"¿Acaso él te importa? ¿Porqué? No me digas... ¡Eres tan patética!"
Se separaron del abrazo, comenzaron a caminar lentamente hacia el castillo de manera silenciosa, que rayaba incluso en lo incómodo, ambos se mantenían pensativos, cada uno metido en sus asuntos o pensando en lo recién ocurrido; como la vez anterior, se toparon con sus padres preocupados por ellos, debido a la forma inusual en la que se habían comportado los dos, pero ninguno mencionó nada al respecto, con cierta extrañeza para los reyes, les informaron a sus hijos que la cena ya estaba lista, sin embargo, el menor de los hermanos se disculpó alegando que no tenía apetito, su madre intentó convencerlo de que se quedara, más no consiguió su objetivo y al final, resignados, aceptaron que se marchara y lo dejaron partir a sus aposentos, a los cuales llegó con lentitud y tristeza, cuando pasó por la puerta de caoba la cerró con su pie de manera descuidada, tenía la mirada gacha. Llegó hasta su cama y se tiró sobre esta con pesadez, estaba cansado y solo quería dormir, quería olvidar por un momento todo lo que había pasado con su hermano, durmió rápidamente, en un sueño inquieto que no recordaría por la mañana.
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Había corrido por toda la ciudad en dirección de su hogar, ya se había hecho de noche y se suponía que debía estar en casa mucho antes de que se pusiera el sol o “Él” se enfadaría, más de lo que seguramente ya estaba al haber desobedecido sus órdenes por la mañana. Cuando finalmente llegó a su hogar, trató de normalizar su respiración e ingresó tratando de hacer el menor ruido posible, cerró la puerta detrás de si lentamente, gracias a los dioses la puerta no emitió ningún chirrido como otras veces, de puntitas, fue caminando en dirección de su habitación, el lugar más apartado y oscuro de esa nada humilde morada, después de un rato de caminar la puerta estaba frente a ella, se sonrió al saberse ignorada por su apresador, o eso fue lo que creía, así que sin más abrió la puerta lista para dormir un rato (ya que si pretendía prepararse algo de comer, sería descubierta), más no contó con que al dar el primer paso dentro de su alcoba, un repentino dolor de cabeza se instauraría sobre su persona, causando que cayera al piso de rodillas, apretando sus sienes con las palmas de sus manos con una mueca de dolor e intentando con esa acción aminorar la molestia.
—Maldición—dijo por lo bajo, no debió confiarse
—Así que piensas desobedecer mis órdenes—esa voz le asaltó de nuevo, solo que esta vez no estaba dentro de su cabeza
—Tú...—alzó la mirada al frente con cierta sorpresa, ahí estaba él, rara vez se presentaba ante ella a menos de que en verdad estuviera molesto, lo cual sabía que era verdad
—Yo que te di conocimientos y un propósito nuevo cuando fuiste abandonada...—dijo con voz profunda, que le causó escalofríos a la menor, esto se iba a poner feo
—¡Yo jamás te pedí tal cosa! Simplemente apareciste ante mí e hiciste lo que quisiste sin que pudiera objetar algo—gimoteó mordiendo su labio inferior, no debía contestarle, pero estaba cansada de ese jueguito suyo
—Está hecho y eso es lo que importa, además no es tanto lo que te estoy pidiendo—dijo burlón dando un paso al frente, ojos rojos la escudriñaban con desdén
—¿Para qué lo quieres? Es un niño—bajó la cabeza, dolía demasiado y no podía seguir intentando sostenerle la mirada, intentó como pudo retroceder, pero se topó con la puerta aún en su posición (que más bien fue dejarse caer hacia atrás)
—Eso es algo que no te debe importar—levantó su mano hacia ella, la luz que se colaba por la ventana dejaba ver una mano enguantada con algún tipo de metal, el hombre en sí estaba encapuchado totalmente y no dejaba verse y menos en la penumbra
—Tal vez tengas razón, pero de todas formas no lo haré—trató de sonar firme a pesar del dolor
—No te estoy preguntando...—se burló, su mano se volvió un puño, ella contuvo un grito desgarrador, esa acción tan inocente le causaba un dolor inmensurable, sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento
—No me interesa...—una de sus manos se alejó de su sien para alzarla en dirección del adulto— ¡No quiero hacerlo! —gritó y en su mano se encendía una llama verdosa que lanzó hacia él
—Eres una niña tonta—aquella llama apenas quemar parte de su atuendo dejando ver a lo que parecía ser un gigante, también había quemado su brazo, provocando su ira—¡Pagaras muy caro tu atrevimiento!
Con solo esas palabras sintió tal ardor en su cuerpo que solo duró pocos segundos consciente ya que después cayó al piso desmayada por el dolor, el gigante solo pudo reír estruendosamente ante tal acción de la niña, debía admitir que le había dolido el ataque pero nada que la magia no pudiera curar, se acercó un poco más para tomarla del cabello con fuerza y jalarla hacia la cama donde la lanzó con fuerza, si quería obtener al niño debía implementar medidas más drásticas para ello, se la pasó toda la noche recitando hechizos pero ella no cedía, tendría que intentarlo después, tendría que aplicar otro tipo de métodos que le encantaría usar en ella.