The Scar: Soñadores del Destino

Capítulo 4

4

 

Al llegar al departamento, Grayson se apresuró a preparar algo de cenar para ambos. Yo hubiera preferido pedir comida rápida, pero a mi refinado amigo casi le desagradaba esa idea y por más que el ácido de su estómago vacío le estuviera haciendo daño, no iba a detenerse en el autoservicio para ordenar algo que él no vio como fue preparado. Cosa rara pues para comerse todo el menú de aquel stand en el festival, no se quejó de nada.

Tenía planeado preparar algo con la pesca de hoy, pero por lo que sucedió esta tarde esa idea fue descartada. Mientras dibujaba círculos con los dedos en la mesa, podía sentir como mi estómago rugía desenfrenado ante el olor a carne. Me relamí los labios imaginando que el exquisito olor se volvía sólido en mi boca, intentando contener mi apetito antes de correr hasta la cocina y robar un trozo de carne del sartén. Tal y como lo había dicho, Grayson también estaba muerto de hambre y cualquiera hubiera deducido lo mismo por la manera en que condimentaba velozmente la comida. Bastante tiempo tenía de no probar algo hecho en casa y moría por tener el plato entre mis manos de una buena vez.

― ¿Y qué te dijo el buen Ansel? ―Grayson sin duda intentaba deshacerse de los pensamientos primitivos de comer con las manos al no encontrar los cubiertos.

― Firmó los papeles de demolición.

Señale el cajón a su izquierda, donde guardaba los cubiertos. Era divertido ver su rostro de desesperación. No me imagino la cara de las personas cuando ven a Grayson comer.

― ¡Bingo! ―Tomó los cubiertos tan rápido como pudo.

Finalmente se sentó en la mesa junto con los platos e instantáneamente se hizo cargo de atacar el animal procesado en su plato. Casi me impresionó la manera tan rápida en como picaba y se llevaba a la boca los pedazos de carne. Desee que no se atragantara en uno de sus intentos por masticar.

― Se mudará a otro sitio y quiere que le acompañe ―proseguí, deleitándome con cada sabor que explotaba en mi boca.

― Es genial, pero deberías asistir en tus ratos libres a algún curso de fotografía o algo parecido. Digo, no está mal trabajar con el buen Ansel, pero no deberías desperdiciar tus habilidades.

― ¿Fotografía? ―Sonreí al pronunciar la palabra― Lo he pensado, pero es mejor asegurarme de tener fondos suficientes para la universidad antes de darme el gusto con otra cosa

― Estás desperdiciando una oportunidad como fotógrafo amigo, eres muy bueno ―Habló con la boca llena mientras me señalaba con el tenedor.

Sonreí. No recibía comentarios como esos a menudo.

― Y ya que hablamos de eso, te pediré que seas el encargado de tomar las fotos en mi boda.

― ¿Piensas casarte tan pronto? ―Enarqué las cejas― Tienes 19 años.

Un año mayor que yo, solo por meses.

― No he dicho que ahora, solo estoy anticipando una buena oferta por ser tu amigo y por lanzarte al estrellato.

― Idiota ―Dije entre risas.

― Bueno, solo digo que cuando seas famoso cobrarás un ojo de la cara y para pagar todos los gastos de mi boda ya habré perdido el otro. No puedo ser ciego, tengo que ver a mi futura esposa en el altar.

Por supuesto, no podían faltar sus bromas nunca.

☾ ☾ ☾

Terminamos de llenar nuestros estómagos al cabo de un rato. Optamos por distraernos y contar algunas de las cosas que nos han sucedido los últimos días. Grayson contó que conoció a una chica encantadora y llena de espíritu camino al lago. Como lo que siempre decía con cada chica que conocía, ya hasta me resultaba tan cliché sus citas semanales. Solo juega a ir probándole zapatos a todas las chicas que conoce hasta que, como Cenicienta, encuentre su princesa ideal. Quiero decir, a su chica ideal.

Supongo que no era la indicada para mí, decía él. Intentaba convencerle de que se apresuraba mucho en conseguir una pareja de vida. Las cosas llegan cuando tienen que llegar, pero no suele escucharme en casos como esos. Si a mi me llovieran las chicas como a él, usaría siempre un paraguas.

― ¿Algo novedoso que contar, querido amigo? ―Preguntó, inclinándose y poniendo todo su peso en sus brazos. Estaba esperando que confesara haberle puesto el ojo a alguna chica del pueblo. Y por supuesto que no lo había hecho, al menos no teóricamente. Solo aquella chica fantasmal que se presentaba en mis sueños.

―  Si te refieres a eso ―Bajé la cabeza y reí por lo bajo― Nadie más que la señora de los envíos.

― Ah, con que te gustan las que sobrepasan tu edad ―Soltó, cruzándose de hombros.

― ¡Claro que no! ―Golpee su hombro por el comentario, imaginándome estar en el bar de Dolce Rave junto a señoras de avanzada edad buscando alguna presa joven. Gracias, pero yo no soy de esos tipos.

― De hecho, si hay alguien.

― ¡Increíble! Ethan Miller finalmente consigue una cita. Esa podría ser la primicia en los periódicos ―Aplaudió, alzando los brazos como si rogara al cielo ― ¿Y quién es la afortunada?

Desvié la mirada. La conversación estaba llegando más lejos de lo que quería.




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