Themma

Capítulo 15


DAVID


 

La atarixia a la que se vio sometida Clary en la siguiente semana me dejó estupefacto. Sin duda alguna, era la calma que antecedía al huracán. Estaba seguro de que ella sabía a la perfección por dónde debía empezar su revuelta y, si lo único que nos dedicaba era el silencio, eso indicaba que estaba volcando la mayoría de sus neuronas en la revuelta. Incluso, había llegado a marcar el día exacto de la implementación, el quince de marzo, y había comenzado a tachonear los días en un calendario que había fijado a la nevera.
 


 

—Clary, ¿puedo pasar?
 


 

Aquella joven había puesto patas para arriba nuestra casa y se había adueñado hasta de mi propia habitación sin pedir permiso. Me sentía como un huésped cuando debería ser el dueño del lugar.
 


 

—Pasa —me dijo ella, del otro lado de la puerta.
 


 

Su aspecto era flébil; con su remerón deportivo y un short corto color rojo, se hallaba postrada en su cama, con el teléfono en sus manos, respondiendo los mensajes de sus seguidores, los cuales se habían triplicado en un lapso de diez días de misterioso hermetismo.
 


 

—Aquí hay algo que tenemos que hablar —mi voz sonó más tajante de lo que esperé e intenté endulzar mi expresión antes de proseguir—. No es posible que apenas te aparezcas para comer y luego vuelvas a encerrarte aquí. Esta también es mi habitación y tengo tanto derecho como tú de estar aquí.
 


 

Su rostro se transformó y, por primera vez desde que entré, desvió sus ojos del celular para colocarlos enfrente de los míos, con una mirada penetrante y demasiado hostigadora.
 


 

—Estaba esperando que dijeras eso —su tono era una facticia mezcla de cansancio y amor—, por lo tanto, decidí trasladar todas mis pertenencias al garage el cual, a partir de hoy, se convertirá en mi sala de reuniones. Por nada —agregó, y volvió su vista hacia su teléfono.
 


 

—Sabías que esa no era mi intención. Estás demasiado compenetrada en tu revuelta como para pensar en nosotros.
 


 

Por primera vez en nuestra relación, su mirada pareció más perdida de lo habitual. Era de público conocimiento el hecho de que, un clon separado de la persona a la cual serviría, se moriría a los pocos días, al no poder estar junto a quien alimentaba su vida. O eso era lo que decían las fuentes cercanas al doctor. Siempre había pensado que aquello era demasiado melodramático.
 


 

—Lo siento, sé que no quieres hacerme sentir mal —comenzó—, pero lo cierto es que el tiempo no me sobra y, a no ser que no consiga trescientos mil seguidores en un lapso de quince días, mi revolución estará muerta.
 


 

—Ya sabes que esto es absurdo. No creas que puedes cambiar la visión de las personas en quince días y, además, necesitas un descanso.
 


 

—Lo único que necesita un descanso aquí —sus cejas se enarcaron y su tono de voz superó cuatro veces al normal, señal de que nada bueno saldría a continuación— es esa estúpida máquina crea vida del Doctor Helling.
 


 

No pude argumentar nada contra esa lógica. Me limité a rodear su cuerpo con el mío y a sentir los latidos centellantes de su corazón en mi oído. Aquella muchacha estaba demasiado alterada para escuchar mis palabras. Al menos, me contentaría con las buenas acciones.
 

 

THEMMA
 

 

Comencé a operar en mi oficina improvisada a la mañana siguiente. Cargué una inconmensurable cantidad de basura y debí espantar a tres perros y una rata que habían encontrado en aquel garage improvisado un nuevo hogar. Encargué vía Internet un escritorio y una cómoda silla giratoria, los cuales me servirían en mis trabajos de investigación.
 


 

Thiago se pasó a saludarme en un par de ocasiones, pero tuve que ser cortante con él, más de la cuenta. Le expresé que, en aquella casa, David estaba con los nervios de punta y una dosis de celos no lo ayudaría en absoluto. 
 


 

Trazamos nuestro primer plan tres días después, junto a dos nuevos amigos: Clark, clon que había sido contratado para el número del equilibrista en el circo local, y Estella, una niña de diez años que se autoproclamó ardiente defensora de los derechos humanos. Lo primero que debíamos hacer estaba más que claro: detener la maquinaria del Doctor sería crucial a la hora de terminar con el linaje de esclavitud que estaba surgiendo. Por consiguiente, deliberamos con mucha determinación acerca de lo que podíamos hacer. Además, deberíamos contar con más aliados y algún experto en informática que fuese capaz de desactivar todas las medidas de seguridad. Tal como había aprendido en mi corta vida, organizar una revuelta no tenía nada de sencillo ni emocionante. Clark había insistido en que, una vez hechos todos los planes, sería más efectiva la práctica, lo cual traía consigo mayores probabilidades de éxito.
 


 


 


 

Cada uno recibió una gorra roja y nos comprometimos a desvivirnos con tal de conseguir nuevos aliados a través de Internet. Consideramos, incluso, el hecho de contactarnos con la Princesa Hellie, con contactos en la familia real, buscando ayuda. Teníamos en cuenta su cantidad interminable de administradores, pero no desistimos nunca de intentarlo.
 


 

—En primer término, considero fundamental localizar a nuestro primer aliado, o enemigo, dependiendo de qué lado se decida a tomar él.
 


 

—Se trata de David, ¿cierto? —la chillona voz de Estella denotaba su emoción.
 


 

—En efecto —asentí, sacudiendo mi coleta de caballo hacia todas las direcciones—, aún no está muy convencido de querer ayudarme. Es más, he notado que considera que la idea es absurda e irrealizable. Le daré una última oportunidad.
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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