The Meddler

Capítulo 4 : La Ganga

 

The Meddler (El entrometido)

Capítulo 4: La Ganga

 

La necesidad por pertenecer a algún grupo social, nos hace adquirir un estilo de vida, el miedo y la violencia predominan en la sociedad con tanta popularidad como ser adinerado y bello.

¿Punto medio?

No señores, yo me fui a lo extremo, lo mío eran las gangas.

La adolescencia no fue mi mejor etapa, no era una persona popular y quienes si lo eran me trataban como a un insecto de servicios higiénicos; los apodos eran la parte sencilla del asunto, los golpes y las bromas denigrantes se reproducían en mis sueños como terrores nocturnos, más de una ocasión busque la forma de evitar por casi una semana no regresar al instituto o bien no pasar por esas calles donde yo representaba el papel de un trozo de carne pútrida en medio de zopilotes hambrientos.

Luego de la muerte de Fabián, sentía que no tenía a nadie con quien poder conversar, entonces hacia monólogos extensos, dándome valor

-Alice, tan solo debes voltear y verles de forma en que crean que los vas a matar, que tu mirada refleje tu ira interna, o ¿sabes qué? , es mejor decirle a mamá.

¿Decirle a mi madre? Todos iban a pensar que era una niña frágil, con su mami en la oficina del director exponiéndole  sus quejas; además mi madre no me seguiría a todos lados para cuidarme y de hacerlo me sentiría ridícula.

Para el segundo semestre, recuerdo que era una mañana llena de neblina, era el regreso a clases , gracias al esfuerzo de mi vieja yo vestía uniformes nuevos, bajo la advertencia, ¡Alice no te ensucies, no te manches, no uses lapiceros en los bolsillos o derramaras la tinta!

 Comprendía el cuidado que me exigía y era por nuestra precaria economía y el sacrificio monetario que implicó el poder comprarlos, representaba largas horas en que mi madrecita planchó y lavó ropa ajena .Pero ese día,ese evento que me ocurriría  ya estaba destinado a ser el pequeño aleteo de mariposa que transformara mi vida.

(Se escucha el timbre de una campana sonar, al fondo gritos de la multitud)

¡Tú no volverás a hacerme esto! La próxima vez que lo intentes te voy a enterrar este lápiz en los ojos, ¡Nunca más! – grité mientras en repetidas ocasiones golpeaba su cabeza contra la pared.

Ese impulso de violencia contra ella fue el inicio del fin, Ivette Trejos me había derramado una bebida gaseosa sobre el uniforme gritándome, ¡dale refresco a la puerca!

Un sonido estremecedor se fragmento en mi mente y me nublo el juicio, cuando me percate, estaba justo sobre ella, dándole de puños e intentando introducir mis dedos en sus ojos.

Hoy, casi 13 años después, me la he encontrado en la calle, y ha preferido cambiarse de acera para no coincidir conmigo.

Cuando Estanislao me conoció, yo era una chica que llevaba dos años retrasados en la secundaria, era impulsiva y aun usaba jergas comunes entre pandilleros.

Esa ocasión luego de la pelea con la chica, pase el día entero en terapia con la psicóloga, según ellos para explicar porque razón tuve ese arrebato de agresividad, al parecer desde entonces se me desarrollo la costumbre de interrumpir psicólogos y gritarles.

Me puse de pie y le dije mientras recogía mis lapiceros que del impulso cayeron al piso,

-Doctora Roa, hace ya tiempo que a mi persiguen por los pasillos, empujándome y acorralándome; me escupían en la cara, tiraban de mi cabello y muchas veces caí al piso, pellizcos, insultos, cortaduras con limas de uñas, eventos tras eventos y nunca me trajeron acá para preguntarme como me sentía y tampoco les preguntaron a ellos porque actuaban así. ¿Quiere una explicación a mi violencia?

Salga de su oficina y vea el mundo real de este instituto.

No volví más, hasta dos años después cuando la policía me tenía retenida en su oficina con cargos por venta de drogas en el centro educativo, eso fue el mismo día de mi cumple años

Quien me conociera hoy, jamás pensaría que tuve una etapa explosiva de rebeldía y delincuencia, pensó sintiéndose un poco inconforme.

Es algo que trato de olvidar y esconder, principalmente por mis niñas. Sin embargo, hay emociones que me están perturbando, se salen con fuerza tal cual alguien que derrumba una puerta y entra bruscamente.

-Entonces Alice, terminó de tomarse un té que había preparado con raíces y hojas recetadas por una farmacéutica naturista, según ella le serian útiles como un regulador del estado de ánimo.



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En el texto hay: trastornos mentales, drama, amor

Editado: 27.01.2019

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