Estaba nervioso. Más que nervioso, estaba atacado. Al principio le pareció una buena idea llevarla allí. Primero para sacarla de su bajón y segundo porque quería compartir con ella un momento tan personal como ese. Todos lo miraban expectantes. No estaban acostumbrados a que aquel chico tan retraído y tímido quisiera hablar tan abiertamente. Aquel era un momento delicado. Miró al suelo, luego a la puerta y después a su amiga que lo miraba atentamente, levantó el pulgar dándole ánimos.
—Como ya sabéis, llevo aquí bastante tiempo y nadie salvo Mateo sabe como llegué al pozo oscuro que era el alcohol y las drogas—tragó saliva y continuó—Apenas era un crío cuando empecé a beber, tenía unos quince o dieciséis años, la situación en casa era mala o al menos yo lo veía así, nunca acepté al marido de mi madre. Lo veía como un enemigo que me quería robar a lo que yo más quería. Discutíamos mucho por la más pequeña tontería y yo me iba de casa. Una de esas veces me encontré con un vecino mío, era algo mayor que yo, me dijo que esa noche había una fiesta en casa de un amigo de él, y yo acepté ir, así conseguiría preocupar a mi madre y castigarla por hacer lo que yo no quería.
Sabía que hablar de su vida le estaba costando bastante, ella misma recordaba aquella época en la que él empezó a cambiar. Recordaba todo hasta el más mínimo detalle.
—Una vez allí, me ofrecieron una copa. Yo hasta entonces no había probado el alcohol, al principio no me gustó, pero no quería quedar mal y me bebí dos más. Entonces empecé a experimentar una sensación maravillosa, todo me hacía sentir vivo. Me divertía, me reía de todo, era feliz. Esa misma noche también me ofrecieron marihuana, cocaína y éxtasis entre otras drogas. Eso me daba más respeto que el alcohol, me presionaron un poco y acepté. Me metí mi primera raya—otro nudo en su garganta, cuando miró a Nerea vio que estaba un poco afectada por lo que estaba contando. Era normal, ella vio como se empezó a destruir y no la quiso escuchar—Esa maldita noche, comenzó mi calvario. En ese momento no me daba cuenta del daño que me ocasionaba a mí mismo ni a los que me rodeaban. A lo largo de esas semanas empecé a engancharme a todo lo que me ofrecían. Al principio me invitaban, pero cuando ya me tenían donde querían me decían que si quería algo tendría que pagarlo yo. A partir de ese momento mi comportamiento empeoró, necesitaba tanto esa porquería que me daba igual pasar por encima de cualquiera. No tenía dinero y eso me ponía de mal humor, no podía comprar «mi dosis de felicidad» Entonces empecé a robarle a mi familia, a mis amigos de toda la vida. Para mí lo importante era anestesiarme y evadirme de mi realidad. Unos cuantos meses más tarde, estaba colocado a todas horas, cometía una estupidez tras otra—miró a Nerea que estaba con los ojos rojos, pero cuando sus ojos se encontraron, ella le sonrió y levantó nuevamente el pulgar—Esa chica que está ahí sentada es testigo de lo que estoy contando, por eso quería que estuviera aquí. Es una de las personas que más daño le hice en aquella época, trató de ayudarme de todas las maneras posibles. Aguantaba mi mal humor, le hablaba mal, incluso la insultaba, pero jamás me dejó tirado, aunque me lo merecía. Un día vino a despedirse de mí, se marchaba de aquí por decisión de su familia. Yo no quise saber nada de ella, la eché de donde yo estaba entonces y por primera vez me dijo todo lo que pensaba de mí. No la volví a ver hasta hace poco. Durante ese tiempo la culpé de todo. Era una traidora que decía que siempre me apoyaría y me dejó solo. También pensé que me odiaba a pesar de que me llamaba a menudo. A partir de entonces me terminé de hundir. Al cumplir los dieciocho me fui de mi casa definitivamente, en ese momento terminé de arruinar mi vida.
Todos lo observaban boquiabiertos, jamás pensaron que «El llanero solitario» pudiera haber vivido semejante historia. Siempre creyeron que era el típico niñato que probó lo que no debía y se enganchó sin más.
—Durante un tiempo, viví bien a mi modo de parecer, después de haberle robado nuevamente a mi madre y a mis hermanos. El dinero se acababa, entonces empecé a robar en la calle. Una vez intenté robar a una de las personas que me conocían desde niño, y ella me sacó del calabozo e intentó que yo me desenganchara de las drogas. Yo fingí que todo me iba bien, pero a menudo me escapaba para robar y drogarme. La última vez, herí a dos personas, en ese momento, desperté. Vi en el monstruo que me había convertido y todo lo que perdí por el camino. Estuve en la cárcel un tiempo. Después por mediación de personas que se preocuparon por mí, a la vez que cumplía condena estaba en tratamiento de desintoxicación. Hace un par de años me dieron la condicional, me faltan pocas semanas para cumplir con mi condena y volver a ser un hombre libre. Esta es mi historia y aunque me ha costado mucho tiempo poder compartirla con otras personas, por fin lo he hecho. Si no llega a ser porque alguien regresó a mi vida de manera inesperada y me cambió el chip, yo seguiría sentado ahí lleno de culpas y amargura. Aún me queda camino por recorrer pero ya me queda menos para llegar a mi meta.
Cuando terminó de hablar, Mateo empezó a aplaudir y tras él todos los demás, no lo juzgaron, al contrario, admiraban su valor y su fuerza de voluntad. La buscaba a ella con la mirada, pero para su sorpresa, su amiga no estaba allí.
Salió de aquella sala, quería que tuviera su momento de gloria, no podía creer lo que Dan acababa de hacer. Siempre le dio pánico hablar en público. Se sentía bien porque su amigo compartió un momento así con ella, eso y lo que Mateo le había contado le hacía sentirse bien, y la verdad que le gustaba esa sensación. Ya casi se había olvidado lo mal que había estado en aquellos días por lo de Mark y sus recuerdos desagradables. Entonces decidió que eso se acabó, Nerea había vuelto y esperaba que para siempre. Sumida en sus pensamientos, no notó la presencia de Mateo.