Solo soy un alma renegada en un mundo retorcido.
Solo estoy hambriento de justicia.
Solo tengo sed de paz.
Solo soy un pecador más.
Vengo a confesar mis pecados
Estoy cansado de cargarlos
No me arrepiento, tampoco quiero su perdón
Solo quiero que alguien los lleve conmigo
No merezco el cielo, pero tampoco el infierno.
Prepare el cuchillo, empiece a rezar
Diga una plegaria antes de condenarme
Sé que estoy condenado
Sé que su dios jamás me perdonará
¿Me condena al infierno?
Eso no importa, yo vengo del infierno.
Al parecer su dios me condeno desde que nací.
O quizás solo se olvidó de mí.
No pido perdón, tampoco misericordia
Afile el cuchillo y clávelo lento, quiero disfrutar el momento.
Lánceme a los lobos si así prefiere.
Yo sé de sufrimientos… yo soy el rey de un reino de dolor.
¿Quién ese ese hombre que camina descalzo? ¿Qué lleva en sus manos? La sombra de aquel hombre desconocido camina por el largo pasillo hasta una puerta desconocida, la puerta se abre y una luz hace desaparecer la sombra. Camino despacio hasta la luz, pero cuando entro al cuarto, la luz desaparece, todo se vuelve tinieblas. Pero en medio de las tinieblas lo veo. Está parado al final de la habitación, sostiene un largo látigo con clavos. Es un verdugo ¿Qué hace aquí? Cierro los ojos un momento. Cuando abro los ojos el verdugo sostiene su látigo y lo mueve de un lado a otro. El sonido que produce es turbador.
No me puedo mover, no puedo decir nada. Solo puedo repetir lo que él me dice que repita.
-Rojo sangre-dice el verdugo-azul cielo-grita mientras mueve su látigo-amarillo miedo.
Repito eso una y otra vez.
-Rojo sangre-repito-azul cielo. Amarillo miedo.
El amarillo no me da miedo. El verdugo que amenaza con su látigo lleno de clavos no me da miedo. La oscuridad no me da miedo. Pero no voy a dejar que él sepa que no me da miedo. Hacerle creer a alguien que tiene el poder es la manera más fácil de ganar. Así, mientras él camina confiado un paso delante de ti, tú, te acercas con suma delicadeza y le clavas el cuchillo en la espalda, sin ser visto, sin dejar rastro.
Me despierto sobresaltada por el extraño sueño.
La voz de uno de los enfermeros me hace volver a la realidad.
-¿Me escuchaste?-me pregunta.
Yo niego con la cabeza. Él debería saber a estas alturas que jamás los escucho, llevo tiempo aquí, el tiempo justo para que ya sepan algunas cosas sobre mí.
-No quiero ser maleducada, pero no estaba escuchando.
El enfermero se ríe.
-Ya es hora de tu taller en grupo-me dice con una media sonrisa-vamos.
Me pongo de pie y cojo mi cabello en una coleta. Hay algunos enfermos que les gusta coger el cabello a los demás, yo detesto que me toquen el cabello.
Cuando llegamos a la sala común, los otros nueve enfermos, ya están ahí, sentados en sus respectivos asientos. Detrás de ellos están sus enfermeros listos para detener cualquier acto de locura. Yo me siento en mi lugar de siempre y espero a que llegue nuestra doctora. Ella a diferencia del doctor Yong o el doctor Maldonado, no nos hace preguntas. Ella solo nos entretiene con juegos raros y trata de descubrir a través de esos juegos porque estamos como estamos.
La doctora llega con una sonrisa en sus labios, ella siempre está sonriendo. Tiene una pequeña pelota roja en sus manos y la mueve de una mano a la otra.
-Hola-nos saluda.
-Hola-le decimos todos a coro.
La chica que cree que todo es un sueño en la cabeza de alguien más, se mueve inquieta en su silla. Su enfermero coloca una mano en su hombro. Parece un gesto tranquilizador, pero yo sé que él lo hace para que ella sepa que él detendrá cualquier locura que ella quiera hacer.
-Hoy vamos jugar algo muy divertido-empieza a decir la doctora. Ella siempre cree que sus juegos son divertidos-voy a poner una música que ustedes quieran y van a pasarse la pelota mientras la música suena, después de un rato voy a poner en pausa la música y él que tenga la pelota hablara de sus sentimientos.
Miro alrededor, casi todos están con la mirada perdida.
Empieza a sonar una música movida que una de las chicas pidió, yo no reconozco la canción, tampoco me gusta mucho. La letra es muy insípida. La música se detiene, un señor sostiene la pelota. El señor sonríe de oreja a oreja como si se hubiese ganado la lotería.
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Editado: 01.07.2018