El pueblo se encontraba aparentemente abandonado. Tanto las casas como los edificios se hallaban en un estado de desgaste importante, tal parecía que de un momento a otro cada construcción del lugar se podría venir abajo. Todo esto causaba que cada dos segundos Marcus soltara comentarios pidiendo que por favor se alejaran, para evitar accidentes más que nada.
Había que reconocer un par de cosas, primero que todo, a pesar de llevar tanto tiempo deshabitado el pueblo todavía conservaba cierto encanto; las casas parecían haber sido bastante imponentes, cosa visible por la altura con la que fueron construidas, en segundo lugar, había zonas como el bar, el banco y el cabaret que todavía conservaban parte de su color y majestuosidad, pues a diferencia de la mayoría de los locales estos fueron hechos de otro tipo de materiales.
Al incursionar hacia el centro del pueblo pudieron ubicar el ayuntamiento, no era muy difícil de ver puesto que era con diferencia la construcción más grande del pueblo. En el lugar donde se suponía que se ubicaba la puerta, ahora simplemente se encontraba un agujero enorme.
—Trabajo Jerka — comentó Kran en voz baja— Creo que las ventanas tampoco se salvaron del saqueo, supongo que esta fue una de las razones por las que las personas se fueron. Tenemos vía libre para investigar.
Sintió como un brazo lo sujetaba.
—¿No sientes nada raro aquí? –preguntó Marcus notablemente asustado.
—¿Por qué lo dices?
Marcus observó su alrededor durante unos segundos. El panorama estaba completamente vacío, ambos se encontraban sobre la plaza frente al ayuntamiento, totalmente solos. Lo único que los acompañaba en ese momento era una sensación de silencio muy abrumadora.
Entraron con cuidado de no pisar ninguno de los cristales que se encontraban esparcidos por el suelo de la entrada. Fueron recibidos por una gran habitación con dimensiones absurdamente grandes, el suelo se encontraba hasta arriba de polvo; sin duda nadie se había tomado la molestia de limpiar en mucho tiempo, las paredes tenían inmensos agujeros, causados por explosivos de seguro, los pocos muebles que se hallaban en el salón estaban destrozados, sin duda los saqueadores se habían tomado al pie de la letra las órdenes de revisarlo todo.
Marcus volteó hacia su compañero.
—¿Crees que hayan dejado algo? — preguntó con cierta incredulidad.
—No tengo ni idea, tenemos que investigar todo el edificio y asegurarnos.
—Veo demasiadas habitaciones donde investigar— dijo mientras observaba las puertas del lugar— Voy a investigar estas de aquí abajo, tú revisa las que se encuentren escaleras arriba. En media hora nos reunimos aquí y hacemos recuento.
Se separaron, Marcus fue por una de las tres puertas que se hallaban en esa parte, por su parte Kran se dirigió escaleras arriba.
En la planta alta se hallaban cuatro puertas, dos a cada lado. Se dirigió hacia la primera de la derecha. Era bastante pequeña, las ventanas se encontraban intactas; al parecer tenía algo que ver con que se encontraban más pegadas al techo que las demás. A juzgar por los restos de porcelana que se hallaban desperdigados por el suelo, la sala tenía pinta de haber sido un baño en otros tiempos. Se dirigió al único váter intacto que había.
«Que raro, está orinado. Supongo que estos idiotas lo usaron en su momento»
Se alejó sin darle mayor importancia, tenía mucho que revisar todavía. Se dirigió a la habitación contigua. Era algo más grande que la anterior, poseía varias hileras de mesas con grandes cantidades de papeles sobre ellas; regados o quemados, había de ambos tipos.
—En esta hay un poco más donde buscar– murmuró.
Recorrió todo el salón con la esperanza de hallar algo de valor.
—Nada, no hay absolutamente nada. Un momento.
Divisó como en un rincón se encontraban cuidadosamente apiladas un conjunto de mesas. Parecía un refugio improvisado.
Se acercó lentamente y observó su interior. Había un trozo de tela bastante sucio y desgastado; al parecer era usado de cama, junto a esta se hallaba una pequeña hoguera, estaba apagada, sin embargo, todavía desprendía cierto calor.
Se alejó del patético intento de refugio y se dirigió hacia la siguiente habitación.
Esta parecía haber sido un antiguo almacén. El polvo cubría cada estantería; cada una más vacía que la otra. El lugar tenía pinta de haber sido saqueado más de una vez, sin embargo, Kran hizo un pequeño barrido, por si acaso.
- Nada, vacío. ¿Cómo puedo tener esta suerte de mierda?— reclamó enfadado.
Finalmente se dirigió hacia la última puerta. A diferencia del resto, era notablemente la más cuidada de todas, al parecer no fue forzada o era de buen material.
Entró cuidadosamente al despacho y se dirigió hacia el escritorio de madera que se ubicaba en el centro. Encima había un pequeño cartel con letras doradas: Alcalde Melvin Goldsen.
No pudo evitar sentir una extraña sensación en su estómago.
Revisó las gavetas, vacías, el fondo de la sala, vacío, detrás de los muebles, vacío, incluso movió el escritorio, pero solamente consiguió remover algo del polvo que había en el suelo.
«Un momento, el suelo, las tablas, la caja de Melvin»
Intentó recordar cuáles habían sido exactamente las palabras del anciano durante el cautiverio. Recordó que había una caja escondida en el suelo, pero, ¿Dónde?
- ¡KRAAAAAAAAN!
Un fuerte grito provino de la planta baja.
Corrió a toda velocidad, con tan mala suerte que se tropezó con uno de los tablones de la entrada, haciendo que se desprendiera y revelara una pequeña caja metálica en su interior.
—La caja – exclamó sorprendido.
Pero más se sorprendió cuando un segundo grito, más fuerte incluso que el primero, resonó por todo el edificio.