Tierra congelada

Tiempo de correr

Era un jueves, habían terminado sus deberes, Ángela y Marcos estaban platicando y comiendo unos dulces que Marco consiguió del comedor, cuando se escuchó una pequeña explosión a lo lejos de donde se encontraban.

Se levantaron e intentaron ver que había pasado, pero estaba demasiado lejos, así que no pudieron ver lo que era, hasta que se escuchó otra explosión, más fuerte, seguida de disparos y gritos, en ese momento supieron que algo andaba mal. Se apresuraron a ir a la calle principal, para entender que es lo que sucedía, cuando llegaron vieron a los soldados y guardias disparando contra un grupo de mercenario que se habían adentrado en el cuartel.

La gente escapaba de aquel tiroteo mientras que el cuartel lentamente era consumido por el fuego. Todo pasaba muy rápido para Ángela y Marco, por lo que no sabían que hacer, por suerte el entrenador llego con un arma en mano, y los despertó de su aletargamiento.

- ¿Qué creen que están haciendo?, este no es lugar para que estén parados – los llevo detrás de un edificio para poder cubrirse – Estos tipos sabían lo que hacían, atacaron justo cuando todos estaban cansados, supieron cómo evitar las trampas, y a las torres de vigilancia, temo que alguien nos traiciono. No creo que esto vaya a mejorar pronto, así que quiero que me pongan atención y hagan lo que digo, ¿entendieron? – Los dos asintieron, aun sin poder procesar todo lo que estaba pasando – Bien, vayan al campo de entrenamiento, en mi oficina hay una mochila con suministros, quiero que la tomen y escapen de aquí lo más lejos que puedan, y ayuden a todos los chicos que puedan. Mientras tanto, yo les ganare algo de tiempo – El entrenador salió disparando y llamando la atención.

El sonido de los disparos y los gritos del entrenador la hicieron despertar, tomo a Marco de la muñeca y comenzó a correr hacia el campo de entrenamiento, aun no terminaba de entender lo que estaba pasando, pero tenía en claro lo que debía hacer. El camino estaba despejado, pero escuchaban los gritos, los disparos y el caos producido por el ataque. Al llegar a la oficina del entrenador Marco recobro la razón y comenzó a ayudarle a buscar la mochila. No había gente en aquel lugar, pero solo era cuestión de tiempo para que la zona del conflicto se extendiera.

- La encontré – Marco encontró la mochila cerca de un estante de libros

<< ¿y ahora qué?>>, las dudas de Ángela se despejaron al pensar en su familia.

- Bien ahora, vayamos por nuestros hermanos – Pensar en ellos les lleno de valor y energía para pelear.

Sin decir más salieron corriendo hacia la cafetería, donde ambos hermanos estaban ayudando, tenían que ser cuidadosos de no ser descubiertos, así que se cubrían entre las sombras, a veces veían a gente correr y disparar, otras veces tenían que evadir el fuego. Cuando estaban cerca escucharon una serie de balazos y vieron pasar a un mercenario cerca de ellos, pero al estar escondidos entre los arbustos, no los notó, sin embargo, Ángela lo logro reconocer, aun con la poca luz, era el tipo que llego escapando de los disparos, el día en que empezó el estado de alerta.

-Es él…, él es el traidor, fingió ser un refugiado para poder obtener información, lo voy a matar – Ángela estaba dispuesta a atacarlo, pero Marco se lo impidió tomándola de la muñeca.

- Este no es el momento, tenemos que salvar a nuestros hermanos, no vale la pena perder el tiempo con él - << ¡Demonios!, me las vas a pagar, nos volveremos a ver y te asesinaré>>

Cuando fue seguro seguir llegaron a la puerta trasera del comedor, la abrieron cuidadosamente y entraron, comenzando a buscar a sus hermanos, entre la obscuridad.

- Carlos, Fernanda – con voz baja Marco llamo a los dos niños

- ¿Dónde están? – Ángela usaba su linterna con cautela para buscarlos sin llamar demasiado la atención.

Al final lograron encontrarlos escondidos dentro de unos cajones donde guardaban comida. Al verlos, los niños corrieron a abrazar a sus hermanos mayores, con lágrimas en los ojos, y Ángela dejo una marca en la mesa de la cocina.

- Ahora busquemos a nuestros padres – Ángela hablo como si tuviera un plan

- Sí – respondieron todos, y salieron del comedor por la puerta que usaron para entrar.

Estando afuera se encaminaron hacia las oficinas donde estaban sus madres, pero en ese momento exploto el generador, y con un estruendo, incendio y destruyo una gran parte del cuartel, apagando toda la iluminación, y dejando todo el lugar en penumbras.

- No hay tiempo, debemos salir de aquí – la idea de Marco no le agrado a Ángela

- No podemos irnos y abandonarlos, tenemos que ir a buscarlos – Ángela siguió caminando hacia las oficinas

- ¡No!, debemos de huir – la tomó de la muñeca –, ellos nos necesitan más – apunto hacia los pequeños niños que lloraban inconsolables, al verlos Ángela cedió.

- Esta bien, sígueme, sé a dónde ir –

Rodearon el centro del cuartel, llegando hasta los límites de la granja, que daba hacia un bosque donde solían ir a cazar los domingos. No muy lejos vieron que la explosión del generador había destruido una parte del muro, por donde pusieron escapar fácilmente.

Conforme se alejaban el sonido de los disparos y los gritos se desvanecían en el silencio de la noche, y el fuego parecía solamente una pequeña vela a la distancia.

Corrieron durante varios kilómetros, hasta llegar a una cueva en el bosque, en la que entraron rápidamente. Estando tranquilos y lejos del peligro, buscaron madera para hacer una pequeña fogata, aunque la cueva era grande se quedaron cerca de la entrada, y en la calidez del fuego abrieron la mochila del entrenador, donde encontraron varias latas de comida, navajas, cuchillos, bengalas, un kit de primeros auxilios, entre otros artefactos útiles, incluso un arma de fuego, pero lo que más les sorprendió fue encontrar el manual de supervivencia escrito por el entrenador.



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En el texto hay: ciencia ficcion, supervivencia, amor adolecente

Editado: 31.05.2021

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