──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
—Cariño, ven aquí. — decía una mujer con voz angelical, tras el llamado la risa de una niña —Lotty, cariño, la comida se va a enfriar. — la pequeña abandonó el columpio en el que se encontraba y corrió a los brazos de la mujer.
— ¿Después podemos jugar, mami? — preguntó con entusiasmo.
— ¡Claro, pequeña!— le acarició su naricita— Anda, vamos.— entrelazaron sus manos y caminaron hasta el interior de la casa.
— ¿Tienes hambre? — preguntó su padre entrando al comedor, depositó un beso en la cabeza de la pequeña y se sentó a su lado.
— Si, papi — la niña aplaudió con sus manitas y acto seguido comenzó a devorar lo que había en el plato.
El timbre interrumpió el espléndido almuerzo que llevaban. El hombre miró a su esposa como preguntando si esperaban a alguien, la mujer negó rápidamente. Lo sorprendente pasó a continuación, cuando una sombra en el umbral de la puerta llamó la atención de todos allí. Era una mujer, con el pelo inflado y ropa bastante descuidada de aspecto no muy lindo que digamos.
— ¿Me esperaban?— preguntó la intrusa que dejó a la pareja boquiabierta— Por sus caras pareciera que no— rió cínicamente— ¡Hola, pequeña!— exclamó a los gritos como si la niña tuviera problemas auditivos.
— ¿Qué es lo que quieres? — le preguntó la madre de la niña recomponiendose.
— Vine a saludar a mi pequeña sobrina— dijo divertida aproximándose, al llegar al lado de la niña, la tomó bruscamente de las mejillas estrujándolas con sus gigantescas manos.
Momentáneamente la escena cambió. La niña yacía sobre la cama y su tía ya no la tomaba por los cachetes, sino que la estaba torturando, la pequeña lloraba desesperada, en sus ojos se reflejaba lo asustada que estaba, intentaba entablar alguna que otra palabra pero no podía, se estaba ahogando, la mujer presionaba su cuello cada vez con más fiereza.
Charlotte despertó agitada, tomó una bocanada de aire, luego otra, se sentó en la cama tras mirar hacia todos lados buscando alguna amenaza, instintivamente llevó las manos a su cuello, seguido de eso corrió las sábanas hacia un lado de su cuerpo para poder levantarse. Se dirigió al lavado con cautela, miró su reflejo en el espejo, tenía unas diminutas ojeras y estaba muy pálida, su cabello castaño levemente alborotado, lo corrió para atrás para poder inclinarse tranquilamente a lavarse la cara. Al volver a la habitación miró preocupada el reloj despertador que estaba situado en la mesita de luz, las 2:03 am aliviada soltó un largo suspiro. La alarma sonaría en algunas horas más. Tardó bastante en conciliar el sueño pero al final se rindió y cayó en los brazos de morfeo.
La hora de levantarse por fin había llegado, la joven dio un par de vueltas en la cama, arrugó la frente y cerró fuertemente los ojos, quería seguir durmiendo, seguir un poco más en la cama, hasta que por fin desistió de aquella idea y se sentó en la cama refregando sus ojos en un acto de despertarse del todo.
—¡¡¡uggggh!!! — gruñó Charlotte con pereza.
Con desgana se puso de pie y se calzó las pantuflas que estaban arriba de la alfombra. Se quedó un momento frente a la ventana, observó un instante pensativa. Quería callar la voz de su interior, esa que le decía constantemente que no importaba ya nada, que se lanzará por allí, necesitaba paz, tal vez de esa forma podría encontrarla, no estaba segura. Todos los días era la misma historia, levantarse para no hacer nada más que estudiar lo que ya sabía, asistir a esas clases y volver a su habitación, la mayoría del tiempo la pasaba ahí. La salida que había planificado su padre la otra noche no cambiaba que se sintiera atada, se sentía como en una jaula, sin salida, sin escapatoria.
—¿Ya estas lista?—gritó su madre desde el otro lado de la puerta.
—En diez minutos más. — mintió la joven apresurandose a buscar algo apropiado para ponerse.
No, todavía no se había preparado en absoluto. Sabía exactamente que debía de hacerlo, pero ese día no tenía ganas de arreglarse para nada, seguir pensando en lo que había soñado esa noche fue más fuerte que ella. Pegó un salto de la cama y se dirigió al baño, se metió en la ducha mientras se lavaba los dientes para ahorrar un poco de tiempo, al salir se colocó la bata y las pantuflas, enchufó el secador y se secó el pelo. Luego optó por ponerse un vestido negro bastante sencillo que le llegaba hasta las rodillas, lo combinó con unos zapatos de tacón, aún le costaba amoldarse a ellos, le eran incómodos y le apretujaban todos los dedos. En fin, se puso los zapatos y tomó un saco de su guardarropas. Cuando bajó a la sala sus padres la esperaban allí.