Darel
La mañana pasa lentamente, que en serio que esto da una flojera horrible, mi grupo es de lo más normal...
¿Qué querías?, una chica con súper poderes, un chico súper guapísimo que se enamorara de ti...
¡Qué! ¡No! Que bobada.
Bueno yo solo decía.
En la fila del frente están sentados los listos, en la fila siguiente están los que no son listos pero no están tan brutos, en la fila de en medio están los que se aburren con la clase y les da flojera, pero siguen el rollo, aunque no entiendan ni media palabra de lo que dice el profesor y, en la última fila están los que quieren que la tierra se los trague porque no saben nada, están re perdidos, algunos son los que se hacen llamar "chicos malos", los que odian a todo mundo y les vale la vida.
Y tú... ¿Dónde estás?
Pues en la fila del último. Pero eso no me importa, ya viste lo monótono que es cada maestro, ¡Dios!, dan ganas de aventarse de un edificio de lo aburrido que son ellos y sus clases.
Si, bien, ve el lado bueno, ya casi sales.
Justo en ese momento la campana suena, indicando que ya me puedo largar de aquí, ¡por fin!
¡Enhorabuena!, otro rato acá y si te ibas a aventar de un edificio.
Camino hacia la salida y cuando subo al auto siento que alguien me ve, pero por más que busco a ese «alguien» no hay nadie.
Tal vez solo es mi imaginación.
—Buenas tardes, señorita Darel —me saluda Martín con una sonrisa en el rostro.
—Martín cuántas veces tengo que decirte que no me digas señorita, solo Darel está bien —contesto divertida.
—Las veces que sean necesarias para que yo me acostumbre, Darel —dice alegremente.
—¡Ay! —suspiro— no me quedará otra que repetírtelo todas las veces que sean necesarias entonces —respondo viendo hacia la ventana.
***
Una hora después llegamos a casa y lo primero que hago es subir a darme un baño porque hace mucho calor, y no lo soporto.
Cuando salgo del baño se me hace raro no ver merodeando por el cuarto a Sasha, ayer tampoco no me recibió cuando llegué de la escuela y él siempre lo hace.
A pesar de eso no le doy mucha importancia y me encamino al comedor porque ya tengo hambre.
—¡Fernanda! —grito, cuando no la veo por ningún lugar— ¡Fernanda!
Qué raro. Ella siempre me contesta enseguida, como no veo que esté dentro de la casa salgo al jardín de la entrada para ver si está por aquí.
—¡Fernanda! —vuelvo a gritar y... nada.
La busco en el jardín trasero, en el cuarto de lavandería, en el garaje, pero nada.
Seguro fue de compras.
Tienes razón. Bueno voy a buscar a Sasha entonces.
Y así lo hago, al igual que a Fernanda busco a Sasha por toda la casa, pero no hay rastros de él.
Pero, ¡que carajos!, hoy es día de ¿un día sin Darel?, ¿tan mal les caigo?
A lo mejor Fernanda aprovechó y lo llevó a revisión con el veterinario.
Pero hoy no le toca llevarlo.
Quizá pasó algo que adelantó una semana la cita, o tal vez ese día Fernanda estará ocupada.
Espero no sea nada grave, cuando me doy cuenta ya estoy de vuelta en la cocina, así que decido comer una manzana en lo que llega Fernanda y 20 minutos después escucho que alguien abre la puerta.
—¿Fernanda? —pregunto, acercándome a la entrada de la casa.
—¿Cómo se lo vamos a decir? —escucho que preguntan, por la voz estoy segura de que es Fernanda la que habla—. Sabes que ella lo quiere mucho y no sé cómo lo vaya a tomar, bueno está claro que lo va a tomar mal.
¿Están hablando de ti?, acércate, quiero oír el chisme completo.
Como tú digas. Doy unos cuantos pasos más para llegar a la puerta de la casa, pero al escuchar que ya nadie habla decido intervenir.
—¿Cómo le van a decir qué a quién? —inquiero, Fernanda da un pequeño salto cuando escucha mi voz.
—Darel, cariño, no escuché que venías —contesta nerviosa.
—¿Qué es lo que pasa Fernanda? —pregunto directamente.
—Es que...—hace una pausa y veo como se pone aún más nerviosa pues empieza a juguetear con sus manos, no digo nada para que ella siga hablando, pero cuando veo que no lo hará decido volver a hablar.
—¿Qué es lo que está pasando?
—Es que...
—Es que. ¡Qué! Fernanda, dímelo ya. —No es mi intención sonar así de exigente, pero lo hago.
—Hoy en la mañana después de que tú te fueras a la escuela y que Sasha acabara de comer, salió al jardín de atrás y cuando lo fui a buscar no lo encontré, así que empecé a buscarlo por toda la casa pero nada, salí cerca y un niño me dijo que lo vio, fui a buscarlo pero no lo localicé, antes de que Martín te fuera a buscar a la escuela le dije que pasara a dejarme en el pequeño parquecito que está por aquí cerca, donde sueles ir con él, me quedé buscándolo, pero tampoco lo hallé, yo... lo siento mucho, no sé qué hacer.
No, no, Sasha no pudo irse solo, él no sale de la casa solo, le da miedo salir solo, no, él no se puede perder.
Tenemos que hacer algo rápido. ¿Por qué Martín no nos dijo nada?
—Tengo que ir a buscarlo. —Sin pensarlo dos veces camino hacia el auto.
—Está bien, yo iré también, puedo buscarlo por un lado y tú por otro —dice Fernanda.
—Está bien, vamos.