Tierra de Navíos

Capítulo 9: El puerto

Pasaron varias horas hasta que arribaron al puerto, aún con los vestidos puestos ya que la alerta de detención seguía su curso y no había disminuido. Los piratas llegaron subidos al carro que transportaba pescados frescos en la parte de atrás, escabulléndose en su interior, con lo que eso significaba. Un olor horrible los cubría enteramente pero tenían tanta intención de llegar que soportaron ese hedor, sin que nadie se percatara, hasta que lograron bajarse en el lugar justo.

Sin embargo ningún barco amarrado en aquel puerto era el de ellos. La situación era tan mala que no se podría poner peor, el esfuerzo fue todo en vano porque, seguramente, los navíos habrían sido incautados por las autoridades de la colonia. Ya no estaban dispuestos a dar más nada y Bittergrog desmotivado comenzó a sacarse su sombrero.

—No lo hagas, todavía todavía alguien puede verte —dijo Barbanegra y añadió— Y si te encuentran a ti, también a mi.

—Tienes razón, todo a nuestro alrededor parece tranquilo pero puede haber guardias escondidos. 

—Sobre nuestros barcos... —empezó a titubear Barbanegra— logré conseguir uno nuevo y lo estás viendo enfrente tuyo. Me lo prestó un pirata conocido.

—Si, claro que te lo prestaron. Robemoslo ahora y sarpemos —dijo Bittegrog mientras intentaba subirse.

—No puedes subirte así —interrumpió Barbanegra— recuerda que una mujer a bordo es mala suerte.

—¿Y dónde esta mi tripulación? —preguntó Bittegrog subiendo el ceño— ¡Ahora mismo podrían habernos ayudado!

—Tus hombres y los míos se lo dí a Robertson. Se los entregué para que los mantuviera con él.

—¿Le diste todo a un pirata por nada a cambio? —gritó enfurecido Bittegrog— ¡Estas demente!

—Solo fue un acuerdo temporal hasta que escapáramos y si no él se las quedaría para siempre. Además eres el menos indicado en exigir algo, a mi me robaste toda la tripulación en la isla. 

—Mientras tú me atacaste y llevaste de rehén para robarme el botín. Recuerdas lo que te conviene.

—Sin mi ayuda en la prisión, estarías muerto.

—Si no fueras tan codicioso, no habría estado preso.

—Dejen de discutir señores, que la vida es corta y uno nunca sabe cuanto le durará. Se oyó decir una voz detrás de ellos y al darse vuelta vieron que decenas de guardias les apuntaban con sus mosquetes. En el centro estaba Defrault, que ahora, vestía como un verdadero colono de la realeza. Con su saco azul de botones dorados y su impecable sombrero, ya no era más un pirata y su sueño de convertirse en corsario era una realidad. Ahora las cosas cambiaron y él los tenía atrapados sin salida y serían llevados a la horca de inmediato.



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En el texto hay: accion, aventura, historica

Editado: 30.11.2019

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