Plutón.
Plutón fue un planeta, luego lo denominaron como un satélite y volvió a ser un planeta, pero uno enano.
Muchos dirían que lo bajaron de nivel, pero yo digo que no lo comprendían realmente. ¿De verdad creen que es muy pequeño para ser un planeta? ¿Alguien es lo suficientemente enano para dejar de ser o nunca ser algo que desea?
Es como si naciese un humano, pero al cumplir los dos años no llega al metro, ¿eso lo rebaja a un ser inferior al humano? Técnicamente sí, pues les llaman humanos enanos.
Nos clasificamos los unos a los otros a pesar de formar de una misma línea, siempre tenemos que ver diferencias en el otro y tratar de ser mejores, ¿no es así?
¿Por qué Plutón?
Porque Plutón es especial así como Platón y sus frases filosóficas revolucionarias.
La semana fue complicada y estuve todo el tiempo con Clark, quien hablaba de Freya como si verdaderamente fuese una diosa, dijo que Joshua —el novio de la difunta— se leyó el diario y en definitiva iba hacia quien lo encontrara como una lección, todavía no terminaba de asimilarlo, pero como se lo había prometido, Clark llegó con él el miércoles.
Era un cuaderno de pasta dura con la portada rosada y Clark no tuvo las fuerzas suficientes para abrirlo, lo observaba, lo tocaba e incluso lo abrazaba como si se tratase de la misma Freya.
—Ella sufrió mucho, Emma —murmuró—, Dominik la lastimó, yo lo sé.
—¿Dominik? —pregunté un poco apenada.
En ese momento estábamos en las gradas, sentados uno frente al otro. Clark no me observaba, sus ojos estaban fijos en el cuaderno.
—Su ex novio, seguro habla de él aquí y, a pesar de saber cómo era con ella porque los escuchaba, me da miedo saber cómo en verdad la trataba, Emma. Ella no lo merecía, era un ángel.
Me hubiera gustado conocer a Freya. Se veía alguien fenomenal por cómo Clark hablaba de ella, aunque no me hubiese agradado ver a Dominik.
Después de unos minutos y que Clark observase inquisitivamente el cuaderno, lo abrió. Había una pequeña frase al inicio del cuaderno, la cual saltaba incógnitas en la mente de Clark, cual estaba confusa como en una fuerte tempestad pero de emociones, en vez de lluvia; de palabras, en vez de vieto y de sentimientos en vez de truenos.
En la siguiente páginas había una especie de dedicatoria, la cual saltaba aún más dudas a Clark.
—Para aquellos que desean —murmuró.
—¿Qué? —pregunté.
No me correspondía en lo absoluto, pero no había entendido a Clark, era una dedicatoria, como ésas que llevan los libros, pero ¿qué hace en un diario?
—Ella no se suicidó, ¿verdad? —preguntó con un hilo de voz, pronto volvería a sollozar.
—Creo que deberías leerlo para así saberlo realmente, ¿no?
Y así lo hizo, faltamos a las dos clases seguidas de ese receso, se las justificaron a Clark, desde luego, no a mí. Nunca creí que faltaría a clases sin sentirme enferma o estando en casa, estaba en la misma escuela pero no asistí a dos clases.
Clark estuvo leyendo el diario de Freya por dos horas y estuve ahí para apoyarlo cuando se volvía a romper, cuando las lágrimas brotaban de sus ojos o cuando tenía que tomar un respiro porque era demasiado para él.
—Es como estar en su mente —murmuró— y su mente en verdad era confusa, porque a veces admitía que Dominik no era para ella y que le hacía daño pero luego volvía a decir que era el amor de su vida —masculló cerrando el cuaderno—, pero en definitiva no entiendo lo que dice al final —comentó alzando su mirada al cielo.
Yo solamente guardé silencio sin saber qué responder y pensé que debía de ser lindo dejar una marca tuya en escrito antes de morir, así muchos podrían saber de ti o tus pensamientos, lo que hiciste y cómo lo hiciste.
Yo soy Emma Clayton, soy albina y tengo problemas respiratorios, efectivamente debía hacer algo con mi vida ahora que tenía la oportunidad para, podía dejar una marca y debía ser como más me gustara.
El resto de la semana fue normal, el jueves fui a la academia, ensayé un poco con mi mente perdida y el sábado me preparé tanto físicamente como emocionalmente para ir al funeral. Clark me dijo que el cuerpo de Freya fue encontrado en su cama, en su habitación, Joshua lo había hecho.
Luego me explicó lo que no entendía, esa misma noche.
A las seis de la tarde se llevó a cabo el evento, entré con mis padres, todos íbamos de negro y me sentía como el contraste más marcado del mundo. Era una chica albina en un vestido negro.
Al entrar, un hombre, que asumí que tendría la misma edad que mis padres, se acercó a nosotros y observó a mi madre, su cabello rojo, su quijada y sus ojos. Mi mamá lucía atónita y creí que su garganta se había secado.
—¿Joshua? —murmuró.
¿Él era la pareja de Freya? ¿Cómo conoce a mi mamá? ¿Es el mismo Joshua? Todo ese tipo de preguntas inundaron mis subconsciente.
—Teatrera —murmuró Joshua con un hilo de voz—, temí que ya no te volvería a ver, mucho menos aquí.
Papá carraspeó, sus ojos estaban fijos en el pelinegro, él observó a mi padre y estrechó su mano en forma de saludo.
—Ya conoces a Adrián, lo recuerdas, ¿no? —masculló mamá.
Mamá era la persona más fuerte que conocí en vida. A nada de temía y a nadie adoraba, más que a papá, y su comportamiento de esa tarde todavía me deja anonadada, era como ver a otra persona que no era mi madre.
—Claro, ¿cómo olvidarlo? —sonrió Joshua.
—Y ella es mi hija, Emma —me presentó mamá, yo aplané mis labios en sonrisa y Joshua me concedió una brillante.