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― Pasemos por la tienda antes de ir al departamento. Tengo que ver cómo le va al Señor Anselmo.
Grayson sonrió fugazmente bajo la oscuridad. Ya la noche nos había capturado de camino al pueblo y lo único que nos mantenía ubicados, eran los faroles del carro iluminando el asfalto a nuestros ojos. Los espesos árboles a los costados cerraban más las vías, como un interminable túnel a LakeBlue. Parecía una escena sacada de una película de terror. Pocos autos pasaban por la carretera, la gente suele tomar el tren porque es más rápido cuando salen del pueblo.
― Claro, pero no demores o me sumare a la comunidad de caníbales y serás el primero en entrar en mi estómago.
― Intentaré no demorar, pero no prometo nada.
― No juegues con mi hambre, amigo. Sabes lo que sucedió en el Festival de invierno.
Grayson había perdido el apetito por dos días a causa de una fuerte gripe y dolores de cabeza en esa época. Creyó que moriría si no comía pronto y cocinar él mismo su comida iba a tomar varios minutos de sufrimiento frente al olor a carne asándose, por lo que decidió ir al Festival. Para su suerte, ese año montaron los preparativos cerca de su casa y acabó dejando vacío un stand de comida. Nadie le creería si lo divulgara, su cuerpo sigue siendo firme a pesar de todo lo que come, pero yo si le creí. Era Grayson, una aspiradora de comida que no tiene fondo.
― Empiezo a preguntarme, cómo ha de saber Ethan a la parrilla ―Comentó, rascándose la barbilla.
― ¡Oh, no por favor! Tengo hijos que alimentar.
― Los alimentaré yo con tu carne, no te preocupes.
Golpeé a Grayson sobre el hombro mientras ambos reíamos. Quizás en una escasez de comida él sería capaz de hacerlo si le doy mi consentimiento.
― Iré tan rápido como tu cuando quieres ir al baño.
― Muy bien ―Dijo si apartar la vista del camino y palmeando mi espalda. ¿Acaso era una especie de premio? ―Ya nos estamos entendiendo.
☾ ☾ ☾
Una vez en la tienda de antigüedades, noté las luces encendidas en la parte de atrás de la tienda. Así que bajé del auto y caminé hasta la puerta trasera. Le oí a Grayson decir algo al bajar la ventanilla, pero no pude descifrarlo. Su voz se perdió en el ruido de otro carro cruzando la calle. Lo más probable era que me haya dado una última advertencia para que no demorara.
La puerta trasera estaba cerrada, siempre lo estaba, pero yo conocía la manera de entrar sin problema. Había una llave escondida en un pequeño orificio de la lámpara de pared, nadie la vería si no sabían dónde se oculta. Su color negro opaco se pierde con el diseño de la lámpara, incluso para mí era difícil verla a simple vista.
Abrí la puerta y miré alrededor, no había rastro alguno de Anselmo.
― ¿Señor Anselmo? ―Murmuré despacio.
Entonces noté la puerta del sótano abierta. Se me pasó por la mente la imagen de él recogiendo los trozos rotos del jarrón roto, me sentí mal por haberlo dejado. Hubiese barrido si no me hubiera pedido que me fuera. Nunca voy en contra de sus órdenes, nadie con un buen corazón lo haría. Lo menos que una persona de la tercera edad quiere, es tener emociones fuertes o estrés por cosas minúsculas.
Anduve despacio hasta el sótano y bajé las escaleras con lentitud, inseguro de estar ahí. No había vuelta atrás, pues ya los tablones de madera vieja habían delatado mi posición. El Señor Anselmo se encontraba sentado en unas cajas que resguardaban objetos sin desempacar para la tienda. En su regazo tenía aquel cofre florido que había visto por primera vez en la mañana, cuando el jarrón fue a dar al suelo. El anciano me dirigió la mirada y sonrió haciendo de sus ojos líneas finas. Le devolví la sonrisa con nerviosismo y permanecí al final de los escalones. La luz allí era tenue, como de costumbre, pero abarcaba los lugares correctos en donde se necesitaba de iluminación.
― Ven, siéntate conmigo ―Pidió con suavidad.
Me senté a su lado, sin poner todo mi peso sobre las cajas. No estaba seguro de que pudiesen soportar mi peso, aunque lo hacían sin dificultad con Anselmo. Él rozó su pulgar sobre la herida en mi frente que horas antes era una línea de color carmesí y estiró lado a lado sus labios formando una curvada sonrisa.
― Estoy seguro de que no sucedió en una pelea ―Manifestó, con una chispa de duda en el tono de su voz― ¿Estoy en lo cierto, Ethan?
Asentí.
― Fue un accidente ―Y vaya accidente más tonto. Empiezo a creer que he de tomarme un tiempo para ejercitarme y aumentar mi resistencia, pero es algo que puedo dejar para luego. Mi condición física no está tan mal después de todo.
Mantuve unos segundos la mirada sobre el cofre floreado en su regazo y luego subí la vista hacia él, justo en el momento exacto en que la bombilla parpadeó amenazando con apagarse por completo. El silencio incomodo y aquel ambiente no era el mejor. Y como si intentara complacerme, la luz se detuvo para brillar mucho más que antes. No pude evitar pestañear unas cuantas veces para adaptar mis ojos al ambiente.