Tintes de Otoño

25. Azul y...

Entonces, ya con una idea de lo que era el amor, pude emprender un mejor viaje y trazar un mayor camino, con más ventajas que desventajas        

Entonces, ya con una idea de lo que era el amor, pude emprender un mejor viaje y trazar un mayor camino, con más ventajas que desventajas. Y entonces te ves a ti misma deseando que un momento sea eterno, una sensación permanezca en ti, sin desvanecerse, simplemente que se intensifique hasta más no poder.

Tal vez Clark quería lo mismo, su paso era cada vez más lento, e igualmente podría ocurrir conmigo, inconscientemente.

Deseaba que el tiempo se congelara y se volviera únicamente de nosotros dos, sempiterno y silencioso.

—¿Quién es tu compositor favorito? —inquirí después de unos segundos.

Clark dudó un poco, titubeó, pero nuestras manos siguieron unidas conforme avanzábamos.

—No sé si lo conozcas... ya que es un poco desconocido. Es de Inglaterra, ¿te suena Alex Britter?

Lo observé. Observé su mentón, sus ojos azules, su piel pálida (no tanto como la mía) y me sentí flotando encima de un abismo, mi respiración se contrajo por unos segundos y cuando volví a abrir los ojos (que, por cierto, no me percaté de cuando los cerré) le sonreí plácidamente.

—Me suena su nombre... ¿no es la pareja de la pintora?

—¿Summer no-sé-qué?

—¡Sí! Ella —exclamé alzando el dedo—. Me gustan sus pinturas; de él casi no conozco gran cosa.

Clark marcó una sonrisa ladeada y, aún sujetando mi mano, avanzamos por la ladera, hasta poder sentarnos en unos escalones de un local de ropa que yacía cerrado. Lo poco que ya había de otoño enfriaba mis piernas descubiertas, Clark lo notó y, mientras sacaba su celular, preguntó:

—¿Por qué siempre usas shorts y faldas?

Era una buena pregunta, ¿por qué una chica albina, quien debe de estar lo más cubierta posible, siempre usa shorts y faldas? Hiciese frío o calor las usaba, podría usar la excusa de que era para sentirme normal, pero sabemos que eso no era muy normal.

Pero había una razón que me hacía sentir más normal aunque para los demás no fuese el caso:

—En el orfanato teníamos un uniforme, todas las niñas usaban falda, claro, todo era gris; los niños utilizaban pantalones, nunca había sabido porqué yo tenía que usar pantalones, los demás se burlaban de mí, diciendo que era varón... entiendo que fue para, de cierta forma, protegerme, pero me hacía sentir mal, más porque no sabía porqué me obligaban...

Clark guardó silencio, su celular estaba encendido en sus manos, en Google con varias fotos de Alex y Summer y cierta información por debajo. Pero él me observaba a mí. Se acomodó den el salón y se juntó un poco más a mí, me rodeó con el brazo y me sentí protegida, como cuando estoy con papá y me hace llamar patito o cuando me lastimo y él está para mí.

Siempre he leído y escuchado que tienes que buscar a alguien como te trata tu papá (si es que él te trata como a una princesa) y debes sentirte igual de protegida y cómoda. Así me sentía con Clark, entregada, salvada y completa.

—No sé qué decir —murmuró de forma tímida, yo me pegué más a él y dejé caer mi cabeza en su hombro—, es que...

—No tienes que decir nada —comenté, sonriendo—. Muéstrame lo que me ibas a enseñar.

Clark asintió con la cabeza y desbloqueó su celular, cual, por falta de atención, suspendió su pantalla. Las imágenes volvieron a aparecer y me percaté de lo jóvenes y lindos que eran ambos artistas, Summer se veía como una chica dulce y agradable, sorprendentemente era casi tan blanca como yo, con el cabello largo y siempre (más bien, la mayoría del tiempo) tenía el rostro con manchas de pintura; Alex se veía, igualmente, muy tierno, de cierta forma, se parecía a Clark cuando sonríe, con su cabello castaño y rizado.

—Él —señaló Clark una de las fotos de Alex— tiene letras y composiciones increíbles, una de mis canciones favoritas la canta una amiga de ellos, creo que era Liah, algo así —entró a la aplicación de YouTube y tecleó—. ¿Sabes? Me gustaría ser así, escribir y componer canciones... pero tener una intérprete, no muchas, yo solo quiero a una —me observó—. De hecho, conozco a una chica, la amarías, su voz es tan angelical que te puede deshacer en un chasquido, debería dedicarse a eso desde ya, seguro tendría muchos seguidores, seguro la conoces —señaló, con una sonrisa burlona.

—¿Eso crees? —continué con su juego— ¿Quién es?

Clark desvió su mirada, con una sonrisa risueña sobre los labios. Ambos seguíamos sentados en los escalones, bajo la luz de la luna. Clark y yo éramos dos astros del espacio, dos cuerpos celestes. Mejor dicho, él era la luna y yo era el sol.

Nuestros ojos volvieron a encontrarse bajo la penumbra de la noche, el repicar de mi corazón se aceleraba cada vez más, todo el silencio entorno nuestro me hacía temer que él también pudiese escucharlo; sus ojos azules producían su propio brillo, encerrado en un laberinto, pero no estaban perdidos, seguían un camino fijo, con toda la seguridad de que ése era el camino a casa.

—Tengo una gran idea —musité, sujetando sus manos.

—¿Puedo saber cuál es? —inquirió, con una sonrisa ladeada, deseosa de saber.

Lo observé a los ojos y, por igual, ladeé una sonrisa.

—¿Sabes qué? No —Clark desvaneció su sonrisa y me observó alzando las cejas—, será una sorpresa.

Me levanté de los escalones y me mantuve frente a Clark, alzando mis brazos al cielo.

—Ahora me gustaría ir a casa, pero la verdad es que no dormiré —comenté, dejando caer mis manos sobre mis caderas.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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