The Other Side

Isla del Silencio

 

—Aun no entiendo cómo te dejaste convencer para meternos en el lugar más peligroso de este continente, en serio Kran. ¿Estás loco o qué? — Marcus llevaba las últimas dos horas alternando entre discutir y protestar. Por lo general solía ser el más lento a la hora de caminar, pero ahora aceleraba el paso con tal de poder echarle la bronca a su amigo.

—No seas tan duro cara bonita, Kran lo hizo por una buena razón — Para su suerte, Marie lo intentaba defender, aunque ni así se libraba.

—¡No Marie! Estamos hablando de ir a un lugar donde hay plantas que te comen en dos segundos, y donde el tamaño promedio de cualquier animal es el doble del mío.

—Ahora resulta que es mi culpa que seas enano y que por eso vayas a morir — intervino Kran buscando relajar el ambiente, pero no funcionó. Solo consiguió enojar más a Marcus

—Iros todos a... — Abrió su boca, pero después de ver las malas miradas que le dedicaron sus compañeros decidió simplemente cerrarla. Abrió la mochila que llevaba y sacó la urna que Marie les había dado en Pueblo Diamante.

Comenzó a lanzarla de una mano a otro, parecía un niño pequeño, solo que la pelota era cuadrada y existía la posibilidad de que fuera uno de los artefactos más buscados del lugar.

Era increíble la capacidad que tenía Marcus de distraerse con cosas mundanas, para cuando quizo darse cuenta ya habían cabalgado casi hasta la orilla del pantano.

El frío se había marchado completamente, en su lugar quedó la humedad y los insectos que parecían cooperar para desangrarte y dejarte todo tipo de heridas.

—¡Joder! — gruñó Kran mientras se daba un manotazo directamente en su cuello, cuando quitó la mano pudo ver que había un rastro de sangre considerable en su lugar.

—Siempre buscan al de más sangre — comentó Marie bajándose del caballo — Lamentablemente tu estatura te juega en contra — Rebuscó en la mochila que portaba y sacó un pequeño frasco con un líquido verdoso y un olor fétido— Úntate esto, quizás espantes a la mayoría.

—¿Y si mejor no se lo das y que él nos desvíe los insectos? — preguntó Marcus, todavía seguía jugando con la urna, ya empezaba a ser preocupante esa afición que había adquirido.

Marie asintió levemente y dibujó una sonrisa que dejó a la vista sus blancos dientes.

—También es una opción, no lo había pensado.

Pasaron un par de minutos observando los alrededores en búsqueda de algo útil, sin embargo, no había mucho a la vista. El terreno se dividía en dos partes: por un lado había una inmensa llanura helada con la escasa vegetación que la acompañaba, por otro había un muro de árboles que parecían dividir mágicamente aquellos dos biomas tan opuestos.

El pantano era bastante imponente, aun sin entrar podían ver cómo los árboles se alzaban fácilmente sobre los veinte metros de altura, había sonidos muy variados que llenaban el lugar, convirtiendo esa zona en una pequeña orquesta de sinfonías salvajes bastante melódicas.

—Supongo que habrá que entrar — comentó Marcus algo inseguro. Guardó en la bolsa la urna y la cerró — Con un poco de suerte podremos llegar al centro y salir intactos.

—¿A quién intentas convencer, a nosotros o a ti mismo? — Se burló la rubia dirigiéndole una mirada pícara.
—Tenemos que soltar a los caballos antes de entrar, no sabemos qué pueda pasar con ellos.

Los tres se colgaron las bolsas del hombro y entraron cautelosamente hacia el inmenso infierno verde que se hallaba ante ellos, sin saber que dentro el mayor de los peligros no sería la naturaleza.


El pantano era más tranquilo de lo que parecía a primera vista, vieron varias plantas y algunos animales, pero de momento ninguno había intentado devorarlos; a excepción de un pequeño reptil que intentó morder a Kran, como resultado este lo decapitó con su hacha. Los árboles no dejaban pasar mucho la luz solar, de hecho, la poca visibilidad que tenían era provocada por unas pequeñas enredaderas que alumbraban con gran fuerza el lugar, de no ser por ellas el pantano se hallaría a oscuras. A medida que se internaban las aguas adquirieron un tono oscuro bastante siniestro, no podía verse el fondo a pesar de estar a solo unos centímetros.

El silencio ensordecía los oídos, ni siquiera Marcus, que era el más hablador de todos abría la boca por miedo a romperlo y que algo fuera a por ellos.

Media hora después la calma fue interrumpida por el graznido de un ave amarilla que los observaba desde la rama de un árbol. Todos la miraron por unos segundos, esta ladeó su cabeza y despegó a toda velocidad, en cuestión de segundos ya había desaparecido entre el tupido follaje del lugar.

—Debo reconocer que me tranquiliza encontrarme con ese bicho antes que con un Crusher * — comentó Marcus aliviado mientras sonreía.

—Por primera vez concuerdo con él — Marie se hallaba justo a su lado y por un segundo el ruido la había hecho sobresaltarse. Decidió ponerse en la retaguardia, para evitar más sorpresas.

—Me gustaría saber qué hora es, — dijo Kran mirando hacia las inmensas enredaderas que cubrían el cielo sobre ellos — pero tenemos un techo natural que tapa el Sol — Abrió la bolsa y tomó una pequeña moneda que emitía un parpadeo dorado bastante tenue, la observó por unos segundos y la volvió a guardar — Según esto ya casi anochece.

—¿Qué es? ¿Una moneda solar?

—Sí, me la dio Willbur antes de que nos fuéramos.

—¿Te dio algo más? — preguntó Marcus contemplando cuidadosamente el agua negra sobre la cual caminaba — Dime por favor que te envió con algo más que una moneda que brilla.

Kran volvió a abrir su bolsa, la removió por unos segundos mientras buscaba entre las provisiones que llevaban encima. Había comida como para sobrevivir un mes y algunos objetos bastante peculiares que comenzó a nombrar a medida que los sacaba.

—Pues me dio varias cosas. — Sacó un espejo cuadrado que tenía en la parte posterior una serie de símbolos que parecían decoración —. Esto me dijo que lo usaría para comunicarse con nosotros —. Lo observó por unos segundos con cierta duda — espero que sirva, me dio también una Llama Eterna, al menos estaremos iluminados por la noche —. Puso ambos objetos de vuelta a la bolsa y sacó unos bastoncillos blancos de no más de treinta centímetros de largo y unos siete de diámetro — Me dijo que esto lo usaramos en casos extremos de peligro  — dijo mientras los devolvía a la bolsa.



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En el texto hay: magia, alta fantasia, artefactos magicos

Editado: 03.01.2024

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