—¡Marcus! ¡Marcus!
Tan pronto como pronunció la última palabra cayó inconsciente. Parecía como si su repentina resurrección se debiera a un choque eléctrico, o una intervención divina.
Kran y Marie se mantuvieron quietos durante casi un minuto, en sus miradas quedaba reflejada la preocupación por aquel evento. La respiración de su compañero aumentó frenéticamente, su tórax subía y bajaba sin control alguno, hasta que de repente... paró.
—!Marcus! ¡Marcus!
Ambos se apresuraron en intentar ayudar: Marie buscó un poco de agua mientras que Kran intentaba moverlo de posición, a ver si con un poco de suerte ayudaba. Le dio un par de golpes justo en el centro de su pecho, parecía que iba a destrozarle
—¡Marcus, responde cojones! ¡Marcus! — Kran lo sarandeaba por los hombros mientras Marie le remojaba un poco la frente, pero nada surgía efecto.
Las esperanzas se diluían cada vez más rápido y el tiempo era su mayor enemigo.
—¿Qué pasa?¿En serio os importa este hombre? —las palabras habían salido del interior de Marcus.
Marcus abrió los ojos, pero no eran los suyos, el particular color arena de estos no estaba; sus cuencas reflejaban una luz blanca, parecían faros en medio de la oscuridad.
“Vuestro amigo está bien, de momento, pero no os prometo lo mismo a vosotros”
Su boca se mantenía estática, su cuerpo tieso como un muerto y su respiración acelerada como hacía unos minutos.
El ambiente se volvió increíblemente silencioso, como si incluso los árboles se hubieran puesto de acuerdo para acallar los constantes silbidos que emiten las aves y los insectos. Ambos se hallaban expectantes a lo que pudiera ocurrir.
Del interior de Marcus comenzó a hablar una voz tenebrosa, parecía surgida de otra dimensión.
“La civilización más poderosa de todos los tiempos intentó traicionarme y a cambio desaparecieron. A través de los años innumerables mortales han contado todo tipo de leyendas y relatos sobre mí, muchos creen que sus peores pesadillas son malas, pero no; yo soy peor que todo aquello que imaginan. Conozco cada miedo y me alimento de él, conozco cada mentira y me fortalezco de ellas, conozco cada secreto, yo, simplemente yo; soy todo aquello que se va a encargar de volver cada trozo de este lugar en un verdadero infierno. ¿Quieres encontrarme? ¡Adelante! Pero recuerda que el ciclo no se puede romper, estamos destinados a caer cara a cara. Ni siquiera ella te podrá ayudar”
Sus ojos volvieron a cerrarse y el ritmo cardíaco disminuyó hasta volver a la normalidad.
El bosque recuperó su habitual ruido de naturaleza salvaje donde las aves armaban una hermosa orquesta, pequeños animales corrían de un lado a otro y el agua del arroyo fluía lenta, pero melódicamente por su caudal.
—¿Kran? — preguntó Marie con un leve temblor presente en su voz — ¿Puedes acercarte tú a comprobar si está bien?
—No sé qué decirte — contestó algo inseguro con una sonrisa en su boca.
Se acercó lentamente a su compañero. Este yacía plácidamente dormido, ajeno a todo. Por su frente resbalaron dos gotas de sudor que se terminaron perdiendo en su pelo
La hierba a su alrededor se había marchitado, en esta habían algunos insectos muertos con las patas hacia arriba, incluso los árboles habían adquirido un tono cobrizo; a pesar de que el otoño estaba lejos de llegar. El ambiente se había quedado apagado, como si la naturaleza hubiera envejecido varios años de repente.
Situó su mano sobre la yugular de Marcus y sintió como su corazón latía tan normal como siempre. De hecho, incluso su cara había adquirido mejor color y sus pecas habían aparecido de nuevo.
«Nadie diría que lleva inconsciente varios días»
La situación era surrealista. Esa voz no abandonaba su cabeza, la había oído, pero... ¿Dónde?
Marie se hallaba varios pasos tras él con un rostro de preocupación que parecía no quererla abandonar, y Kran; bueno, solamente pensaba en la posibilidad de que su compañero no despertara en un tiempo más.
—Lo mejor será que nos pongamos en marcha hacia Ciudad Harryn — comentó la rubia con un tono algo apagado — Sus habitantes no son muy hospitalarios, pero sabrán como tratarlo. Además, esta amenaza necesita respuestas.
Kran asintió levemente y comenzó a recoger todos los objetos del campamento improvisado. La tarea fue rápida, sobre todo por lo poco con lo que contaban.
La brisa continuaba soplando ininterrumpidamente, costaba creer que unos minutos antes, en ese mismo lugar hubiera sido pronunciado un discurso semi apocalíptico. El aire adquirió su habitual olor a bosque virgen lleno de vida.
Unos minutos después ya todo estaba listo: los caballos cargados, las bolsas colgadas sobre las monturas y Marie a la espera de Kran.
Este tenía que cargar a su compañero y dejarlo sobre el caballo, algo sencillo teniendo en cuenta su fuerza física.
Lo tomó entre sus brazos con total facilidad, la escena era bastante rara: un hombre de casi dos metros sosteniendo a otro entre sus brazos, no era algo de todos los días. O al menos eso pensó Marie que se hallaba envuelta en una tormenta de carcajadas, algo que a Kran no le sentaba muy bien.
—¡Deja de burlarte! Lo vas a cargar tú.
Las carcajadas de Marie solo aumentaban ante el enfado de su compañero.
—Compréndelo Kran, es cómico.
Para el asombro de todos, Marcus estaba totalmente consciente, aunque su repentina intervención asustó a su compañero; quien lo dejó caer. Cayó contra el suelo de tal forma que incluso la rubia bajó rápidamente del caballo para socorrerlo.
—¡Joder Kran! Casi me matas — comentó mientras colocaba sus manos sobre su trasero, la zona más afectada durante la caída — Para la próxima te dejo cargarme y punto.
Su voz sonaba algo cansada, sin embargo, sus habituales comentarios carentes de gracia volvían a brotar de su boca, algo que sus compañeros agradecían.
Recibió ayuda de sus dos acompañantes, quienes le ayudaron a subir al caballo.