Los rayos caían sin cesar y la tormenta se avecinaba tras el manto de nubes grises con un tono oscuro cada vez más intenso que cubría el copioso cielo. Pero en la mente de Alex solo se proyectaba una sombra, un ente que vagaba en busca de algo luminoso dentro de su casa, porqué si bien no había resplandor que alumbrara a través de la ventana de su habitación, se podía reflejar por un diminuto velador a su propio reflejo el cual mostraba un rostro agobiado, desalentador y pesimista. Seguido de ello, emitió un gesto que denotaba su cansancio mental y una figura física fatigada que intentaba mantenerse despierto con un largo bostezo. De todos modos, corrió algunos libros de su escritorio, se puso de pie y fue a preparar más café para beber en su larga noche de estudios que le esperaba.
Entre tanto leer, cambiar de página y seguir su lectura sobre Derecho Administrativo, se frustro en su estudio y dejo a un lado todo. Solo para recordar que al día siguiente tenía turno con su terapeuta y como de costumbre cada jueves debía estar presente en el edificio de la clínica desde temprano, porqué sino el tipo pelado que se atiende luego de su sesión y que es muy ansioso, no duda en colarse y arrebatarle su lugar como es habitual. Y por otro lado recordando como siempre las enseñanzas de su padre de estar antes del horario programado, por si se presentasen inconvenientes, para demostrar ser puntual con la hora pactada.
Alex era oriundo de la provincia de Buenos Aires, se ubicaba en la localidad de Tandil y desde pequeño emprendía viaje a las sierras que le fascinaban por su bella vista y así contemplar el hermoso paisaje durante los días de verano. Además de que era un espectáculo para el joven, mirar a las estrellas durante la noche y poder enamorarse del firmamento y los misterios que lo aguardaban en la bóveda celeste como a través del universo entero con el cual siempre soñó en recorrer algún día. Desde niño guardaba revistas, artículos y muchos objetos relacionados con el sistema solar junto a un telescopio, pero su verdadera fascinación, era sobre el tema conocido como objetos voladores no identificados o por sus siglas mejor denominados como el fenómeno de los O.V.N.I.S, que, para Alex era todo un tema increíble y atractivo que lo atrapaba de mucha intriga. Durante las tardes solía ir en bicicleta hasta llegar a un tramo boscoso repleto de árboles que para el niño era un lugar de paz, tranquilidad y calma, pero también un lugar misterioso y de curiosidad para recorrer. Siempre lo llamo el misterio, aunque era muy prudente y a tal punto le latía el miedo por todo lo extraño y desconocido.
Aunque lo que en verdad lo cautivaba a Alex eran las ruinas y lugares en donde había indicios de soledad, de todo tipo de rastros en los cuales el hombre dejo su huella, pero las marcas del tiempo se habían encargado de esgrimir y añejar todo tipo de indicio de supervivencia, a excepción de aquellas construcciones, que eran testigos del pasado remoto, del tiempo y el peso de los años que transcurrían para enterrar a dicha civilización. Así es como Alex, también estaba alucinado con las edificaciones, estructuras o lugares en ruinas abandonados por la mano del hombre. Por esa razón o con ese motivo que lo entusiasmaba, el joven niño realizaba exploraciones urbanas impulsado por la curiosidad e iba en busca de saciar esa hambre de intriga y conocimiento a tempranos horarios del día y regresaba tarde a su casa, por lo que, dado ese motivo de su llegada a horario tardío, era siempre reprochado por sus padres. Pero no desde siempre Alex fue tan explorador, su carisma y gusto quizás comenzaron durante sus viajes de verano junto a su familia al norte de Argentina en donde visitaba provincias con frecuencia, tales como, Catamarca con sus paisajes desérticos y áridos tan imponentes pero su desopilante, atractiva e inefable presencia o La Rioja en donde vivía su padrino y lo llevaba de paseo en motocicleta. Allí en la inmensidad del campo Alex podía contemplar las estrellas y deslumbrase por alguna que otra estrella fugaz pasajera, como también sus caminatas por las sierras y descubrir algún que otro reptil rondando la zona, lagartijas, liebres y zorros, entre otros pequeños mamíferos, también estaban en la lista de deseos y de su espíritu emprendedor de búsqueda o exploración que sentía el niño, por lo que cada vez su apetito de aventura iba creciendo. Una vez su padrino junto a un grupo de hombres habían logrado capturar a un puma, un felino de tamaño promedio, pero feroz, que acechaba la zona. Luego de que lo recompusieron de su pata herida, lo regresaron a las praderas nuevamente y para Alex siempre fue un espectáculo poder presenciar todos esos acontecimientos. Pero ese no era el único destino al cual se dirigía el niño, sino que con su familia viajaban a otros lugares, otras provincias tales como Córdoba en donde era vigente un paraje más parecido a una ciudad y había crecido enormemente, pero sin embargo aun guardaba sus secretos tales como los tan deseosos y ansiados fenómenos O.V.N.I.S que tanto lo cautivaban al pequeño. Recuerdo que relato una vez que había ido a visitar una tienda cerca del tan famoso cerro Uritorco en donde se avistaban, presenciaba y relataban los acontecimientos de avistamientos más famosos y polémicos de tal fenómeno paranormal. En esa tienda había una réplica escala real de un extraterrestre y Alex se sacó una foto junto a tal estatua, solo para percatarse que había una especie de cámara dentro de lo cual era un plato volador la base en donde estaba parado el ser con forma humanoide y al acercarse Alex recibió una descarga de un fuerte chorro de agua fría en su frente, fue muy gracioso. También frecuentaba ir a Tucumán en donde las planicies verdes y vegetación entre las sierras chocando con las nubes eran un espectáculo para su vista y lo hacían imaginar todo tipo de escenarios fantasiosos, como a su vez, lo mareaban en esas subidas y bajadas tan pronunciadas y largas, de todos los lugares jamás espero toparse con tan magnifico encanto y con esos pueblos tan amenos, apartados de todo tipo de urbanización en casi la nada misma. Algo era seguro que tenían todos y cada lugar recorrido, una historia para contar, un relato el cual narrar y algunas de las historias menos atractivas y alucinantes, pero que si eran las más cálidas e increíbles de la cotidianidad. La gente que poblaba cada zona y se relacionaba con él, aunque era solo un niño, para Alex era un gusto y encanto conocer a tantas personas e historias de vidas detrás de cada poblador con los cuales entablaban conversación junto a sus padres; como también recorrer lugares gastronómicos, restaurantes y probar gustos culinarios autóctonos de cada paraje a donde iba de visita junto a su familia o actividades que realizaban juntos en cada salida. Cada momento y parajes donde se detuvieron, lo nutrían de conocimiento y resiliencia, recorridos que para Alex eran algo que siempre quedaba grabado en sus recuerdos y memorias inolvidables para el futuro trayecto de su vida.