Las hipótesis de las investigaciones policiales hablan de una falla general en el mantenimiento del muelle de la zona norte, ya que relacionan las desapariciones de los pescadores con eventos como el incendio de un almacén o los boquetes que poseen algunas naves. La policía, bajo esta excusa, inicio una ardua tarea de vigilancia a gran número de funcionarios públicos sospechosos. Eso fue lo que leyó Syer de un recorte del periódico The Timer, el más importante de Roskhlav.
—¿Cuál es el punto de conectar desapariciones de personas con otros hechos acaecidos en tierra?—Pregunto Syer. Mientras pasaba de página, la siguiente se correspondía a un blog de un periodista local.
—Una cosa es lo que dicen los medios y otra es muy diferente es lo que ve la gente, parece extraño que vivamos en la misma realidad.—Lanza Tyche, quien podía ver por la ventana como empezaba a develarse el infinito del mar, refractando la luz del sol y desdibujando sus límites con el cielo.
Los sucesos que han venido dándose durante los últimos tiempos ha dado de que hablar, no solo a los habitantes de los barrios nortes, sino a toda Roskhlav. El mismo ha sido la desaparición de pescadores, podría no acontecer relevante pues la tasa de desapariciones de este distrito, en comparación a otros estados, es altísima. Lo curioso de este caso llega cuando nos enteramos que ha revivido el imaginario colectivo que atribuye causas fantásticas a estos hechos.
Sin irnos lejos, la esposa de Rinald Kunes, Margot Kunes ha negado la hipótesis de los peritos alegando, en una declaración ante el juez, que ella ya había advertido que se iban a suceder estas desapariciones. Luego de leer esto, Syer pregunto, rascando su cabeza, confundido por no hallar nada más marcado.
—¿Por qué ya no hay nada marcado?
—El sujeto tiene huesos de amarillista, sin embargo, no se hizo mención a una declaración de parte de la esposa en los medios, ni siquiera los secundarios.—Dijo Tecmesa.
—Tenemos un supuesto sobre el cual empezar nuestra búsqueda.—Intervino Tyche.—Recabaremos los datos necesarios para saber si fueron los Meriuders durante el día, iniciaremos la pacificación por la noche.
Luego de manejar por alrededor de unos treinta minutos, llegaron a el rincón de la ciudad cuyo rasgo propio es su efluvio: La zona Norte, o Bahía Kale. Pese a los olores causados por la actividad ictícola, la suave brisa marítima morigeraba los efectos. En las calles se volvían angostas y se volvía recurrente, por naturaleza, ver hombres de mar: pescadores, tripulantes, capitanes, e ingenieros navales; caminando por la acera.
El ruido predominante correspondía con las maquinas de las factorías y las herramientas, y cada tanto, se podía oír los anuncios de ofertas de los puestos callejeros. Los vendedores en general alzaban con orgullo pescados mostrando su sano tamaño. Pero la realidad, para Tecmesa tanto para Syer, es que aquellos productos eran los de menor calidad puesto que los verdaderos pescados se hallaban en los mercados de la zona céntrica.
—Tecmesa, no hemos comido, ¿Cierto?—Inquirió Tyche, alargando y variando los tonos de su última pregunta.
—Seguro, pero no comeremos aquí.—Contesto.
—Oh—Suspiro.—En verdad me apetecía comer un amigo de mar.
Tecmesa y Syer conectaron por un momento, Tyche siempre tenía apetito de cosas extrañas, y no solo en la comida.
Luego de recorrer calles secundarias, aparcaron el auto en un callejón. Sus hermanas bajaron, después, Syer. Quien al poner un pie fuera del auto, noto pisar una especie de neblina en el suelo. La cual provenía de un alcantarillado.
—No me agrada este lugar—Si bien lo pensó, decidió compartirlo en voz alta. Dirigiéndose a Tecmesa.
—A mi tampoco, pero no es como si hubiera otras opciones. Esto viene de arriba.—Le responde.
Comenzaron a caminar por las calles, en rumbo al hogar de la señora Kunes. Syer a la derecha, reservando sus manos en los bolsillos con la cabeza algo inclinada hacia abajo; Tecmesa al centro, con el rostro en alto, llevando la delantera; y Tyche a la izquierda, cuyo semblante compartía con las de una niña que salta la cuerda al caminar.
En su hora pico, las calles del norte de Roskhlav se convertían en un lugar de difícil tránsito pese a que las aceras y calles, de mediano tamaño en comparación con otros barrios de la ciudad. Las gentes de allí pasaban de largo la presencia de aquellos individuos en general, salvo por la mirada de alguna que otra anciana que no les veía cara conocida.
Tecmesa y Tyche se detuvieron frente al umbral de un departamento de tres pisos, el cual poseía un color celeste claro con el marco de sus entradas y ventanas de un matizado blanco socavado y convertido en oxido. Mientras, Syer continúo caminando.
—¿Dónde vive esta mujer?, Si nos falta mucho, ¿Por qué aparcaste tan lejos el au…?
Solo alcanzo a hacer tres pasos antes de darse cuenta de que sus hermanas se habían detenido. Se adelantaron a él y entraron al edificio.
“Gracias por avisar” Pensó Syer. Quien entro al edificio donde se detuvieron con ellas, suponiendo que pertenecía a la señora Kunes.
Dentro, solo había una sala de estar con sillones, dos puertas para ascensores y una que indicaban ser las escaleras. La pintura beige de las pared estaba algo desgarrada por la humedad, y los suelos daban una extraña sensación al pisarlos. Se sentían un poco arenosos debido al relieve de aquellas baldosas. Había también cuadros de pinturas cubistas que parecían hechos por un pintor callejero, que por los colores cálidos de los cuales estaba hecho, chocando con el ambiente del lugar.