Darel
Al llegar a casa Fernanda me recibe con una gran sonrisa en su rostro —amo a esta mujer—, es la encargada de mantener en orden toda esta casa; me quiere como a una hija, tiene al menos unos 45 años y está muy bien conservada, es hermosa, tanto como de adentro —tiene un gran corazón—, como por fuera.
—¡Hola, linda! —dice sonriendo— ¿Cómo ha estado tu día en la nueva escuela?
—En una palabra "fracaso total"..., fueron dos palabras, pero no importa —contesto sonriente.
Creo que con las únicas personas con las que no finjo una sonrisa es con ella y a veces con Martín.
—¡Wow! Demasiado interesante —afirma, sarcásticamente.
—Pues déjame decirte que... sí, fue interesante, no sabes todo lo que me paso —digo—, primero no tuve ninguna clase porque perdí el tiempo en la oficina del dichoso director, pero antes llegué tarde a la escuela porque me quedé dormida y discutiendo conmigo misma, después le marque a papá —suelto un suspiro—, pero ya te imaginarás... y por si fuera poco recibí un balonazo de regreso a casa —finalizo mis anécdotas, recordando el día de mierda que he tenido.
Sí, había sido —definitivamente— un día de mierda, pero bueno, ya no podía hacer nada para cambiarlo.
—Bueno, Darel, que te puedo decir, ese si fue un "fracaso total" —dice riendo— pero...
¡Oh no! ¡no!, ¡no!
En serio, aprecio a esta mujer, ella y Martín son los únicos que se preocupan y ven por mí, se aseguran de que no me quite la vida. Por eso y otras cosas más los quiero y aprecio, ellos forman una pequeña parte de mí, y es de lo único de lo que yo me puedo agarrar para no caer.
No esta vez, no aún.
Pero sé hacia dónde se dirige Fernanda, ella es ese tipo de personas que creen que todo va a mejorar y que dan un gran discurso sobre eso, en cambio, yo no.
Esto está muy lejos de mejorar.
—¡Ay, no! —la interrumpo bruscamente— Perdón, Fernanda, pero no quiero escuchar algo lindo sobre que esto va a cambiar pronto, sabes que te aprecio muchísimo, que eres como una amiga para mí, pero mejor ahórrate tus palabras.
—Ok, ok, me callaré.
—Iré a mi habitación, me hablas cuando la cena esté servida, es más, me la llevas a mi cuarto, por favor —digo subiendo las escaleras—. ¡Ah!, por cierto —hago una pequeña pausa— ¿marcó o hablaste con mi padre? —pregunto de repente.
—Sí —afirma—, llamó para preguntar si no necesitabas algo —dice apenada.
Claro, lo necesito a él, pero eso no le importa, era claro que él se refería a si no necesitaba algo material.
Como siempre.
—Entonces, supongo que no escuchó el mensaje que le dejé en el buzón —sonrío tristemente.
—No…, ya sabes cómo es él, Darel —dice, tratando de defenderlo, como siempre.
Pa-té-ti-co.
—¿Fue lo único que te dijo? —pregunto, cortante.
—También preguntó si ya habías llegado a casa, cuando le dije que no —hace una pausa—, pidió una explicación, le dije que decidiste venir caminando y se enojó mucho y pidió, más bien, exigió y ordenó, que no volviéramos a dejarte venir caminando ni nada por el estilo, que por eso había contratado a Martín, y que si se entera que eso vuelve a pasar... lo despedirá —termina, avergonzada.
Habla tan rápido que apenas si le entiendo la mitad de lo que dice, está nerviosa, es obvio, siempre que tiene que decirme algo relacionado a mi padre, ella se pone así —nerviosa—.
—Entiendo, cuando vuelva a llamar y sino he llegado a casa aún, o algo por el estilo y llega a preguntar por mí, porque claro que lo hará, prefiere preguntar por mí contigo que hablar directamente conmigo, le dices que he llegado a casa y que me he venido en auto, que me ha traído Martín personalmente —la miro a los ojos seriamente.
—No puedo mentirle —murmura, mirándome a los ojos.
—Lo harás, porque...acaso ¿quieres que corran al pobre hombre por algo que yo he decidido? —pregunto.
—No, pero...
—Pero nada —le interrumpo—, él no pedirá hablar conmigo y lo sabes, así que no se enterará de nada, si tú no se lo dices, además ¿no has mentido tú por él? —inquiero, recordando las veces que me mintió para no hacerme sentir mal cuando a él se le olvidaba mi cumpleaños o simplemente cuando yo quería hablar con él y a él no le apetecía.
Fernanda no dice nada más, sabe muy bien que no cambiaré de opinión, además, ¿qué culpa tiene el pobre de Martín, si yo no quiero volver en auto con él?
***
Por suerte cuando despierto hoy para ir a la escuela, me despierto antes de que la alarma de mi celular empiece a sonar.
¡Si! Darel un gran logro, te has levantado 2 minutos antes de que suene tu alarma, ¡enhorabuena!
Deberías dejar de burlarte de mí y, sí, es un gran logro, para tu información.
No querida, nunca voy a dejar de burlarme de ti, sino, de que vivo, por algo existo.
Después de hablar conmigo misma me dispongo a cambiarme para ir a la escuela, esta vez sí llegaré temprano, bueno tal vez 5 minutos tarde, porque yo nunca llego temprano a ningún lugar.
—¡Darel! —grita Fernanda desde el piso de abajo— El desayuno está listo, querida.
—¡Ya voy! —grito, así que después de medio arreglarme, bajo las escaleras para llegar a la barra de la cocina, cuando estoy a punto de comer veo que Sasha empieza a ladrarme— ¡Pequeño!, ¿dónde has estado, señorito? —le digo sonriendo.