Capítulo 8: Alianzas Frágiles

El amanecer comenzaba a desvanecer la oscuridad de la noche cuando Laura y Nicolás llegaron al hogar de David. El pequeño refugio de madera, ubicado cerca del río, parecía más acogedor de lo que recordaban, aunque el tiempo había dejado su huella. David los esperaba en el porche delantero, su rostro mostraba una mezcla de cansancio y determinación.

— Gracias por venir tan temprano — dijo David, abriendo la puerta para dejarlos entrar.

Laura sostuvo el cuaderno de Hugo con firmeza mientras entraban en la casa. El ambiente interior era cálido, contrastando con la fría brisa matutina que entraba por las ventanas abiertas. Habían convertido su hogar en un centro de operaciones improvisado, con mapas y notas dispersas por la mesa del comedor.

— Tenemos que hablar —comenzó Laura, dirigiéndose directamente a David—. Encontramos algo en el río.

David tomó asiento, su mirada fija en el cuaderno que Laura sostenía.

— ¿Qué es exactamente? — preguntó, aunque ya podía intuir la importancia de lo que iban a revelar.

Laura señaló la página con la inscripción de María.

— Este anillo. Lo encontramos cerca del claro en el río. Tiene su nombre grabado. Parece que María sabía algo, algo que quizás le llevó a este lugar.

Nicolás asintió, añadiendo:

— Además, las coordenadas en el cuaderno nos llevaron exactamente aquí. Hugo estaba buscando algo específico, pero nunca explicamos qué era. Ahora, con la desaparición de María, creemos que todo está conectado.

David se frotó la barbilla, pensativo.

— Esto no es una coincidencia. Si Hugo estaba investigando algo, y ahora María está desaparecida, hay algo más grande en juego. Algo que quizás involucra al propio pueblo.

Laura asintió, sintiendo el peso de las palabras de David.

— Exactamente. Y necesitamos tu ayuda para seguir adelante. No podemos hacerlo solos.

David miró a ambos, su expresión más seria.

— Estoy contigo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras algo sucede aquí. Pero necesitamos ser cuidadosos. Si hay personas en el pueblo que no quieren que sepamos la verdad, podrían estar vigilándonos.

Nicolás tomó el mapa nuevamente, trazando con el dedo el recorrido desde su descubrimiento hasta el claro del río.

— Tenemos que seguir buscando. Quizás hay más pistas ocultas. Tal vez algo que Hugo dejó atrás.

Laura decidió cambiar el enfoque.

— También deberíamos hablar con Clara. Ella sabe más de lo que nos ha dicho hasta ahora. Y quizás Hugo tenía aliados que aún están aquí.

David asintió, comprendiendo la importancia de involucrar a todos los que podían tener información.

— Buena idea. Mañana iremos a hablar con Clara. Ella puede darnos una perspectiva diferente sobre lo que Hugo estaba investigando.

El grupo se reunió alrededor de la mesa, revisando las notas y planificando sus próximos pasos. La colaboración entre ellos era crucial, pero también sentían la tensión de lo que podrían descubrir. Cada pista los acercaba a la verdad, pero también los sumergía más en el misterio que envolvía a Santa Lucía.

Mientras cerraban la reunión, una sensación de urgencia se apoderó de ellos. Sabían que el tiempo era esencial y que cada día que pasaba, el misterio se volvía más intrincado y peligroso. Sin embargo, la determinación de descubrir la verdad los mantenía unidos, enfrentando juntos los secretos que el río de Santa Lucía escondía.