Darel
Después de dejar al chico parado —como el idiota que es— en la entrada de la escuela, me dirijo a la oficina del director porque resulta que no sé ni en qué grupo estoy, ni mi maldito horario, porque solamente a mí, Darel Anderson Smith, se me ocurre cambiarme de escuela sin saber qué onda.
—Señorita Smith, ya puede pasar a la oficina del director —dice la secretaria del director Kellan, con una sonrisa en su cara.
Demasiada amabilidad.
Amargada.
—Gracias —le contesto con una sonrisa fingida—, ¿Mercedes? —pregunto.
La verdad me había dicho su nombre, pero no le preste mucha atención, más bien no le preste nada de atención.
—Meyby, mi nombre es Meyby, querida —corrige, un poco irritada.
Ridículo nombre, pero bueno.
Entro a la oficina del director Kellan y, vaya sorpresa que me llevo, creí que el director sería un señor cincuentón, con canas y gordo; pero al parecer eso no aplica en este señor.
Es un señor de unos 35 años, delgado, en buena forma, se ve que se ejercita muy bien, cabello castaño, alto y de ojos marrones.
—Buenos días... o debo decir tardes señorita Smith —me saluda con una gran sonrisa, cuando me ve entrando a su oficina, no respondo su estúpido saludo, sé que se está burlando de mí—. Veo que no va a contestar mi saludo —vuelve a hablar.
—¿Tendría que hacerlo? —pregunto, un poco irritada.
—Pues en teoría y por respeto, sí.
—Ya ve, yo no tengo ni teoría, ni respeto, Kellan —contesto, mirando hacia la ventana donde se puede apreciar un hermoso jardín lleno de rosales de diferentes colores.
Mamá amaba las rosas.
—Dígame una cosa señorita Smith, ¿por qué decidió cambiarse de una escuela privada muy privilegiada, para venir aquí, a una escuela pública que está al otro lado de donde vive usted? —pregunta, esta vez serio y muy interesado.
—Que le importa lo que haga o deje de hacer —contesto un poco molesta, bueno no un poco sino mucho, pues estaba perdiendo más mi tiempo.
¡Genial! Darel, al parecer hoy no tendrás clases.
¿Ya había mencionado que había perdido más de 4 clases y por eso el idiota del director Kellan se burló de mi cuando entré?
—Bueno, alguien no viene de buen humor hoy —dice, otra vez sonriendo.
¿Acaso no tenía otra cara que no fuera una donde enseñara su sonrisa sacada de un comercial de Colgate?
—No —respondo, seriamente— así que podría hacerme un favor y darme lo que sea que dan aquí, incluyendo mi horario y mi grupo —ordeno.
—Está bien, veo que usted no quiere tener una conversación “amigable”. —Hace comillas con sus dedos—. Así que pasaré a darle eso que usted llama "lo que sea que dan aquí" —contesta, haciendo una pésima imitación de mí—; esto es simple, usted no se mete en ningún lío y no tendrá problemas ni conmigo, ni con nadie... —continúa hablando, pero yo me pierdo en sus palabras— su grupo es... —y lo próximo que escucho es bla bla bla.
¡Nha!, es claro que escucho mi grupo y algo acerca de mi horario escolar.
Dice unas cosas de mi horario, pero mi pequeño cerebro solo escucha o entiende, más bien, el horario en escolar oficina, cuando Kellan acaba de hablar y yo de disque escuchar su discurso, lo primero que hago es tomar mi mochila que no sabía que había dejado en el suelo —no me había dado cuenta en qué momento había llegado hasta ahí—, y largarme de esa oficina que lo único que me causa es dolor de cabeza.
***
Ya en la oficina escolar, recojo lo que tengo que recoger y sigo mi camino.
No tengo idea de porque todo este rollo ha consumido más de medio día de mi horario de clases, pero da igual.
¡Genial Darel! No llegarás ni a la última clase.
Bueno, igual puedo recuperarme mañana, eso no es problema.
—¡Que tenga buen día señorita! —expresa, el conserje de la escuela.
—¡Ja! No lo tuve, no lo tengo, ni creo tenerlo... al menos no hoy —contesto cortante, el conserje se limita a darme una mala mirada, pero no me importa.
Pobre conserje, él no tiene la culpa de nada.
Ahora a caminar.
Sí, es cierto que mi casa queda hasta el otro lado de la ciudad, pero eso no me va a detener, igual caminaré, así me ardan los jodidos pies, yo voy caminar.
Quiero respirar un poco de aire fresco.
***
Es raro caminar por este lado de la ciudad, es decir, casi nunca salgo de la casa de mis padres —de mi padre, mejor dicho—, cuando vengo de compras vengo en auto.
Me detengo un momento porque ya me he cansado y veo un parque con un hermoso pasto, muy verde, a una corta distancia de donde me encuentro, tiene unos bonitos juegos para niños, hay muchos árboles, flores y personas en las bancas, veo como una niña se ha caído de la resbaladilla y su madre la abraza para consolarla.
Mamá me abrazaba, mientras yo lloraba porque me había caído de la resbaladilla y
me había raspado las rodillas, ella me miraba como si fuera lo más hermoso en este mundo.
Para ella lo eras.
—Calma cariño, no pasa nada, solo fue un pequeño raspón, pasará —me dijo con una sonrisa.
—Me duele mamá, me duele y me arde mucho —respondí con lágrimas en los ojos.