Nos veremos después —se despidió Zieb mientras subía al carruaje—. No hagas ninguna tontería y mantener alejado del bosque, hay criaturas ahí que...
—Ya, ya, claro, ¿y de paso no quieres que me encierre en casa hasta que vuelvas? —le respondió Kein con ironía.
—Eso sería perfecto —la respuesta de la chica tomo por sorpresa a Kein, pues no parecía estar bromeando.
—¡Tráeme un recuerdo! —grito Clara, quien estaba sobre la espalda del chico, mientras la despedía agitando su mano. Neia, al lado de Kein, solo la miraba con un semblante imperturbable.
—¿Estas segura de esto, hija? —Preguntó alguien desde dentro del carruaje, era el padre de Zieb, Noa—. Podría hablar con los padres de Kein y hacer que se comprometieran, así ninguno de los tendría que salir del pueblo.
—Sí, estoy segura. Algo podría pasar y creo que es mejor estar preparada... No como con mama. Además, nunca lo he visto de esa forma.
Noa suspiro, su hija aún se seguía culpando de la muerte de su esposa, aunque no importaba lo que hubieran hecho, el resultado seguiría siendo el mismo.
—Hija, eras muy joven...
—Vámonos —dijo Zieb fríamente, sin dejarlo terminar su frase.
El carruaje comenzó a moverse, mientras el chico y las niñas se despedían de ellos.
Mientras se alejaban la chica junta sus temblorosas manos y apretó la mandíbula.
—¿Qué ocurre? —Noa se dio cuenta y cuestiono a su hija con voz suave, él pensaba que seguía recordando a su madre.
—No... Nada.
Zieb miró por la ventana del carruaje con ojos ausentes. Tenía un mal presentimiento, pero no sabía porque. Nuevas nubes de tormenta se estaban formando en el horizonte, como si reafirmaran su temor.
—Bueno, se ha ido —Kein suspiro cuando vio al carruaje desaparecer en una curva, luego bajo a su hermana al suelo y se inclinó para quedar a la altura de ambas niñas.—. Díganme, ¿qué quieren hacer ahora?
—¡Vamos a la fuente! —Clara tomo la mano de su hermano y comenzó a jalarlo hacia el centro del pueblo—. ¡Tein dice que su padre trajo más peces y el hecho dentro! ¡Quiero ver!
Neia no dijo nada, pero parecía algo enojada, tal vez quería que su hermano le leyera algo, como siempre hacia cuando estaba aburrida.
—Está bien, esta... —el rugido de un trueno en las cercanías lo interrumpió—. Niñas, es mejor que vayamos a casa.
En el horizonte se estaban formando gruesas nubes negras, lo que significaba que pronto llovería con intensidad y no les convenía estar fuera para ese momento. Si la lluvia venia acompañada por un tormenta eléctrica, sería mucho peor.
—¡Pero...!
—No
La inusual expresión de seriedad en el rostro de Kein fue suficiente para que Clara supiera que no debía insistir, así que comenzó a caminar hacia su casa con desgana.
—Vamos con mama —la usualmente callada Neia dijo eso con voz aburrida, pero el hecho que hablara le hizo entender a Kein que tenía miedo, ella desde pequeña temía a los relámpagos, al contrario que su gemela, quien se pegaba a la ventana para ver donde caía.
Kein tomo a Neia y la cargo en su espalda, mientas daba una nueva mirada a las nubes. Al verlas se percató de que estaban más cerca, se movían demasiado rápido y los relámpagos caían con mayor frecuencia.
—Esto es malo —Kein tomo también a Clara y comenzó a correr hacia su casa.
El viento estaba arreciando, los árboles que rodeaban la aldea comenzaban a crujir y algunas de sus ramas se desprendieron, volando por todo el lugar, incluso los arboles más frágiles comenzaban a desprenderse desde sus raíces.
—¿Podemos ayudarlo en algo? —el carruaje donde viajaban Zieb y su padre se detuvo junto a un hombre joven de cabello negro y vestido con lo que parecía con un largo abrigo blanco, aunque muy delgado. El hombre estaba sentado en una roca a un lado del camino, comiendo una fruta.
Cuando lo llamaron el hombre los vio con sus ojos azules y les sonrió. No sabía porque, pero a Zieb esa sonrisa le dio escalofríos.
—No, gracias. Solo estoy de paso; verán, vengó a disfrutar un espectáculo, para ver si está a la altura de mis expectativas. Aunque he de admitir que el artista principal es un poco inútil desde mi punto de vista, algo decepcionante.
Zieb miro al hombre sin comprender, que ella supiera, cerca de ahí no se estaba realizando ningún tipo de espectáculo.
—Está bien —el padre de Zieb le sonrió al hombre, pero para cualquiera que lo conociera era obvio que estaba nervioso debido a aquel individuo y quería irse de ahí de inmediato—. Con su permiso.
El carruaje se comenzó a alejar, pero Zieb juraría que escucho a aquel hombre hablar mientras veía las nubes de tormenta que se acercaban. No estaba segura de que había dicho, pero fue algo como "así que te acercas, ¿eh? ¿Pero cambiaras el resultado? ¿Intervendrás acaso?"
Kein y sus hermanas apenas consiguieron llegar a su casa cuando la lluvia comenzó a caer.
Editado: 17.07.2020