Capítulo 12: Ley de Murphy

Desperté con luz del sol entrando por mi ventana, haciendo que arrugue los ojos ante la luz. Me llevé la mano hacia el rostro con sueño y estiré los brazos. Jack dio un gran salto hacia mi cama y comenzó a saltar en ella para que me levantara rápido, con la excusa de que hoy el día está soleado y sin rastro alguno de niebla. No creo que dure mucho porque en pleno invierno, el sol no llega hasta el medio día y cuando lo hace es opacado por las nubes negras de invierno. Miro la hora en mi reloj de muñeca, son las 7:00a.m. Amo a Jack, pero juro que si me vuelve a despertar tan temprano lo voy a matar sin compasión. Una cosa es que quiera levantarse para ir a jugar, que está bien, pero otra muy distinta es que interrumpa mis horas de sueño. No tengo más remedio que levantarme de la cama y a paso lento, ponerme las pantuflas. Camino hacia la cocina casi arrastrada por Jack y al ingresar al lugar, lo encuentro completamente vacío. Por supuesto, todos duermen a esta maldita hora, todos menos yo que me levanté a las siete de la mañana porque un niño de seis años quiere salir a jugar antes de que el sol se esconda hasta nuevo aviso. Con mucha paciencia le paso su leche y para mí me preparo un café, lo voy a necesitar hoy. Tuesto un pan en la cocina a gas y con los brazos cansados levando a mi hermano para sentarlo en una silla. La última semana ha sido completamente agoradora gracias a la lenta recuperación de la horrible peste que nos contagiamos hace ya casi dos semanas completas, pero estamos mucho mejor, el virus se encuentra en retroceso gracias al cóctel de medicamentos que hemos estado ingiriendo y los malestares y gravedad fueron mínimos, pero eso no quita el hecho que, de no ser por Nick, todos podríamos habríamos muerto de una manera horrible, nunca voy a poder agradecerle lo suficiente.

En cuanto a lo que él respecta, las cosas van genial, aunque aún no he encontrado el momento para decírselos a Jack y William, por lo que siguen siendo los únicos miembros de la casa que no lo saben. Me preocupa que el momento perfecto nunca llegue y se enteren por otros medios, o peor aún, que al contárselos, no tengan buena recepción, en especial William. Sin embargo, nuestro pasado no debería ser un inconveniente ya que, ni siquiera constatamos de un "Pasado" como tal.

La puerta de la cocina se abre y me saca de mis pensamientos. Se trata del semblante agotado de Nick entrando a la cocina a desayunar. Miro mi reloj y noto que son las 7:15a.m., bastante temprano para que esté despierto. Detenidamente y sin emitir una palabra le regalo una sonrisa y lo observo con cuidado, notando las grandes ojeras que caen como bolsas bajo sus cansados ojos y su fingida sonrisa.

-Buenos días -. Dice con la misma sonrisa forzada.

-¿Son buenos? ¿O solo días? -. Interrogo sonriendo levemente, pero no obtengo respuesta más que un resoplo de su parte.

Sin decir nada, Nicholas apoya sus manos en la encimera frente a mí y apoya su cabeza en las manos, tallando sus ojos con fuerza.

-Anoche no pegue un ojo -. Dice repentinamente y aún dándome la espalda. - Dormí como 15 minutos, pero desperté con una horrible pesadilla y no pude volver a dormir -. Dice en suspiro mientras voltea en mi dirección. - Parecía tan real... -. Musita mirando el suelo.

Sin decir nada, me acerco a él y apoyo mi cuerpo en la misma encimera a su lado, acto seguido apoyo mi cabeza en su hombro levemente y le extiendo mi taza de café recién preparado, cosa que recibe gustoso y sin pensarlo dos veces le da un gran sorbo.

-¿Se puede saber que soñaste o prefieres no decirlo? - pregunto luego de unos segundos de silencio.

-No es el momento -. Responde mirando a Jack.

El niño nos da una mirada de felicidad, dejando ver a un lado de su rostro, como un hoyuelo se forma en una de sus mejillas. Qué daría por volver a mi infancia, a mis seis años, donde lo único que importaba era vestirse lo más rápido que podía para salir a jugar con los vecinos a las guerras de nieve y los refugios en la casa del árbol.

-¿Ustedes están casados? -. Pregunta Jack, haciendo que Nicholas se atragante con el café al tiempo que a mí se me escape una risa nerviosa.

-Jack...- le digo en reproche.

-¿Por qué preguntas eso? -. Dice Nick con curiosidad y yo lo miro abriendo los ojos para que guarde silencio.

No es ni el momento ni el lugar para tener esta conversación y Nicholas lo sabe. A su edad ya debería saber que no puede caer en los juegos de los niños, pero aún así, lo hace y continúa dándole cuerda como si fuese un juguete.

-Porque el otro día, cuando estábamos enfermos, te vi durmiendo en la cama de Em -. Dice y sonriendo. - Eso lo hacían mis papás.

-Qué observador eres -. Dice Nick y cuando pensé que el tema se había terminado, el castaño se agacha a la altura del niño. - Ven, te voy a contar un secreto -. Susurra lo suficientemente alto para que pueda escucharlo. - No estamos casados -. Vuelve a decir de igual manera y yo respiro aliviada. - Aún -. Termina de decir, haciendo que se me caiga la mandíbula al suelo.

¿Cuál es la maldita idea? Odio cuando estas cosas suceden ¿Acaso quiere confundir al niño y que se lo cuente a Will? Porque lo único que va a lograr es eso. Además, se supone que soy yo la que le va a decir todo a Jack, no Nicholas. Esto se va a salir de control.

-Entonces... ¿Se van a casar? -. Pregunta el niño con confusión.

-No Jack, Nicholas solo está bromeando ¿No es así? -. respondo mirándolo con el ceño fruncido y los puños apretados

-Claro que sí -. Responde sonriendo. - A no ser que tú quieras -. Termina de decir y aprieto la mandíbula con tanta fuerza como para comer concreto.

Ya está, esto llega hasta acá. No voy a permitir que esto suceda. Amablemente, le pido a Jackie que vaya a despertar a Lucy ya que sé que va a demorar varios minutos en esa encomienda. Apenas cierra la puerta a sus espaldas, volteo con brusquedad hacia el castaño, quién revuelve el café lentamente con una cuchara