La vista incrédula del hombre de tez morena y ojos ámbar está posada sobre mi cuando estoy sentada en el sillón rojo cambiando rápidamente los canales de la televisión.
Esperando con ello poder cambiar la conversación que se avecina.
—¿Crees que deberíamos ver un programa de comedia? ¿O quieres algo paranormal? —le cuestiono al hombre con un tono animado que parece desvanecerse de mi rostro porque él ha comenzado a caminar lentamente hasta acomodarse a un costado mío sin dejar de mirarme a profundidad lo cual sé que significa una discusión inmediata—¿Carlos?—le cuestiono nuevamente.
—Lo que deberíamos hacer es hablar de manera sensata Eliette—masculla en un tono bajo tomando el control remoto que estaba entre mis manos para con ello presionar el botón rojo de apagado y solo suelto un resoplido al ver su acción.
—Ya lo hemos hecho—le digo sin mucha emoción comenzando a jugar con el dobladillo de la camisa enorme en color negro que llevo puesta y que le pertenece a él.
—No, lo que has hecho tú es sacar conclusiones precipitadas sobre mi—me dice de manera directa mientras hago una mueca, esto no es lo que esperaba exactamente.
—¿Entonces qué hay del ritual que le tienes a la muerte? —le cuestiono tratando de lucir determinada aunque no lo soy, estoy más bien confundida.
Carlos y yo hemos empezado una relación desde hace un año también es catalogada como algo extraña, a los ojos de todos somos una pareja bastante linda solo que en los últimos meses nos hemos convertido en una problemática que quizá está destinada al fracaso porque ahora a cada segundo estamos discutiendo.
La realidad es que siempre ha sido así, no es un lapso solamente, pero nos hemos mantenido juntos a pesar de nuestras diferencias.
Carlos no es un hombre muy romántico y la verdad es que no me interesa convertirlo en algo que no es, sólo me he acostumbrado a que sea tan independiente y solitario que no me gusta meterme mucho en sus asuntos así como él respeta los míos, sin embargo, hoy algo parece cambiar a una dirección abrumadora.
Habíamos pasado la noche juntos en su departamento, cosa que solíamos hacer cada fin de semana.
La verdad es que me gusta pasar el rato con él y tener sexo, pero hoy por la mañana da la casualidad me he encontrado con un homenaje a la muerte que me ha dejado mucho más inquieta.
La estatuilla de la muerte y la imagen de Azrael están en una especie de vitrina, pero a su alrededor lo que pensaría sobre mantener flores como Carlos había dicho que en México solían decorar para alabarla en realidad solo había un montón de escritos sobre la muerte y la búsqueda por acabar con ella.
No es un ritual de adoración, en realidad Carlos aborrece a la muerte y es más como un gesto satánico hacia ella.
—Eso no es de tu incumbencia Eliette, no tenías porque haber entrado a ese lugar en primera instancia—me recrimina apretando la mandíbula mientras comienzo a impacientarme porque a cada pregunta que realizo tiene la misma respuesta, son sus asuntos.
¡Pero joder! Necesito saber algo de él que sea cierto por una vez en la vida.
—¡Por supuesto que lo es! —le gritó levantándome del sillón—¿Es que caso no te das cuenta? Estamos aquí como subordinados de la muerte por motivos muy distintos, tu por mérito propio buscaste y le rogaste a Azrael que participaras en la prueba, yo no—digo negando con dureza—. Yo me desperté sabiendo mi nuevo destino y no lo puedo cambiar ¿Entiendes? Yo no quería convertirme en esto—le digo de manera determinada y suelto un suspiro de rencor tras ver su rostro impasible—. Lo mínimo que esperaba ahora con esta relación era tener la confianza suficiente y que fueras sincero conmigo porque estamos en un estado crítico de la selección—le digo enfadada, porque si bien no le había exigido decirme más de lo que quería, hablar de la muerte era un tema que nos vinculaba mucho más.
—¿Qué hay de malo con que yo ahora quiera luchar contra la muerte? —dice levantándose del lugar mostrándome su altura que es apenas unos tres centímetros más alto que yo, pero mi vista se posa en su pecho desnudo dónde resplandece la cadena de la muerte que en este momento ya no sé qué significado tiene en realidad para él.
—Que todo a cambiado—le digo con voz ronca —. ¿Te estás escuchando? —le digo incrédula—. No puedes decir que la muerte te permitirá una lucha contra ella, primero le pides piedad y ¿Ahora quieres acabarla? —cuestiono incrédula—. Bien sabes que Azrael está consciente de cada paso que damos y estás pisando terrenos peligrosos y lo sabes—le espetó con fuerza—. Ahora me tienes a tu lado esperando que haga trabajo contigo porque eso era lo que decían las oraciones ¿no? —le digo recordando los planes que tiene en ese lugar donde estoy involucrada a pesar de no estar notificada y eso me pone furiosa—. Ahora tú sales con que debemos derrocarlo ¡Por favor como si tuviéramos el poder de ganarle al ángel de la muerte!
—Pensé que estábamos bien juntos—espeta con la mandíbula apretada.
—Yo también lo pensaba, pero me he dado cuenta de que si tú planeas luchar contra la muerte, entonces deberías saber que yo no quiero hacerlo contigo—le digo decidida.
—¿Estas terminándome? —me cuestiona confundido.
Terminar con él, bueno no sé exactamente qué hacer, pero mi mente viaja entre pensamientos que me dicen que quizá él me ha elegido como su novia solo porque quiere que lo apoye en esta lucha y no exactamente porque sienta algo por mi y de solo tenerlo en mente mi pecho se oprime con fuerza.
El amor es algo extraño y doloroso.
—Sí—le digo mirándolo directo a los ojos—. Lo siento Carlos.
El rostro de Carlos está desencajado dejándose caer sobre el sillón para pasarse las manos sobre su rostro con fuerza así que no me queda más que volver a la habitación buscar mi ropa y dejar la camisa que me había prestado.