#MándenmeSaludosPoFi
Energía es lo que necesito. Mamá lo notó esa mañana que me levanté de la cama, me tendió un par de vitaminas y pastillas y me obligó a consumirlas sin titubeos. Al menos seguía preocupándose por mí pese a su embarazo y los gritos de la noche anterior.
Era veintidós de octubre. Había pasado todo muy rápido, cada día con una nueva sorpresa. Como seguía un miércoles, tuve que asistir al colegio, papá me llevó como siempre, siendo la primera en entrar al salón. El frío me acorraló cuando iba camino por el pasillo, el viento había entrado por la puerta abierta.
Minutos después de haberme sentado en mi sitio, Clark apareció para dirigirme una sonrisa y dejar sus cosas. Luego se postró delante de mí y extendió su mano en mi dirección.
—¿Confías en mí? —inquirió con una sonrisa ladeada.
Vaya que reconocía ese diálogo.
—Sí —contesté con la misma sonrisa, y dándole la mano.
Tal cual Aladdin y Jasmin.
Con nuestras manos entrelazadas, salimos del salón y caminamos por los pasillos, cuales tenían ese toque frío a la espera de los demás estudiantes. El chico azul estaba silencioso mientras caminábamos (sin razón aparente) por las instalaciones antes de que empezaran las clases.
Cuando cruzamos por una parte del pasillo, una chica pelirroja apareció ante nosotros, parecía apresurada, antes de dar con nosotros para frenarse, sus ojos iban directo a algo que daba justo detrás. Hasta que dio con ambos. Sus pies frenaron de golpe y su cuerpo se tambaleó, su velocidad se vio reprimida y mostró una expresión de espanto.
Sus ojos me observaron y una sonrisa ladeada cruzó sus labios.
—Oh, hola, pollito —saludó.
Otra vez con el apodo. Me di una bofetada mental.
Yo me encogí de hombros y la saludé, meneando mi mano. Retrocedió unos pasos y buscó por encima de nosotros, pareció no dar con lo que sus ojos querían dar, por lo que soltó un suspiro muy similar a un gruñido que salió desde sus entrañas, pero silencioso. Como si se viese en una casería.
—Debo irme —anunció con una sonrisa forzada dirigida hacia ambos y, después de rodearnos, desapareció cruzando el pasillo.
Clark me observó más confundido que yo, con la ceja alzada. Mordió su labio inferior para después preguntar:
—¿Quién era ella?
—Es una amiga de Caty -informé, retomando el paso que habíamos perdido.
Él me siguió, tomando mi mano. Otras chispas salieron del contacto y volví a preguntarme si Clark sentía exactamente lo mismo que yo, esa magia que hipnotiza.
Sin duda, su frase seguía como una lapa en mi cerebro. Quería preguntarle acerca de lo que había pasado en Londres, su frase y el beso. Mi corazón bombeaba con fuerza y mi rostro comenzó a calentarse.
🍁
—¡Emma Clayton!
La señora Silby había gritado a pleno pulmón. Mis ojos dieron a parar con una furiosa mujer delante de mí, con la cara roja de la ira y sus labios rectos a nada de estallar. Lissa, quien estaba sentada junto a mí, ocultaba su rostro con sus manos y denoté que había querido llamar mi atención con toquecitos en la pierna.
Eso me sucede por soñar despierta, me recriminé, mentalmente.
—¿S-sí? —pregunté con un evidente tono de miedo.
—¿No quieres contarle a la clase qué cosa importante estabas parloteando mientras yo hablaba?
¿Parloteando?
Yo no estuve hablando en ningún momento, estaba sumida en un mundo fantasioso, sin tener que lidiar con una copia de la Señora Silby y sus gruñonas apariciones.
—Y-yo... —titubeé.
Ella me observó fijamente, penetrando en mi alma. Me encorvé y contuve la respiración de forma inconsciente, intentando hallar una respuesta que dar, porque era claro que no tenía ninguna.
—Estabas cantando -susurró Lissa para sí misma para que la señora Silby no la lograse escuchar.
Bueno, al menos sabía qué estaba haciendo.
—No era mi intención interrumpirla...
—Sí, claro —espetó la mujer con desdén para darse la vuelta y caminar al frente de la clase.
Un suspiro de alivio escapó de mis labios. Lissa me observó por primera vez en toda la escena y me regañó con la mirada. Yo abrí los ojos de par en par.
No sabía qué decirle, así que me limité a encogerme de hombros.
—Siempre te metes en estos problemas -sentenció—, no hay forma de salvarte, Ems.
Sí, ella hacía lo posible por salvarme el pellejo pero lo que hago yo es irme de esta realidad sin percatarme de absolutamente nada.
Humedecí mis labios y me acomodé en el asiento, entonces un dedo tocó mi hombro para llamar mi atención. Giré para ver a Clark, que lucía preocupado.
—Cantas muy bonito, pero no lo hagas en clase —susurró.
—Puedo cantar donde quiera —le susurré de regreso.
No sé de dónde salió esa otra Emma para contestarle a Clark de esa forma. Al percatarme de mi error, observando cómo el inocente se encogía de hombros, yo giré de regreso a la pizarra deseando que la tierra me tragara.
—Clark tiene razón —espetó Lissa con la voz queda pero demostrando seguridad.
Yo la fulminé con la mirada. Tal vez la primera vez que lo hacía en toda mi vida. Eso me carcomió las entrañas pero no le veía nada de malo cantar en una clase aburrida, es decir, si dejo de llamar la atención de mis compañeros para que la señora Silby no se sienta inferior con su pésima clase.
Me acomodé, una vez más, en el asiento. Con los labios trompados y los ojos un tanto caídos. Tenía sueño y lo que me mantenía viva en una clase como ésta, era divagar en mi propia mente y no en la clase de Literatura.