Narrador externo.
Mientras Eleannor logró controlar sus poderes, le hizo creer a Madison aquel hecho.
No llegó a matarlos, se lamentaría de dos cosas: de matarlos, y de ser estúpida.
Eleannor hizo un conjuro logrando así que el cuerpo de Laurence no se mueva y sangrara sin darle tiempo a defenderse.
En el caso de Madison, paralizó su cuerpo desde que se detuvo, logrando así, dejarle quieta sin que lo notara y controlando sus poderes.
Eleannor era conciente de que sus disparos no les harían nada, solo dejarlos mortalmente heridos.
¿Por qué una pistola? Porque sabía perfectamente de que los magos y ninfas modernos no restían eso, tampoco las brujas.
Al darse cuenta, era tarde. Las alarmas policiacas sonaban cerca, y no le daría tiempo a correr. Solo...Se dejó hacer.
Preguntaron varias causas de por qué hizo aquello, respondió sinceramente diciendo que era estúpido, pero potente. Ella no sabía controlar sus sentimientos y mucho menos las reacciones de estos. Así que se dejó llevar por su alter ego, quien saca sus lados más estúpidos e imbéciles de ella.
No le gusta, le hace ser mala con los que quiere, pero para ella es inevitable y más si tiene problemas de ira.
Ella repetía una y otra vez la imagen en su cabeza de sus dos mejores amigos tendidos allí, en el fresco pasto verde y recién podado junto a la pila de troncos viejos apilados todos en una pirámide.
Decía en su orazón que lo sentía, pero su cabeza decía que debió acabar con eso de una vez por todas. Dijo en voz alta que quería condena, ella misma expresó el número veinte con una dulce voz inocente, quería eso por medio homicidio y utilizar poderes en un área restringida para las brujas.
Se condenó ella misma, a una pena que será imposible cumplir...Porque la sádica Eleannor estará devuelta pronto para terminar con esto.