Tiempos modernos

Capítulo III

Capítulo III

Cece

Me había mantenido en la misma maldita pose durante las últimas

ocho horas, solo entré al departamento y como por arte de magia una estúpida lampara de casi dos metros de altura que estorbaba más la presencia cuando estaba Dante. Tenía la nota que dejaron con la lampara entre los dedos sin arrugarla.

            Esto tiene que ser una maldita broma de su parte. Nadie puede ser tan sínico o estúpido.

            Tocaron a la puerta y no despegué los ojos de la lampara como si pensara que fuera a desaparecer.

            —Cece, es de mala educación dejar esperando a las visitas en la puerta si no es una buena razón— gritó Josey desde el otro lado de la puerta—, así que es mejor que o nos estés preparando un banquete o que te estes masturbando con un vibrador, pero como se que no tienes uno aun y el que te voy a dar de sorpresa está en mi mochila, creo que no estas vibrando alto.

            Abrí la puerta y las dejé pasar.

            —¿Enserio solo esas pueden ser las razones por las que una persona no puede abrir la puerta? —preguntó Taylor.

            Josey se paró en seco y la apuntó con una caja de comida.

            —Es una mujer de veintidós años a la que acaban de dejar y que no ha tenido sexo en tres meses, así que sí, creo que eso es lo que haría yo si estuviera en su lugar.

            Yo no dejaba de mirar la estúpida lampara en la esquina de mi sala. Era blanca y enorme, para nada funcional por su forma y podía tocarla con la coronilla cuando caminaba bajo de ella.

            Por dios, esa cosa no pasaba ni el metro cincuentaiseis.   

            —¿Tuviste una tarde de compras compulsivas post ruptura? —preguntó Maya haciendo que todas prestaran atención a la mierda blanca que ahora decoraba mi sala.

—No— levanté la hoja para entregarle la nota a Taylor.

Ella comenzó a leer a mi ruptura.

                                          

 

 

“Se que no fue forma de terminar, pero no encuentro las palabras para hacerlo.

 

¿Recuerdas a Samy? ¿El chico de las flores en la calle 55?

 

Hemos estado hablando los últimos 4 meses, siempre que pasaba a comprarte flores él y yo conversábamos y poco a poco nos fuimos conociendo lo suficiente para despertar un interés más que amistoso en él. Despertó en mi algo que ni siquiera yo sabía que tenía dentro.

 

¿Realmente crees que hemos sido felices el último medio año, Ce?

 

Nuestro romance ha estado en la ruina por los últimos meses y creo que ninguno de los dos hizo nada para salvarlo. Espero que entiendas que hago esto por el bien de ambos.

 

Hago esto por el bien de mi persona.

 

Se que este no es la forma para romper con una persona, literal solo estoy huyendo de ti y de todos, pero no espero que encuentres lógica en algo en lo que ni yo estoy seguro de hacer.

 

Te doy las gracias por dejarme entrar a tu casa y por dejarme entrar en tu vida, por lo que espero que aceptes esta lampara como regalo, era de mi abuela, pero la reparé para darte un obsequio como compensación a mi tacto. Espero que podamos quedar como amigos y que si nos vemos en el futuro no nos miremos con ojos de odio.

 

—Te quiere, Dante.”

 

 

—¡¿Es gay?! —gritó Josey.

—¿Solo se esfumo? ¿Ni siquiera te dio la cara para esto? —preguntó Taylor.

—¿Porqué una lampara? ¿Y porque me hace sentido que sea una lampara? —preguntó Maya entrecerrando los ojos.

Todas se giraron a verme como si yo tuviera la respuesta a todo, como si yo fuera Dante.

—No tengo idea, todo lo que se preguntan yo llevo preguntándome los de que llegué a la casa y vi la nota— señalé a Maya—, también me siento incomoda del que me hace sentido que sea una lampara.

Caminé y tomé la botella de vodka llena de polvo de arriba del refrigerador.

—Oye, no bebas eso, ni tú sabes cuanto tiempo tiene esa botella ahí arriba— me arrebató la botella Josey de las manos para entregarme una que estaba en su mochila—, toma de esta, la acabo de comprar en la licorería de la esquina.

La abrí y le di el trago más largo que mi boca podía resistir, tragué y el ardor de mi garganta se vio apañado por el ardor que mis ojos estaban experimentando por aguantar tantas horas las ganas de llorar.

—Tienes que contar lo que pasó— dijo Josey.

—No tiene que hablar de su relación si no quiere— replicó Taylor.

—No de su relación— explicó Josey extendiéndole un vaso para que se sirviera un trago—, ¿Qué pasó cuando leíste la nota?

Tomé un gran puño de aire, uno casi tan grande que el trago de vodka, pero con el sentimiento tan a flor de piel que ni el licor más barato podría compararse al mal sabor que tenía en ese momento.

—Solo había ido a un desayuno de trabajo, Dante se había ido al trabajo desde temprano, pero no vi nada la noche anterior que indicara que terminaría conmigo al día siguiente. Me sentía horrible, me siento horrible— di otro trago a la botella y luego serví en el pequeño vaso que tenía en las manos—. Cuando leí la nota no pude evitar correr al cuarto y ver que, en efecto, se había llevado todo.

Sollocé y me dejé caer al piso porque no podía con tantas cosas al mismo tiempo.

No podía hablar mientras lloraba, mientras explicaba, mientras recordaba el beso de buenas noches que dejó en mi frente hace menos de doce horas.

El cuarto se había comenzado a sentir sofocante para mis pulmones y demasiado pequeño para la cantidad de emociones que salían de mi en ese momento. Con cada lagrima que derramaba más real se sentía el hueco que Dante dejó cuando se fue como un cobarde esa mañana.




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