Thunder

6. Verum

Las páginas llenas de imágenes del pequeño manual que me está mostrando Gi me hacen quedar confundida, he visto más de treinta accesorios distintos en peinados diferentes y adicional a ello me ha dicho que quiere el maquillaje ahumado con colores oscuros. 

¿Ahumado?

No puedo captar todo lo que me dice. 

Así que hoy, veinticuatro de junio he estado como loca buscando un lugar para que puedan maquillar a mi hermana menor para su graduación de secundaria.

Lo sé, lo sé. Le prometí hacerlo yo, pero cuando me mostró las imágenes supe que sería un fiasco si yo lo intentaba y después lloraría de lo horrible que había quedado.

Así que ahora mismo Charlotte está manejando a gran velocidad queriendo llegar puntuales para que comiencen a arreglar a Brigitte que no puede de la emoción, así que nos dirigimos hasta un lujoso salón de belleza que está en el centro de la ciudad y fue el único que nos aceptó a estas horas. 

Su vestido—precioso por cierto—es de color malva que resulta de la combinación de un rosa pastel más el café claro añadido a ello un montón de brillos sin fin. Elegirlo solo nos tardó dos horas, menos de lo que suelen tardar mis hermanas en un día normal de compras.

Así que aleluya.

Es Charlotte quién me anuncia que llevará a Gi hasta el lugar para asegurarse que sea el correcto y después de ello podremos ir al centro comercial que está a un costado así que asiento levemente, Gi se despide burlándose de que podría desmayarme de nuevo y dejarme un moretón en la frente así que solo le saco la lengua. 

Cuando observo el espejo de nuevo lo hago con pavor, sin embargo, solo puedo visualizar la marca que me ha quedado en la sien derecha en tonos violáceos y río por lo bajo.

Soy una idiota.

Mientras estoy en la espera de que Lottie se cerciore de que todo pinte bien en ese lugar soy capaz de recordar a la mujer que había estado por la noche en aquel hospital.

La enfermera Mack.

Una parte de mí gritaba que su hijo tenía algo que ver con que todo esto comenzara a suceder en mi vida, quería buscarle la lógica y dentro de ello no había más que clasificarlo como un alma que necesitaba un descanso y esa era su forma de llamarme.

Horrible, por cierto.

Las palabras diciendome  «Te necesito» me habían provocado escalofríos y por la noche entre mis sueños extrañamente fui capaz de recordar los meses en que estos malestares me habían aquejado y parecían haberse borrado de mi mente.

Pero desde que había comenzado a entender la función de los subordinados de la muerte comprendí que las personas en vida te llaman cuando quieren rendirse o están completamente deshechas, jamás me había sucedido algo así de similar.

Esto había sido una bruma mucho más oscura y aterradora.

Quizá, solo quizá podría ser que como lo había dicho Mack se trataba de un chico idiota, bueno no lo había expresado en esas palabras, pero lo pensó. 

Es posible que ese hombre esté buscando llamarme para después arrepentirse de su decisión como una mayoría.   

No pasa mucho tiempo para que Charlotte llegue a la camioneta tratando vagamente de hacerse una coleta con su cabello ondulado, pero una vez más no lo consigue y suelta un sonido quejumbroso. Su cabello aún sigue siendo pequeño, pero le sienta bastante bien. 

Ella maniobra en un par de vueltas para poder encontrar lugar en el abarrotado estacionamiento del centro comercial y a pesar de que insiste en que lleve la silla de ruedas para movilizarse mejor me niego por completo, así que esta vez no pone objeciones ni muestra enfado.

—¿Qué habías dicho que querías? —me interroga mi hermana cuando ya estamos en la entrada del establecimiento observando a decenas de personas moverse de un lado a otro con bolsas entre sus brazos.   

—Compraré un obsequio para Brigitte—le comento con entusiasmo—.  Hoy es un día muy importante para ella.

— Bien—responde simple—. Te esperaré en la tienda de helados—me señala el local que tiene una terraza y un logotipo extraño de helado, como si estuviera a punto de caerse.  

—¿No buscarás algo para ella? —le cuestiono con interés—. Sabes que tu eres muy importante para ella, por no decir esencial—le puntualizo. 

—Claro—ironiza su tono de voz—.  Muy importante como para no valorar lo que he hecho por ella y para desobedecer yendo a esa fiesta. 

—¿Sabes qué? Mejor quédate en los helados y endúlzate un poquito—le digo alejándome de ahí de inmediato.

Y así lo hago, me pierdo entre la infinidad de tiendas que hay por todo el lugar y una vez más coloco mi mano entre los bolsillos del pantalón azul  para comprobar que la tarjeta con mis ahorros se mantiene ahí. 

No me gusta decir que soy una mantenida, me gusta hacerme de mi propio dinero así que suelo ayudar a Lottie en impulsar su negocio enviando  planes nutricionales y respondiendo a los mensajes rápidamente como si fuera parte de un buen internet cosa que no existe en Lucerna.

Si hay algo que odio es que los negocios me respondan después de días, con cotizaciones erróneas o mala actitud. Así que trato de mostrar lo opuesto y parece funcionar. 

También me encargo de pequeñas funciones en la empresa eco-friendly de mi padre, específicamente en la venta de bolsas degradables a grandes cadenas que están siendo todo un éxito, éxito que mi padre aún no ha visto, pero hoy lo hará.  

Una sonrisa boba se escapa de mis labios. 

Me encuentro con una joyería pequeña, quizá la más escondida de todas, está cerca de los sanitarios y parece que su logo está escrito en árabe, así que con inquietud y curiosidad me adentro al lugar.

Es pequeño por fuera, pero espacioso cuando eres capaz de visualizarlo por completo, la iluminación es increíble y huele, bueno huele bien, pero creo que estoy dando ya muchos detalles. 

Hay un par de vitrinas con accesorios, collares, pulseras y aretes preciosos, pero hay uno que sobresale entre todos. 




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