Tintes de Otoño

Espacial #4

Mamá entró por la puerta, su rostro cansado indicaba que había tenido un día pesado. Me observó con esa sonrisa abrumada y llena de amor, sus párpados caían sin descuido. Su energía era escasa. Caminó por la habitación, dejó su bolsa y me observó.

—¿Limpiaste? —preguntó, observando su alrededor, a penas podía mantenerse en pie, se sostuvo en una silla y ejerció toda la fuerza que pudo para no caerse.

—Sí, mamá —contesté, levantándome del sofá y acercándome a ella—, pero, ¿me haces un favor a mí?

Mamá suspiró, negó con la cabeza, pero, articuló, cabizbaja y con la voz apagada, un sí. Me acerqué más a ella y la rodeé con los brazos, dejando que pusiese su peso y seguridad sobre mí.

—Deja de hacerte tanto daño, no trabajes tanto...

Mamá me soltó con la poca energía que tenía, me observó a los ojos y colocó su mano delante de ella, como una barrera para que retrocediera. Mi estómago se agitó, su mirada se volvió dura, lo más dura que pudo.

—Clark, todo depende de mí —musitó con la voz apagada, intentando parecer dura—, estamos solos, tú eres un niño bajo mi cuidado —dijo, señalándome y bajando su mano—, yo debo conseguir bienes para vivir...

—Mamá, yo ya no soy tan niño, puedo ayudarte, puedo conseguir un trabajo y ganar dinero sin que tengas que acabarte a ti.

Mis mejillas hervían, mamá dejó de verme, sujetó su vientre con una mano y tomó todo el aire que pudo.

—Yo soy tu madre, yo debo...

—No debes nada, mamá —mascullé—, si puedo ayudar, lo haré.

—Clark, por favor, estoy bien, de maravilla. Solo una taza de café y estaré bien.

—Todo el tiempo te saturas de café, mamá. No te hace bien.

Mamá bufó camino a la cafetera. Sus pasos eran lentos e intentaban, torpemente, ser firmes. Tomó una taza y la llenó de café.

—Clark —llamó, dejando la taza sobre la mesa de la cocina, dándome la espalda—, estoy bien, ¿okay? Puedo hasta con otro trabajo.

—Tienes tres trabajos, eres enfermera, está en un maldito café y todavía paseas perros —me quejé—. Dame una oportunidad. Yo puedo pasear a los perros, yo puedo servir el café...

—¡Clark! —gritó con fuerza, giró para verme, sus ojos inyectados de sangre me observaron fijamente, sus labios permanecieron rectos y, antes de pensarlo, su mirada severa se suavizó—, está bien, está bien —musitó, dejándose caer en una de las sillas—. Bien tú pasearás a los perros.



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En el texto hay: colores, romance, obsesiones

Editado: 07.01.2021

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