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Esa misma tarde, Grayson pasó a recogerme en el departamento para ir al lago, a una hora lejos de la ciudad. Solíamos ir de niños con nuestros padres y aún conservamos esa misma tradición, eso si nuestros horarios lo permiten. En temporada de Luna Azul, la luz nocturna se extiende por el lago, pintándolo por completo de un brillante color parecido al del océano. De ahí el nombre de nuestro pueblo. Muchas familias y parejas suelen ir a acampar cerca del lago durante la temporada, solo para esperar a ver aquél fenómeno. He apreciado su aparición una vez, cuando mi madre me llevó a hurtadillas de mi padre al lago. Era casi medianoche e ir hasta allí implicaba peligro, pero eso no nos impidió pasar sobre todo para poder ver de cerca aquella maravilla. Esa fue la primera y última vez que vi la Luna Azul con mi madre. Una semana después no supe de ella.
― ¡Eh, amigo! ¿Vas a venir a ayudar o te quedarás viendo como los mosquitos te comen vivo? Esto empieza a cansarme.
― Lo siento ―Sacudí mis pensamientos y dejé escapar una sonrisa. Me imaginé lo idiota que me he de haber visto con la mirada en el vacío― ¿Ya terminaste?
― Si, solo falta traer la carnada ¿Puedes ayudar con eso? ―Dijo Grayson, señalando una cubeta y unas cañas de pescar a lo largo del muelle―No quiero darme el crédito por todo, hoy nos vamos de pesca.
― ¿Pesca? ―Esa idea me hizo arrugar el puente en mi nariz― ¿Consideraste el hecho de que no me gusta pescar?
Él con un alegre ademan, alzó la visera de su gorra, dejando relucir sus brillantes ojos al sol y colocando sus pulgares a través de las trabillas de sus bermudas.
― Claro, como el hecho de que odiabas tomar café y ahora no haces otra cosa por las mañanas ―Replicó él, encogiéndose de hombros― ¿Al menos lo has intentado?
Eso no lo había hecho intencionalmente, quizá lo haya olvidado. Él no sería capaz de hacer relucir los archivos viejos en mi memoria sólo para fastidiarme. Pero aquello había dado justo en el blanco, como un juego de dardos.
― Sí, cuando era niño… ―hice una pausa y viaje al pasado― con mi madre.
La manzana en su garganta hizo un rápido vaivén vertical.
Grayson era mi mejor amigo, de ojos claros, sonrisa Colgate y cabellos casi de oro. Se acercaba más al tipo sacado de revistas de modelos masculinos. El típico chico que te puedes imaginar actuando una película de acción y con el que las chicas se suelen ruborizar si les sostiene mucho tiempo la mirada. Ha sido así en la escuela y mucho más ahora en la universidad.
Era un chico bastante agradable a la vista y con un carisma único. Un idiota en ocasiones, pero no le doy vueltas a eso porque sabe cómo subirme los ánimos incluso cuando no estoy en condiciones de sonreír. Lo considero parte de la familia. Tanto él como el señor Anselmo, ambas son personas por las que estaría dispuesto a dar la cara. Ellos han luchado a mi lado y planeo hacer lo mismo. No sabría decir lo mismo de mi padre, él tiene un modo diferente de ver el mundo. Desde el incidente prefiere estar ocupado en sus labores que prestar atención a cualquier otra cosa. En parte, suelo entenderlo, pero llega un momento en que no sé si tenga remedio seguir optando por hablarle.
¿Por qué siempre me hace sentir culpable? Yo también tengo que cargar con la muerte de Ada, no es cosa nueva. Lleva años muerta y aún sigue actuando como si todo hubiera ocurrido días atrás.
― Lo lamento amigo, podemos dejar esto y hacer nuevos planes.
Sobé mi nuca y le dediqué una débil sonrisa. Levanté la cubeta con la carnada y di un salto en el bote, provocando ondas en el agua y meciéndome al compás de la pequeña embarcación. Me senté en primer asiento de la proa, aguardando por Grayson.
― ¿Esperas una invitación? ¡Vámonos ya! Esos peces no se atraparán solos.
Sumergí mi mano en el agua una vez Grayson entró en el bote y empezó a conducir el motor a un ritmo acelerado. Varias gotas me salpicaron y se deslizaron velozmente por mi rostro, con la brisa empujándole. El agua de alguna manera empezaba a alojar el miedo en cada uno de mis poros, me parecía que el lago tenía un aspecto más turbio que de costumbre. Incluso el clima era denso, casi apagado y había mucha brisa. Me sequé la mano con el borde de mis bermudas y me agarré más al asiento.
Era miedo.
¿Miedo?
He estado en este lugar tantas veces que jamás me he dado cuenta lo mucho que puede llegar a asustar merodear sobre las aguas. Miré a Grayson por encima de mi hombro, no parecía expresar lo mismo que yo. Tal vez el mal día me hacía ver las cosas desde otro ángulo, O quizás era la pesadumbre oprimiendo mi piel, queriendo ganar una batalla por la que no era capaz de pelear.
“Algunas veces las nubes intentarán cubrir el sol, pero que no lo veas no significa que la luz se haya extinto”
Me repetí una y otra vez sus palabras. Mi madre siempre sabía que decir en el momento indicado y eso apaciguaba mis descontrolados estados de ánimo. Me reconfortaba saber que mi madre aún se mantenía en mí, que su voz y sus palabras aún podían guiarme. Aunque ocasionalmente no fuese suficiente con recitar sus palabras, aún la recordaba. Y recordarla era mantenerla con vida.