Ninguno podía creer lo que veían sus ojos. Nadie dijo nada. Sólo se observaban el uno al otro como si estuvieran viendo un fantasma. Ella estaba más blanca que la pared y él estaba totalmente perplejo.
—¿Eres quién yo pienso que eres?—preguntó mientras paseaba por la sala de estar dejando las tijeras sobre la mesa.
—Sólo si tú eres quién creo que eres—respondió mirando por uno de los ventanales.
—Supongo que ambos somos los que creemos que somos—se quedó pensando en su respuesta—Creo que es lo más estúpido que he dicho en mi vida. No puedo creer que después de tantos años…
—¿Siga vivo?—la interrumpió—Sí, sigo vivito y coleando. Al final pude salir de todo aquello—se quedó pensativo un momento. Jamás se le pasó por la cabeza volver a ver a la que era su mejor amiga de toda la vida—¿Qué te trae por aquí?
—Esta es mi casa—al ver la cara de asombro de él siguió hablando—¿No lo sabías verdad?—el negó con la cabeza—Mi padre me la regaló hace años. Lo que no sé es porque estás tú aquí.
—Creo que deberías hablar con tu madre del asunto. Ahora recogeré mis cosas y me iré, no quiero incomodarte. La verdad yo pensaba que la casa seguía perteneciendo a tu padre y que no vivía nadie.
—Yo no te he pedido que te vayas—por fin consiguieron mirarse a la cara—Sólo estoy sorprendida, yo no sabía nada de todo esto. No hace falta que te vayas, yo estoy aquí de paso, en unos meses volveré a Londres. Quédate, tienes más derecho que yo.
—¡Te estás oyendo! ¿Cómo voy a tener yo más derecho que tú a estar en tu propia casa?
—Porque sí, es más—dijo sonriendo—Si alguien tiene que pedir permiso de si puedo quedarme aquí soy yo.
—De verdad Nené estás loca de remate—el también sonrió—¡No has cambiado nada!
—«Nené»—suspiró—Hace años que nadie me llama así, siempre es Nerea o señorita Sierra. La verdad, no sabía lo que lo echaba de menos—en ese momento reparó en su apariencia, un albornoz lleno de espuma—Si me disculpas voy a cambiarme antes de que pille una pulmonía.
—Tienes razón—hizo una breve pausa—Me alegro de volver a verte Nené.
—Creo que tenemos una conversación pendiente, no lo olvides—dijo mientras volvía al baño.
—Estoy totalmente de acuerdo contigo, hay cosas que tengo que contarte.
Cerró la puerta tras de sí, aún no podía creer que Dan estuviera allí. Una parte de ella estaba contenta por haberlo visto. Ya no estaba en ese mundo oscuro en el que lo había dejado la última vez que se vieron. Pero por otra parte, estaba totalmente enfadada con aquel idiota. Durante años quiso saber de él, lo llamó, le escribió a su correo pero nunca obtuvo respuesta. Cada semana durante años, llamaba a Andrea para saber cómo iban las cosas, la pobre mujer estaba destrozada por los vicios de su hijo y porque él se fue de su casa. La última vez que habló con ella fue hace dos meses y le dijo lo mismo de siempre. Que no tenía ni idea de donde estaba su hijo y que sólo lo había visto algunas veces por la calle pero que él no se le acercó nunca. Una vez que se cambió de ropa, salió al salón para hablar con Dan, pero lo único que encontró fue silencio. Se fue sin hablar con ella, pero estaba segura que volvería.
Estaba sumergido en el tráfico de la ciudad, no pudo quedarse allí sabiendo que ella había vuelto. Siempre quiso gritarle a la cara lo traidora que era, se fue sin decirle nada, sin despedirse. Quería decirle que era una cobarde por haberlo dejado de un día para el otro, desde que ella se fue, su vida terminó de irse por el desagüe. Pero cuando la tuvo frente a frente se dio cuenta que el traidor y el cobarde fue él. Las últimas veces que se habían visto se portó como un auténtico cerdo, era normal que ella no quisiera saber nada de él. Al fin llegó a su destino, a casa de su tío y Clara.
—¡Dan!—la mujer lo abrazó—¡Que sorpresa, no te esperábamos! Pasa, pasa.
—¿Está mi tío en casa?—preguntó mientras ambos se dirigían a la chimenea, aquella noche era muy fría.
—Sí, está en su despacho—Clara reparó en la cara que traía el joven—¿Te pasa algo?
—Tu prima ha vuelto—soltó de golpe—¿Lo sabíais?
—No, no teníamos ni idea, nadie nos lo había dicho. ¿Cómo lo sabes? ¿La has visto?
—¿A quién has visto?—Dani llegó hasta allí y le dio un apretón en el hombro a su sobrino.
—A Nerea—dijo ella—Nuestra niña ha vuelto ¿Lo puedes creer?
—¡Ha vuelto!—levantó a su mujer del suelo—¡Mi princesa ha vuelto!
—Como te oigan tus hijas vas a ser hombre muerto—sonrió su sobrino.
—No pasa nada, ellas también son mis princesas. Y ella—cogió a su esposa por la cintura—La reina de mi corazón.
—Oh ¿De verdad? Por eso te quiero ¿No es adorable?—ambos sonrieron como un par de bobos.
—Dejadlo ya—sugirió Dan—Con tanto empalagamiento me vais a volver diabético. Sólo venía a despejar mis dudas pero veo que estáis tan desinformados como yo. Bueno sólo me queda una ¿Vosotros sabíais que el piso que me ofrecieron era de ella?
—No cariño—respondió Clara—Pensé que era de Álex.
—Resueltas mis dudas, será mejor que os deje parejita. Hasta luego—cuando la puerta se cerró la pareja se miró.