "el novato" con los brazos y piernas cruzados, denotando cierta elegancia.
—El del año pasado no me gustó tanto. —confiesa una de las damas con los ojos cerrados y cabizbaja, además de cruzar los brazos—. Me hubiese gustado que trajeran mejores productos, la verdad.
—Jia, jia, jia. Ustedes no tienen idea de lo difícil que es conseguir de buena calidad. —comenta un señor, girando el bastón como juego desestresante.
—Beh, burradas. Lo dice un viejo que es "experto" en la materia. No me creo esa farsa de que estuviste con... trabajando en esos proyectos soñadores e imaginarios. —habla otro más joven a unos asientos detrás suyo.
Sospecho que es una subasta. Tiene toda la pinta de serlo. Me hubiese gustado quedarme por más tiempo, pero uno de los guardaespaldas me vio. No quería que supiesen mi identidad. Salí del enorme escenario y escapé con la propulsión de energía mística que suelto por las manos. El corazón me latía rapidísimo, tuve más miedo de que esas personas se enteraran de quién soy que los amenazadores e intimidantes Golems. Por suerte, no tuve consecuencias que me pusieran a mí o a mamá en riesgo.
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Diez meses después, me encontré a unos bandidos en mi horario laboral. Estaban quitándole pertenencias de valor monetario a una familia mientras dormían. Si bien es cierto que no son sanguinarios al no matar inocentes, igualmente se les considera criminales. En un enfrentamiento rápido y sin mucho esfuerzo, vencí a seis de ellos. Devolví todos los objetos mientras preguntaba por Andrei, el líder de los bandidos. Acabar con la cabeza que mueve estas piezas sería lo más sensato e inteligente, pero no era tan sencillo encontrarlo. Solo que esa noche apareció detrás mío con una carcajada irritante, junto a una joven adolescente. Intentó atacarme, ablandando el suelo a mis pies. Sin embargo, reaccioné pronto, moviéndome a un lado y sacando una espada mística que amenaza con cortarle el cuello.