Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 7

Los primeros rayos de sol empezaron a colarse por la ventana, y con ellos un nuevo día. Nerea se despertó como cada día, antes de tiempo y como siempre se desperezó hasta que se topó con algo, se dio la vuelta y sin saber por qué empezó a partirse de risa.

—Encima que me pegas patadas, ahora te ríes ¿No? Así das tú normalmente los buenos días, me imagino.

—Perdón, ha sido sin querer. Ya no me acordaba que estabas aquí. Al final no apareció el hombre del saco. Por cierto ¡Buenos días Rey León!—dijo intentando dejar de reír.

—¿Rey León? ¿Y eso?—en el fondo le había hecho mucha gracia pero no se lo iba a decir.

—Sí, es lo que pareces en este momento—le revolvió su melena rubia.

—Había pensado en cortármelo. No es que lo tenga muy largo, pero me apetece cambiar.

—Pues no lo hagas, a ver si te va a pasar como a Sansón. Además te queda muy bien, tiene su encanto, personalmente a mí me gusta—todavía seguía tocándole el pelo.

—De acuerdo, lo pensaré. Ahora te tengo que cobrar lo de las patadas que me has dado.

—Ya me lo decía mi madre «Desde antes de nacer ya dabas patadas, eso es bueno hija así podrás patear a quién se lo merezca» Mi madre es única.

—Estoy de acuerdo, es una gran mujer, y pensar que ella me salvó tantas veces. La primera era sólo un bebé y se arriesgó por mí y tengo entendido que tú también estabas por ahí.

—Ya ves salvándote el pellejo sin haber nacido ¡Eso es una gran proeza! Mi madre siempre ha sido una mujer increíble, no me extraña que mi padre se enamorara de ella—suspiró profundamente—Me encantaría ser como ella, pero yo soy más como mi padre. El sentido de la responsabilidad me puede. Eso no es malo, adoro a mi padre, es el mejor del mundo, pero mi madre es mi heroína.

—Tienes suerte de tener unos padres excelentes. Yo ni siquiera sé quién es mi padre. Aunque es mejor así, mi madre lo hizo lo mejor que pudo y yo no me porté como un hijo sino como una lagartija.

—¿Otra vez infravalorándote? ¡Ay Dios! No te enfades con lo que te voy a decir pero tienes que dejar vivir en el pasado. Sé que es muy difícil pero si quieres que los demás te perdonen, tienes que empezar por perdonarte a ti mismo. No me gusta que vayas de mártir por la vida, échale valor y afronta las cosas como te vienen. Disfruta, sonríe ¡Cómete la vida! Guarda lo mejor de cada momento que no hay tiempo para lamentos.

—¿Cómo lo consigues?—se puso boca arriba.

—¿Conseguir el qué?—ella no se movió de su posición.

—Aguantarme. Si yo fuera tú ya me hubiera tirado por algún terraplén—se colocó otra vez de lado y quedaron cara a cara.

—Porque quiero y me importas. Me importas muchísimo. Ya te dejé hundirte una vez y te prometo que no te volveré a dejar hacerlo de nuevo.

Esas palabras le llegaron muy adentro. Se hizo el silencio, algo dentro de él se cortocircuitó, no podía hablar. Le gustaría quedarse así para siempre, no sabía lo que le estaba pasando, ella lo miraba y le sonreía, como había hecho siempre. Él le acarició el rostro en señal de afecto, dentro de su pecho tenía un caja de ritmos más que un corazón, no sabía si ella lo estaría escuchando.

—Gracias, no sé qué sería de mí si tú nunca hubieras existido—fue lo único que se le ocurrió decir, pero aún seguía con la mano enterrada en el oscuro pelo de ella—Yo…

—¿Dónde estás peque?—una voz procedente del salón los sobresaltó.

—¡No puede ser! ¡Mi padre!—miró el reloj—¿Qué hace aquí a las ocho de la mañana?

—Pues si no lo sabes tú que le conoces… Más vale que salgas porque como entre… Va a poner el grito en el cielo.

—Vale, pero por favor, ni se te ocurra salir bajo ningún concepto hasta que yo te diga. Tengo que hablar con él de esta situación pero no ahora.

Salió de la habitación dejándolo solo. Se paró a pensar todo lo que había ocurrido en ese despertar, sin duda, el mejor de su vida, y cuando reflexionó cayó en la cuenta que algo estaba cambiando dentro de él.

—¡Papá!—se echó en sus brazos como cuando era una cría—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Quería desayunar con mi hija favorita—agitó una bolsa llena de churros—Se que te encantan igual que a tu madre.

—Tú sí que sabes cómo hacer sentir especial a una chica ¿Así enamoraste a mamá?

—No exactamente, más bien ella me enamoró a mí—suspirando miró a su alrededor, guardaba muy buenos recuerdos de aquel lugar—Entonces que ¿Desayunamos?

—¿Acaso lo dudabas?—sacó un par de tazas con chocolate caliente y bien espeso.

—Tenía ganas de verte y hablar contigo hija ¿Cómo te va aquí? ¿No echas de menos Londres?

—La verdad, no. Allí estuve muy bien, es una ciudad fantástica, pero como en casa en ningún sitio.

—¿Te hubiera gustado quedarte aquí? Yo lo hice por ti, porque tu madre no estaba de acuerdo. Yo quería apartarte de todo lo que estaba pasando en ese momento, ese amigo tuyo no era buena influencia para ti.

—Debiste confiar en mí, yo sabía que Dan estaba en problemas pero nunca hubiera hecho lo que él hacía en ese momento. Pero no me diste ni la más mínima opción de opinar. Sé que lo hiciste por mi bien, pero me hubiera gustado que lo hubieras hablado conmigo. El trato era que iría a la universidad allí, pero me mandaste mucho antes.




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