Me encuentro en el claro del bosque, precisamente en el huerto que habíamos hecho con Lucy. Está enorme y no quiere dejar de crecer, cosa que agradecemos enormemente ya que nos provee con mucha variedad de frutas y verduras. No la misma cantidad que la plantación que se encuentra detrás de la montaña, pero de todas maneras nos ha sido muy útil. Jack se encuentra agachado sacando los tomates maduros para los meterlos en el canasto que lleva en su mano y yo, por mi parte, estoy serenamente sacando las peras maduras del árbol tan solo a unos centímetros sobre mí. Me llevo una pera a la boca y le doy una mordida, saboreando su dulce sabor de la fruta para luego continuar sacando las peras y metiéndolas en el canasto.
Sin embargo, algo disturba mi paz. Una mirada entre los árboles a mis espaldas me produce escalofrío y voltear en su dirección, encontrándome con esos grandes ojos negros clavados en mí. A tan solo unos metros, se encuentra el lobo solitario del otro día, el que se hallaba en el río. Mis manos temblantes, involuntariamente sueltan el canasto, provocando que todas las frutas en su interior rueden por el suelo mojado, empapándose de un fangoso logo que las cubre por completo. El animal me observa con sus ojos penetrantes como si fuesen cuchillos y se mantiene inmóvil en su lugar, simplemente sentado a una corta distancia observándonos realizar nuestras acciones. Un extraño sentimiento de incertidumbre me invade por completo ya que es un animal salvaje y si nos hubiera querido atacar lo hubiese hecho ¿No? No estaría simplemente mirándonos a lo lejos, sentado con calma mientras nosotros, desprotegidos, nos movemos de un lado a otro sin notar su presencia.
El contacto visual con el animal continúa y él se recuesta en su lugar, sin despegar la vista, lo que se me hace cada vez más curioso. El lobo se encuentra totalmente sereno mientras nos observa en silencio como cual madre cuida a sus hijos. Lentamente volteo y sin alarmar en lo más mínimo a mi hermano, sin siquiera advertirle de una amenaza, le indico que es hora de regresar a casa. No nos voy a poner en riesgo porque tengo la sensación de que el salvaje animal no es una amenaza. Con la espalda sudada, los músculos rígidos y el corazón latiendo a mil, nos encaminamos al sendero de vuelta y volteo en dirección al lobo una vez más, viendo como a la distancia se levanta delicadamente, quedando sentado nuevamente mientras nos observa dejar el lugar. Y yo decido, no hablar de esto con nadie, nunca para resguardar la seguridad del animal.
Una vez llegamos a la casa, dejamos las cosas en la cocina y, aún con el corazón en la boca, me puse a cocinar el almuerzo. Ya han pasado algunos días desde que sabemos que Maní ya no es Maní, sino Mary y es extraño pero, por mas que intento visualizarla, no lo logro. No puedo imaginarla, no logro imaginar cómo va a ser cuando nazca y crezca, no tengo dudas de que va a ser hermosa, pero no la logro visualizar en mi futuro, por más que intento. Charles y Lucy dicen que probablemente tenga los ojos y cabellos marrón, al igual que sus padres, pero apuestan a que se parecerá más a Nick que a mí. Por otra parte, William y Jack dicen que será algo más rubia que nosotros, con los ojos marrones y más parecida a mí que a Nick. Yo aún ni siquiera puedo imaginar como va a ser cuando nazca, pero me gustaría que tuviera los ojos azules, como su abuela, mi madre, o que tenga el cabello rizado, como su otra abuela, la madre de Nick.
Él generalmente no habla mucho de sus padres, pero ha dicho lo suficiente como para hacerme la imagen perfecta de cómo eran ellos realmente. También tenemos fotos de ellos colgadas en nuestra habitación y pasillos de la casa. Nick se parece muchísimo a su madre, pero al parecer y por lo que he escuchado, Nicholas es de carácter igual a su padre: De fácil acceso a él, una persona alegre, tierna y dulce como la miel, con una paciencia que ni el mismísimo Dios posee y atento a todos los detalles de las personas a su alrededor, unque algo distraído a la hora de actuar. Nate y Elizabeth Mayers eran sus nombres y siento como si los conociese.
Una vez el almuerzo estuvo listo, Jack puso la mesa y llamó a todos a almorzar. Este es uno de esos días donde, al parecer, nadie ha amanecido con ganas de hablar y el silencio ronda por toda la casa, solo se escuchan los sonidos de los cubiertos contra los platos y de vez en cuando alguna corta conversación entre todos. Mary no se quiere dejar de mover, según Nick tiene hipo y al principio fue tierno, pero ahora me tiene harta. No se ha dejado de mover en todo el almuerzo y aunque es una buena señal, no es para nada cómodo, sobre todo cuando está dentro de ti y no te deja hacer nada en paz.
De pronto, unas nauseas horribles me inundan y corro al baño a vomitar. Definitivamente no está siendo un buen día. Me duele la espalda, los pies y acabo de vomitar y termino completamente exhausta y recostada en mi cama.
Hoy será la primera vez que Jack va a la ciudad, así que en modo de precaución, irán la mayor cantidad de personas posibles ya que, si algo le sucede a ese niño, por más mínimo que sea, los asesinaré a sangre fría. Han decidido que mi única y necesaria compañía será Charles quién además, parece ser el único sin mucho ánimo de salir por primera vez con Jackie.
Cuando todos se marchan, yo me encuentro recostada en mi cama junto a Charles, charlando sobre Mary mientras comemos unas algo añejadas galletas que tenía escondidas bajo la cama. Tengo mucha comida guardada bajo la cama y así, cuando me bajan los antojos, saco algo silenciosamente. El único que lo sabe es Charles, ya que le pedí que sacara las galletas de ahí y de manera inevitable se enteró, provocándole una gran risa.
- ¿Te puedo contar un secreto? -. Suelta el moreno de pronto, tomándome por sorpresa su repentina timidez.
- Por supuesto que puedes ¿No soy tu mejor amiga? -. Respondo regalándole una amlia sonrisa y él me atrapa con su mirada.