—La pregunta no es que hago yo aquí, sino ¿Qué hace él aquí en tu casa?—Álex estaba fuera de sí.
—Él vive conmigo. Bueno la verdad es que yo vivo con él. Lleva dos años viviendo aquí y yo prácticamente me he acoplado sin consultarle—se sentó por dos razones, la primera porque le dolía horrores el pie y la segunda porque si no lo hacía se caería al suelo ante semejante situación.
—¡¿Cómo?! ¿A qué esperabas para decírmelo? ¿Alguien más lo sabe?
—La verdad es que esta noche te lo iba a decir. Por eso quería cenar con vosotros pero tú te me has adelantado—cogió aire, lo iba a necesitar—Yo fui la última en enterarme hasta que te has enterado tú.
—Entonces tu madre tiene mucho que ver, la conozco lo suficiente como para saber que esto es obra suya ¡Me va a oír en cuanto la vea!—miró al joven que lo observaba con cara de circunstancia y de nuevo a su hija—¿Desde cuándo te has convertido en una mentirosa?
—Yo no te he mentido papá. Cómo mucho te he ocultado información. No te mentí cuando me preguntaste si me veía con él ¿O sí?—Álex negó con la cabeza—No te lo quería contar porque sabía que iba a pasar esto.
—¿Y cómo quieres que me ponga? Eres amiga de este… este drogadicto y por si eso era poco vives con él desde hace semanas. Sinceramente te creía más inteligente.
—¡No te consiento que insultes a nadie en mi casa papá! Y mucho menos cuando hablas sin saber, claro está porque nunca nos has querido escuchar. Somos amigos desde que tenemos uso de razón, que Dan cometiera errores no significa que tengamos que condenarle. Ya no es lo que fue, yo misma lo he visto con mis propios ojos. Aunque hayamos estado separados durante años, nuestra amistad sigue intacta. Ha conseguido reconstruir su vida, y por supuesto tú no tienes ni idea porque nunca me has dejado explicártelo, papá ¡Tienes que olvidar! Tú mejor que nadie sabes que existen las segundas oportunidades, y él se la ha ganado a pulso. Intenta entendernos a todos, a mamá, al tío y a mi prima. Ellos principalmente han conseguido que él sea el hombre que tienes ante ti ¿Y sabes qué? Estoy muy orgullosa de él. Lo admiro y por supuesto, lo quiero muchísimo y si no eres capaz de comprender eso, es que igual el que es poco inteligente, eres tú.
Aquello en verdad parecía la tercera guerra mundial, Dan los miraba a ambos. Parecían dos titanes y sabía que nunca se pondrían de acuerdo, eran demasiado similares para ello. Sintió que tenía que intervenir, sus palabras le hicieron sentir bien, pero no podía permitir que siguiera aquella guerra con su padre.
—Quiero decir algo—los dos se volvieron hacia el joven que no se había pronunciado hasta entonces—Los dos tenéis razón. En primer lugar yo sé que no debería estar aquí Álex, de eso soy muy consciente. También sé que cometí muchísimos errores y perdí lo más preciado que tenía, eso lo cargaré conmigo siempre. Pero como ella dice, he cambiado ya no soy ese monstruo y creo que me merezco una segunda oportunidad. Conozco muy bien mi propia historia, por lo tanto, soy el único que puedo juzgarme, criticarme y aplaudirme cuando yo quiera. Tal vez de lo único que no soy merecedor es del gran apoyo que está siendo tu hija para mí después de mi manera de tratarla en el pasado. Nerea no sabía que yo estaba aquí, ni yo sabía que iba a venir, ni mucho menos que era su casa. Ya sé que me tendré que ir de aquí ahora mismo pero lo que no puedes pretender es que hagamos como que no nos conocemos. Es imposible.
—No te vas a ir—le respondió y después volvió a mirar a su padre—Lo siento papá pero es mi decisión.
—Cariño escúchame, eres mi hija y no quiero que personas como él estén tan cerca de ti. Por mucho que digáis, mi opinión va a seguir siendo la misma. No te quiero cerca de él, pero te conozco y cuanto más me empeñe en ello, peor lo vas a hacer. Confío en tu criterio, ojalá no te equivoques—sin despedirse de ella abrió la puerta dispuesto a marcharse. Nerea salió tras él a la pata coja.
—¡Papá, no te vayas así! ¡Espera!
Sus gritos resonaban por todo el edificio, pero Álex siguió su camino haciendo oídos sordos a su hija. Nerea se dio por vencida y de nuevo entró en su casa.
—Hay días en que es mejor no levantarse—susurró mientras se sentaba en el sofá.
—¿Qué te ha pasado ahí?—preguntó señalando a su pie hinchadísimo.
—¿Te cuento la verdad o lo que se supone que me ha pasado? Esto es una pequeña consecuencia de mis locuras nocturnas. He intentado aguantarme el dolor pero ya es insoportable. ¿Puedes llamar a tu hermana? Mi médico de confianza está enfurruñado conmigo y dudo que en unos días tenga noticias de él.
—Lo siento. Desde que he aparecido en tu vida de nuevo sólo te he causado problemas. Enseguida la llamo.
—Tranquilo, no es tu culpa. Se le va a pasar, lo conozco. Está preocupado por lo que él cree que pasa pero cuando vea que está equivocado se solucionará el problema. Hay algo más que tengo que decirte.
—¿Qué pasa ahora?
—Me han despedido. Bueno más bien Patricia me ha echado, y lo peor del asunto es que no sé que he hecho mal. Dice que no necesita un asistente, pero de ayer a hoy ha cambiado conmigo radicalmente.
—No puede ser ¡Está loca! No pensé que llegara tan lejos. No me lo tomes a mal pero esta vez creo que si es mi culpa.
—¿Y tú que tienes que ver con que a Patri se le hayan cruzado los cables? Seguramente habré metido la pata en algo, pero no sé ahora mismo no caigo.