Sería una mentira si dijera que era la primera vez que experimentaba una situación donde su vida estuviese en riesgo.
No era nada para sentirse avergonzada, pero tampoco para sentirse orgullosa.
Los músculos, incluso los huesos. Regina podía sentir un dolor punzante que empezaba donde la bala hizo contacto con su pecho y se esparcía por el resto de su cuerpo.
Al principio estuvo asustada, pero ahora no tenía miedo, no por ser una mujer ruda o de increíble fortaleza mental, simplemente se dijo a sí misma que tenía que ser valiente, no por su propio bien, sino por el de alguien más.
Entre los brazos de Regina, la pequeña niña que cargaba temblaba suavemente, aunque no podía ver sus ojos debido al extraño visor que tapaba su vista, Regina estaba más que segura que los ojos de esa pequeña tenían una mirada aterrada.
Se supone que el terror es un estado extremo del miedo, por definición son la misma cosa, pero a pesar de que Regina no tenía miedo, sí estaba aterrada, no importa la falta de lógica que suponía ese razonamiento, ella se sentía así.
No tenía miedo porque su mente seguía trabajando, sabía lo que estaba haciendo y comprendía que este problema era grande, muy grande. El miedo paraliza a las personas, ser víctima de él siempre acaba en un callejón sin salida, el miedo vence a la mente.
¿Entonces qué era lo que aterraba a Regina? No era la incertidumbre por su propia seguridad, era el simple hecho de que alguien quería poner sus manos en el pequeño ángel que llevaba en brazos.
Regina no vivía en una burbuja color rosa, sabía de la crueldad del mundo, y de todos los crímenes atroces que existen y acontecen a diario, pero de todos, los males perpetrados contra los niños o que los dañaran ya sea directa o indirectamente, a Regina le parecían abominables e imperdonables.
Tal vez por eso en lugar de hacerse a un lado y asegurar su supervivencia se levantó para salvar a esa niña del destino incierto y cruel que estaban planeando para ella,
- Exhibirla o venderla –
- Exhibirla o venderla –
- Exhibirla o venderla –
Las inconcebibles palabras de esa mujer no se borrarían de la mente de Regina fácilmente.
¿A cuántas cosas horribles y atroces quedaría expuesta esa alma inocente si ella no la protege?
A paso rápido, Regina ya había caminado por unos 10 minutos, no parecía que alguien la estuviera siguiendo, era casi cerca del mediodía, la adrenalina corriendo por todo su cuerpo comenzaba a desaparecer poco a poco, de manera inversamente proporcional, el cansancio entre llevar cargando a la niña, el desgaste mental y el dolor causado por la bala que golpeó su pecho se hizo más notorio.
Regina bajó a la niña de sus brazos, ya no temblaba, pero estaba inquieta, por lo que rápidamente tomó la mano de Regina.
En su huida de aquél edificio, Regina se olvidó de quitarse su delantal, por supuesto era comprensible en tal situación, pero ahora estando en la calle necesitaba no llamar la atención, así que se lo quitó y lo guardó en su bolso, como si el destino le tendiera la mano, un taxi libre iba pasando, al cual llamó de manera automática, necesitaban irse de esa zona.
Tras unos 15 o 20 minutos de viaje, el taxi llevó a Regina y a la pequeña al destino solicitado, que era el centro de la ciudad.
Manhattan en pleno mediodía, traicionando las expectativas de Regina, no iba a ser posible que anduvieran por las calles sin llamar la atención.
Regina siendo como es, era otra simple persona más que se perdería entre los mares de gente y sería olvidada de la memoria de cualquiera en tan solo un segundo, pero la pequeña a su lado, esa niña tan hermosa como un ángel jamás podría pasar desapercibida.
Esa piel como de fina porcelana, ese largo cabello plateado que brillaba aún más hermoso bajo el radiante sol, pero sobre todo esos aparatosos y sospechosos lentes que cubrían sus ojos eran en conjunto una visión extravagante.
No había persona que simplemente pasara de largo, era como si todo mundo no pudiera evitar mirar a la niña que caminaba de la mano de Regina.
Eso no podía seguir así.
Regina necesitaba hacer algo al respecto, la idea que tuvo fue sencilla, junto con la niña entró a un centro comercial.
Un disfraz, si Regina ocultaba la apariencia de la niña, entonces sería más fácil moverse sin llamar la atención.
Como estilista, le fue muy fácil conseguir todo lo necesario, después de hacer sus compras, llevó a la niña a un vestidor. Lo primero, Regina recordó las palabras de la mujer llamada Sam, “bajo ninguna circunstancia le quites los protectores”, usando su pensamiento de persona común, Regina creyó que era algo inaudito y cruel el mantener los ojos de un niño en la “oscuridad”, parecía alguna clase de maltrato.
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Editado: 24.04.2020