Tintes de Otoño

9. Ella es Mía

—Razón principal por la que me ves así, son dos palabras: Discutí con Tara        

Razón principal por la que me ves así, son dos palabras: Discutí con Tara.

La verdad es que eran tres palabras, pero Clark estaba tan agitado como para contarlas bien.

No sabía qué esperar o qué decir ante la mirada frívola de Clark, tan insistente. Observar sus ojos llorosos hacían lagrimear los míos.

No sabía cómo sentirme al respecto porque ver a Clark de esa forma partía mi corazón. No me gustaba ver a la gente sufrir, mucho menos a aquellas que amo, pero una parte de mí se alegraba, por lo menos un poco, de que la relación azul y negro no funcionara, pero me hacía sentir terriblemente egoísta.

Jugueteé con mis manos un rato indecisa. ¿No odias cuando miles de ideas se engarzan en tu cabeza? Son tantas que te dejan sin nada y parece que realmente no piensas cuando es todo lo contrario, estás pensando de más.

Bueno, ése fue mi problema esa noche.

No sabía qué debía decirle a Clark y Clark moría porque le dijese algo. Y atorada en el trance de los pensamientos, sólo me quedó una cosa que no necesita palabras y de hecho, demuestra más que ésas.

Caminé con paso titubeante hasta él, lo observé a los ojos, humedecí mis labios y lo rodeé en un abrazo.

Clark tardó en acceder, pero me apretujó con toda la necesidad de soltar lo que sentía con cada latido, respiración y lágrima, sin decir absolutamente nada.

Ahí permanecimos.

Abrazados afuera de la academia que portó mi vida; bajo la luz de la luna; con estrellas observadoras en lo alto y el cálido clima de una noche de verano.

En ese abrazo comprendí que pasaría lo que tenía que pasar: si Clark terminaría con Tara sería su decisión y yo estaría ahí para él sin esperar otra cosa más que su amistad.

Pero no sucedió así en tan poco, al día siguiente Tara y Clark ya andaban de las manos en el pasillo. Mis amigas no estaban ahí para mí, Mía seguía molesta y Ella, a pesar de saludarme un par de veces, permanecía junto a Mía, al igual que Alex.

Lissa había faltado ese día, se sintió mal. Pero estoy segura de que ella no me dejaría sola. Era con la que mejor complementaba. Ella lograba entender mi mundo entre los colores luminosos y llamativos y el gris de una película trágica de los cuarenta.

Por otro lado estaba Caty, a quien seguí viendo durante los recesos a pesar de los insistentes mensajes de Ella que rogaban con todo el corazón que dejara de estar con Caty para alivianar las agua de Mía.

Pero ¿querían de verdad que estuviera sola?

No debía complacer a nadie. Si no complacía a mamá con no salir ¿en verdad creían que iba a complacerlas a ellas dejándole de hablar a la única persona que de verdad me entendía? Mía no era quién para decirme con quién estar o no.

Como el ciclo pasado.

Mía estaba en medio de todas observando su celular mientras todas nos ocupábamos del trabajo, como ya era costumbre. Mía no trabajaba pero se llevaba toda la parte.

—Entonces ¿mañana en mi casa? —preguntó Ella.

—¿Qué? Les había dicho que no podía, tengo ensayo y queda poco para la presentación. Perdón pero no voy a faltar.

Todas guardaron silencio, pero quien lo rompió fue Alex con un comentario que hizo hervir mi sangre.

—Pero ya habíamos hablado de ésto en la semana.

—Cierto, y yo les había dicho que no podía mañana, que cambiaran el día, pero no ¿verdad? No escuchan.

—De hecho, yo tampoco puedo, tengo algo que hacer mañana —comentó Lissa cabizbaja.

—Bueno, bueno —Mía alzó sus manos y dejó, por fin, el celular sobre la mesa—, las que no puedan no vayan, las que sí, haremos el trabajo. No se preocupen.

No se preocupen, ¿alguien común qué se imagina que vas después de un no se preocupen? Naturalmente pensé en un «pueden hacer algo aparte», o «lo terminamos el día» o algo de ayuda.

Pero no.

Parece que la percepción de «no se preocupen» por parte de Mía es distinta a la de cualquier ser y que la palabra «ayuda» no está en su vocablo.

—Que se salgan del equipo y lo hagan individualmente.

Exactamente. Nada de ayuda. ¿Dejarnos un trabajo tan pesado como ése a dos personas sólo porque no pueden el día que ellas quieren?

Ella cubrió su cara de asombro y Alex se mostró inmune.

—¡Oh, Mía! ¿No podemos buscarlo otro día? Todavía queda un poco, es para el jueves.

—Hagan lo que quieran —dije, levantándome del asiento.

—Uy, creo que Emma se molestó —informó Mía, encogiéndose de hombros.

Claro que estaba molesta, se supone que una amiga no te da por la espalda, te apoya. Pero es todo lo contrario a lo que Mía hizo.

Cuando fue la salida, volví a tomar la ruta para la academia, coloqué bloqueador por mi rostro y seguí caminando, teniendo encima todas las miradas de los habitantes de San Diego. "Oh, mira, pero qué blanca es", sí, amigos, sé que soy blanca, pero ¿tienen que repetírmelo?

 Para olvidar todas esas palabras que siempre me acompañan en mi caminar, decidí recordar mi vida, el año pasado, cuando fue 31 y estábamos en espera del año nuevo, mamá preparo pozole, fue lo mejor que comí en mi vida, papá y mamá dijeron que era tradición de México.

A mamá no le agrada mucho cocinar, sólo la repostería, y quien normalmente se encarga de la comida diaria es papá, a veces mamá lo hace o le ayuda. Pero ese año viejo mamá decidió hacer la cena.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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