Tiempo

Capítulo cuatro

Estábamos todos los implicados en fila frente a ella, con la cabeza agacha esperando la sentencia. La habíamos jodido y de lo lindo.

-No estoy diciendo que no pueda expresarse de la manera en la que les plazca.- La calma antecede a la tormenta.- ¡¿Pero no podía ser cuando no estuvieran los Mundziak aquí!? Es un acuerdo tácito entre todos ¡No podían simplemente portarse bien! ¡Les cuesta tanto! - Golpeo la mesa sobresaltándonos.- ¡CONTESTEN!

-Hermana...

- ¡Silencio Roro! Esto no te compete.

-Por supuesto que lo hace, son mi familia, ahora deja a estos Strákur. ¡Toda Aeska váyanse a sus cuartos! Alfonso tú también cuentas como uno.

- ¡Abuelo! Me casaré dentro de tres semanas.

-Te felicito, a tu cama.

Los reprendidos nos quedamos donde estábamos, mientras que los demás huyeron antes que le cayera la maldición también.

Strákur, ¿por qué no se van? - nos preguntó Tía Tanya, mientras los dos hermanos se peleaban.

Miré a mis compañeros de travesuras esperando que alguno se díganse a contestar.

-Tía, sabemos que hicimos mal.- Comenzó Ale.- Esperamos nuestro castigo.

Las palabras calmadas y en animo conciliador llamaron la atención de los gemelos.

- ¿Esperan ser castigados? - Abuelo Roro no podía entender quienes éramos y donde estaba su familia.

-Si.

-Talindia.- Hasta Mamish estaba asombrada; a decir verdad yo también.

-Stefania, ¿tú también?

Mi prima no era muy sutil para esquivar las reprimendas, así que hasta yo estaba impactada por su adhesión a esto; empero se mantenía firme a mi lado.

-Los hemos avergonzado frente a terreno hostil, aunque no admitiré que fue nuestra inicial culpa.- Ahí está, ya no la reconocía.- No hemos mantenido un decoro para la situación ni tampoco ha prevalecido nuestro honor, aunque la velada, excepto por nuestra intromisión se podría llamar un éxito, no nos sentimos victoriosos. Tomen nuestras sinceras disculpas y esperamos humildemente nuestro castigo.

Ayuda. No sé quién es el monstruo elocuente a mi lado.

Todos los tíos que se habían reunido a nuestro alrededor para presenciar la sentencia estaban anonadados y los dos jefes de familia estaban igual de impactados.

-Hija, ¿te encuentras bien?

-Devastada madre.

-Está molestando, castíguelos tía, debe de ser una estrategia turbia por su parte.

- ¡Mamá...! - Sus hermanos le taparon la boca a Paris antes de que embarrara el discurso de su hermana. Sí, los trillizos en su totalidad estaban metidos en la treta, más por su hermana que los arrastró, que por su participación directa en el embrollo.

-Les tengo su castigo.

No puedo admitir que guardé esperanza de salir libre gracias al discursete que se mandó mi prima. Viendo de reojo a mis familiares todos habían guardado esa confianza, nos habíamos desinflado.

>No pongan esa cara, no es tan malo, inclusive Alfonso desearía participar de su castigo. Vamos familia, ¡al salón del fondo!

Lo miramos sin creer lo que estaba proponiendo.

-Abuelo, ¿nos está diciendo lo que creemos que nos está diciendo?

-Apúrense antes que yo también lo impida.

Corrimos casona adentro expectantes de lo que encontraríamos en el salón vetado a todo soltero, o en su defecto, joven menor de 35 años. Cuando estábamos llegando a la puerta se oyó un grito enfadado. Paramos atentos y alerta.

-No se preocupen.- Llegó Tío Ñuflo a la cabecera de la familia.- Es mi hijo, escuchó sus pasos y el beneplácito veredicto y quiso salir de donde se escondía para unirse. Pero lo hemos encerrado.

No se detuvo en todo su parlamento, así que lo seguimos hasta la entrada del salón misterioso. Aunque estábamos expectantes y ansiosos en su mayoría yo miraba con recelo a la dichosa gran puerta; llámenme desconfiada pero he escuchado las suficientes historias de gran parte de mis primos y tíos queriendo cruzar este umbral y que precisamente no tienen un final feliz, como para ir danzando hacía la puerta cantando "La felicidad llegó", ¡casi me siento ir hacia la orca! Las cosas como son.

Alguien me pegó un manotazo en la espalda haciéndome trastabillar.

- ¡Camina Cathy! Nada malo les va a pasar.

Abuelo Roro, no concuerdo con usted en lo absoluto. Ayuda. Le sonreí y caminé junto a él.

Mamish se paró junto a la puerta mirándonos seriamente. Es una trampa. Nuestra familia expectante se mantenía afuera del gran salón misterioso; Delfi lo nombraba así y me daba bastante gracia.

-No creo que sea buena idea.

-Igual sabes cómo va a terminar.

Ambos gemelos conjuraron un Stafa en silencio que no reconocí de ninguna parte. Stef a mi lado me tomó la mano, y yo por inercia se la tomé a Mano a mi lado. Me sentía como en Toy Story.

-Apúrense antes que me arrepienta.- Aún con la orden de Abue nadie se movió, todos nos miramos diciéndole al otro que avanzara primero.




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