Themma

Capítulo 21


 

DAVID
 

Decidimos trasladar el resto de sus pertenencias que se encontraban en mi habitación al garage. Desmantelamos el cuartel de Clarissa y arrojamos a un contenedor su escritorio, las cuatro sillas y su ropero atestado de ropa. Luego, volcamos un barril de gasolina y arrojamos un fósforo. Acto seguido, cual pirómanos, nos regocijamos con la escena. 
 


 

Cuando llegaron los bomberos por segunda vez en las últimas dos horas, agotaron todo un camión informándonos, con pesar, que nada de eso había resistido al calor de las llamas. Por suerte, aquella era nuestra intención.
 


 

Una vez más tranquilos, con el resto de la casa que quedaba en buen estado, comenzamos a solicitar la venida de los medios de comunicación, para comenzar con una campaña masiva contra los fugitivos. 
 


 

El primer reportero llegó a la media hora, en un moderno auto color caqui, acompañado por un camarógrafo cuyo cable, sempiterno como de costumbre, se enredaba por todos lados. En toda la superficie del vehículo podía verse el logo de America's News en letras mayúsculas.
 


 

—Buen día. ¿Es aquí la casa del señor Cecil? —el asistente ya había cargado su aparato al hombro. Asentimos—. Omar Brim, a su servicio —estrechó nuestras manos.
 


 

Nos pidió que nos acompañara hacia mi habitación, tosiendo en repetidas ocasiones hasta decidirse por tomar un barbijo que guardaba en el bolsillo de su pantalón. Su compañero comenzó una cuenta regresiva y Omar sacudió su cabellera rubia varias veces, alisó los pliegues de la camisa y avisó que ya estaba listo.
 


 

—Hola a todos, queridos televidentes, hoy estamos en Los Ángeles para cubrir una impactante noticia en donde una clon de dieciséis años y su novio escaparon de esta casa tras ocasionar un intenso incendio.
 


 

—Así es —comencé a hablar—, mi exnovia entró aquí con un joven llamado Thiago Bakradi y prendieron fuego en mi habitación. Ahora la policía...
 


 

La escena se repitió con todos y cada uno de los periodistas que llegaron a mi casa, y una imagen que mostraba a Clarissa en el parque de diversiones circuló por todos los agregadores. Una segunda fotografía en donde se veía a Thiago en la playa se viralizó igual de rápido.
 


 

—Ofrecemos una recompensa de diez mil dólares a quien los encuentre vivos y cien mil grandes por quien acabe con ellos —había repetido mi madre como una lora.
 


 

En definitiva, nuestra campaña fue un éxito absoluto y muchos ciudadanos colaboraron con la causa. Llegamos a recibir avisos en donde se veía a Clary en China, Afganistán, Argentina, Sudán del Sur y hasta en una nave espacial (la mujer que lo informó no fue tomada en serio, claro está). Sin embargo, pese a todos nuestros esfuerzos, los fugitivos no fueron localizados y, quienes eran capturados, eran liberados pronto al encontrar que algún aspecto de su rostro no se correspondía con la descripción.
 


 

En la otra cara de la moneda, se encontraban los defensores de Clary, quienes habían creado varios perfiles para apoyar su causa. Thiago, asimismo, se había convertido en una celebridad que hacía babear a las mujeres. Por mi parte, no tuve tanta suerte; las únicas fotos en las que me etiquetaban eran variantes de mi cara tachada, mi casa quemada o dibujos míos arrodillados ante Clarissa, quien vestía una capa de reina.
 


 

Decidí contactarme con una periodista que había cubierto el homicidio de Stuart y se había autoproclamado como enemiga de los clones. Debo admitir que mi cuenta verificada (subí cien mil seguidores en un día) me sirvió para que ella me diera la atención que necesitaba. Y, adivinen una cosa, accedió a colaborar conmigo.
 


 

THEMMA
 


 

Las noticias corrían como ráfagas por todo el país y, en aquella situación, nos resultaba imposible mantenerle la verdad oculta a Susana. Debo admitir que, al confesárselo, no nos miró con desdén, sino que se compadeció de nosotros.
 


 

—Tu vida no ha sido fácil, Clary. Quisiera poder estar en tu lugar para saber lo que se siente; por fortuna, existe la empatía.
 


 

Sonreí y no pude suprimir unas cuantas lágrimas que se escaparon de mis ojos. Thiago me rodeó con sus brazos y mi nariz respiró el aroma marítimo de su esencia de baño.
 


 

—Me gustaría contarte cómo fue que Thiu acabó conmigo, si a él no le molesta —su nieto hizo una expresión que denotaba su imparcialidad.
 


 

»Mi hija, cuyo nombre no quiero pronunciar, siempre había sido algo rebelde. Desde que era adolescente había comenzado a salir con un sinnúmero de muchachos, con los que se iba a sus casas, para luego regresar al amanecer a la nuestra. Mi esposo había fallecido de joven, por culpa de un cáncer, por lo que ya no estaba con nosotros. 
 


 

»Durante años le recriminé su conducta hasta que, el día de su cumpleaños número dieciocho, lo terrible ocurrió. Preparé un rico desayuno para llevárselo a la cama pero, al tocar la puerta, nadie respondió. Supuse que aún dormía, por lo que entré. No obstante, cuando quité el cobertor de su silueta, me di cuenta de que aquello sólo era una manta enrollada. Mi hija se había fugado.
 


 

»Contacté con Ximena, su mejor amiga de la infancia, quien sintió pena por mí y me contó acerca del embarazo de su amiga y de lo que planeaba hacer. Conseguí averiguar el nombre del doctor y el consultorio en donde planeaba desligarse de Thiago para siempre y allí fui.
 


 

»Ni te imaginas —confesó, con los ojos vidriosos— lo disgustante que es hurgar en bolsas de residuos patógenos para buscar a tu nieto. Por fortuna, la asesina se había negado a usar Misotrospol. Cuando por fin lo encontré, lleno de sangre, lo llevé con un quirurgo al que conocía, quien le realizó un par de cirugías que le devolvieron su aspecto normal. De hecho, una de las secuelas de tantas intervenciones es aquella cicatriz que tiene en su cuello.
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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