CAPÍTULO 9
Nero
Su respiración se tranquilizó. Nunca antes había sentido un instinto de protección hacia una persona, pero al verla llorar, verla sufrir por su pesadilla, ese instinto que no sabía que tenía, apareció.
Verla dormir fue, antes, la cosa más difícil que he hecho. Cuando se durmió, fui a tomar una ducha para calmar mi polla y había funcionado, pero no por mucho.
La culpa la ha consumido toda su vida, se veía en sus ojos, en su forma de expresar lo que había sucedido con su hermana.
Si el abuelo paterno de Alina no se encontraba muerto, él lo haría pagar hasta que deseara estar muerto.
Le mandé un mensaje a Marco, uno de mis hombres, para que mañana a primera hora las cosas de mi esposa estuvieran listas.
Otra noche sin poder dormir, otras noches con los recuerdos que me consumen. Pero a veces era mejor no poder dormir, porque cuando lo hacía, sentía las pesadillas como si las estuviera viviendo otra vez.
Pero hoy algo fue diferente. El rencor, el odio, estaban presentes, pero no se sentían como otros días. Con ella a mi lado, se sentía paz, aunque un hombre como yo, con tantos muertos para llenar un cementerio, nunca tendría paz.
Seguía acariciándole el cabello. Su cabello era fascinante. Era como si mis manos estuvieran en automático, como si no quisieran parar. Su cabello resaltaba, su rubio era de un color parecido a la nieve, pero platinado. Era impresionante. Todo en ella era impresionante.
Todo en ella era perfecto. No había ninguna cicatriz en ella. Tenía miedo de tocarla porque todo lo que tocaba lo rompía, y no quería romperla.
Tantos años habían pasado. Nunca había deseado algo en su vida. Convertirse en Don, recuperar su puesto como Don era parte de su deber como un Vitale. Su venganza contra Elena era otra obligación, era algo que debía hacer para ponerle fin a lo que Benedetto había iniciado.
Pero quería, deseaba que ella lo viera, que lo notara, y quizás, si pudiera, le tomara cariño. Quería ser visto por primera vez en su vida.
Pero alguien como Alina, un ángel como ella, jamás se fijaría en un monstruo como él. Quizás, a lo mejor, no debí arrastrarla a este infierno. Quizás debería dejarla ir, sería lo correcto. Pero ¿cuándo había hecho lo correcto?
El teléfono vibró. Era Marco. Quizás ya había llegado el equipaje de Alina. Incluso mandé a mi jet privado para que llegara lo más pronto. Aunque más tarde le daría una tarjeta exclusiva para que la usara, sabía que se sentiría más familiarizada con sus pertenencias.
—Jefe, ya hemos hecho el ataque a la Yakuza. Hemos explotado su cargamento de drogas que iba a pasar por nuestras rutas.
La Yakuza comenzó esta disputa. Pensó que se podía apoderar de mis rutas, y había algo que no toleraba: que me robaran mis cosas.
—Mándales la última advertencia. ¿Ya llegó el equipaje de Alina? —pregunté.
—Sí, jefe. El jet aterrizó hace unos quince minutos. Después que le dé el mensaje a la Yakuza, voy a dejarlo.
—El mensaje puede esperar. Trae de una el equipaje.
Me respondió con un "entendido", pero me limité a dejarlo en leído. Quizás debería escribirle a Olga para que ordenara hacer una gran variedad de desayuno, y que algunos sean rusos para Alina. Quizás no estaba acostumbrada a nuestra comida.
Sí, debería.
—Avísale a las cocineras que hagan una gran variedad de desayuno, y si pueden incluir algo que sea comida rusa, mejor.
—Está bien, Nero. Parece que con la llegada de tu esposa van a cambiar las cosas, y estoy ansiosa por verlo.
Todavía no entendía por qué no echaba a Olga, pero había estado presente desde que Elena se había casado con Benedetto. Estuvo presente desde que nací. Se había quedado en toda la lucha por recuperar su trono. Le había dicho que se fuera a descansar a su casa, que estaría recibiendo el sueldo hasta que la muerte le llegara, pero no quiso.
Sentía aprecio por Olga, por todos los años de lealtad, y por eso le permitía algunas acciones que no le permitiría a ningún sirviente. A nadie.
No respondí nuevamente, solo dejé en visto y volví mi vista a Alina, que todavía se encontraba dormida.
Y nuevamente iba a decirlo:
Era un ángel en todo su esplendor.