The Unicorn and the Dragon.

Dos.

Desde aquel día en el que sus almas por fin se encontraron y sus corazones se unieron creando así uno solo, el unicornio y el dragón se hizo inseparables, los dos animales pasaban todo el tiempo que les era posible juntos haciendo todo lo que un día habían tenido miedo de hacer.


 

Todas las mañanas el unicornio galopaba hasta el castillo con un par de flores amarillas y verdes las cuales le recordaban a su hermoso dragón, se había puesto la meta de llenar el castillo del gran animal de flores, flores que le recordaran a su amor, para así lograr que el lugar no volviera a verse triste nunca más; el castillo se miraba cada día más hermoso y colorido logrando así llamar la atención de los demás miembros del clan de unicornios los cuales meses después de que las flores comenzaran a aparecer decidieron ir a investigar ese “misterioso” suceso.

 

Vaya sorpresa fue para los equinos ver a uno de los suyos durmiendo plácidamente junto al temerario dragón el cual cubría a este con una de sus grandes alas intentando darle calor, no podían creerlo, ¿Cómo era posible que el unicornio estuviera tan cerca de una bestia como esa?

Solo había dos explicaciones que los seres tenían para tal acto tan “atroz”, ellos tenían muy claro que el dragón no iba a comerse a su amigo, si fuera a hacerlo el animal no estaría durmiendo tan cómodamente junto a él, por lo que descartando esa idea solo pudieron pensar en algo que para ellos era sumamente asqueroso.

 

-Esto está mal, ¡es una abominación! -Exclamo uno de los unicornios levantándose sobre sus patas traseras dejándose caer segundos después haciendo que la tierra vibrara debajo de el, casi podría decirse que temerosa por el acto que estos majestuosos seres estaban por hacer.

 

-¡Debemos quemar al dragón, junto con el unicornio! Eso está mal, no debemos permitirlo. –Comento otro comenzando a relinchar golpeado el suelo con sus patas delanteras al igual que su compañero incitando esta vez a que los demás hicieran lo mismo en señal de aprobación. 

 

- ¡Si, quemémoslos! Que mueran de una buena vez. –Todos los unicornios se levantaron sobre sus patas traseras de acuerdo con la idea que acababan de tener, no iban a permitir que ese tipo de cosas sucedieran en su “tierra”

 

Así que, después de acordar su plan los animales regresaron a la pradera en espera de la media noche hora en la que el unicornio regresaba del castillo, quizá y podrían convencerle de que lo que hacía estaba mal, que todo eso era una abominación.
 

Si este no quería razonar con ellos galoparían a primera hora de la mañana hasta el castillo a quemar este con el dragón dentro, ya verían como deshacerse del unicornio después.

 

La siesta de los dos enamorados se extendió hasta que la luz de la bellísima luna de aquel mágico lugar comenzó a brillar iluminando la estrellada noche, el frio que esta traía consigo logro despertar al dragón, quien, con suma delicadeza removió a su único y más preciado compañero intentando despertarlo para que volviera a casa antes de que los otros unicornios comenzaran a buscarle. Una vez que logro mirar los oscuros ojos del unicornio abrirse pestañeando un par de veces como este acostumbraba a hacer al despertarse le dedico un pequeño y casi inaudible gruñido indicándole lo tarde que era logrando así que este se sobresaltara levantándose rápidamente temeroso con la idea de que sus compañeros se enteraran.

 

- Creo que tengo que volver con el clan ahora. –Murmuro sacudiéndose un poco logrando así remover su hermosa crin rosada.- Quizá y mañana podemos ir por más flores para el castillo, ya casi terminamos de adornarlo todo.

 

El corazón del dragón saltó dentro de su pecho, no podía negar que amaba como su castillo comenzaba a verse. Este antes era tan triste que ponía al dragón de mal humor en cuestión de segundos. 

 

-Me parece bien, pero, tienes que irte ya.- Sentencio el dragón empujando levemente al equino con su gran cabeza incitándole a irse.- Nos vemos mañana.

 

El unicornio le regaló una de sus ya muy comunes “sonrisas” mostrándole sus dientes haciendo que el dragón le imitara segundos antes de que el animal saliera por la destrozada puerta.

 

Una vez que llego al clan pudo percatarse de que todos los miembros de este le estaban esperando con caras no muy amigables, el corazón del animal se agitó temeroso pues sabía que había sido descubierto por sus compañeros.

 

-Eres un enfermo, ¿Cómo puedes convivir con un asesino de unicornios?- Exclamo uno de ellos acercándose al unicornio de crin rosada regalándole una mirada de total desagrado.

 

-El no come unicornios, tuvo que inventarlo para que ustedes dejaran de molestarlo.- El equino intento defenderse plantándose sobre sus dos patas delanteras intentando verse lo más intimidante posible ante sus otros “compañeros”

 

-El miente, va a terminar comiéndote.- El otro animal continuo con sus hirientes palabras bajando sus dos orejas ya bastante molesto con la terquedad de su contrario.- Aléjate de el antes de que lo haga.
 

-No lo haré, nunca, nunca voy a alejarme de él.- Dicho esto nuestro amigo se levanto sobre sus patas traseras relinchando fuertemente antes de comenzar a correr en dirección opuesta al castillo, podía sentir como el mágico dolor en el pecho que sentía al ver a su amado ser se convertía en un dolor horrible y lleno de miedo, un dolor que le helaba la sangre.
 

Si el supiera lo que estaba por pasar en el hermoso castillo el cual el mismo había adornado para su amado nunca hubiera corrido en dirección contraria a él.



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En el texto hay: dragon, amor prohibido, unicornio

Editado: 25.02.2019

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