Un nuevo día amaneció, la verdad es que no tenía ni la más mínima gana de levantarse de la cama. Lo intentó pero cuando lo hizo, todo empezó a darle vueltas, tuvo que volver a tumbarse. Un dolor punzante le atravesaba la nuca, era un dolor tan fino y penetrante que le molestaba hasta la poca luz que entraba por la ventana. Decidió quedarse un poco más a ver si se le pasaba.
Horas después, el dolor seguía ahí y el mareo había cesado un poco, así que se levantó y se fue directa al sofá.
—¿Te pasa algo? No tienes buena cara.
—No, sólo es un dolor de cabeza. Nada grave, llevo años padeciéndolos y cuando me dan me dejan hecha polvo, se me pasará.
—¿Te duele la cabeza desde ayer? No es por nada pero creo que deberías ir a que te viera un médico—se sentó a su lado al notar que se dejaba caer contra el respaldo del sofá.
—Sí, será por el cambio de tiempo, o algo así…—cerró los ojos y se puso muy pálida, si no llega a ser porque estaba sentada se hubiera caído. Eso no era muy normal.
—Será mejor que te tumbes y no te muevas—aunque ella no le dijo nada se dio cuenta que estaba peor de lo que le había dicho—Tengo que ir a un sitio, te prometo que no tardo—le pasó el teléfono—Toma si te pones peor, llámame ¿De acuerdo?—ella asintió pero no habló ni siquiera podía abrir los ojos.
No le gustaba dejarla sola en ese estado pero necesitaba ayuda y sabía perfectamente a quién debía acudir a pesar de que no sería un plato de buen gusto.
Mientras Nerea pensaba en cómo podía volver a la normalidad, llamaron a la puerta, como pudo se levantó y agarrándose de donde podía llegó hasta ella.
—¿Qué haces tú aquí?—su voz era débil y parecía que el mareo se hizo fuerte en ese momento.
—Vengo a hablar contigo de… ¿Estás enferma? Debería volver en otro momento.
—No lo sé Patri…yo…—en ese momento se desplomó ante Patricia, estaba muy pálida y la muchacha se asustó mucho.
—¡Nerea, despierta! ¿Qué te pasa?—la llevó hasta el sofá, pero la chica no reaccionaba.
Mientras tanto Dan llegó a su destino, el hospital donde trabaja Álex. Aquella iba a ser una dura batalla que librar. Tardó en encontrarlo pero cuando lo hizo, a Álex no le interesaba hablar con él.
—Tengo que hablar contigo, es algo que nos interesa mucho a los dos. Por favor escúchame—lo persiguió hasta llegar a su despacho.
—Tú y yo no tenemos nada en común, yo no quiero hablar contigo de nada, te lo advierto, vete de aquí por las buenas—le cerró la puerta en las narices, pero a Dan le dio igual y entró.
—Álex, si no fuera importante sabes que jamás te molestaría. Sé que no soy santo de tu devoción pero no vengo a hablar de mí ni de ti, se trata de tu hija.
—¿Qué le has hecho ahora?—se levantó de la silla enfurecido.
—Yo no le he hecho nada. Lo que te quiero decir es que le pasa algo y me lo niega, sé que lleva días que no se encuentra bien de salud, pero hoy estaba especialmente mal. Según ella son solo dolores de cabeza, pero creo que eso no es todo, vengo a decírtelo porque necesito que me digas que puedo hacer. Ya sabes como es y…—su móvil empezó a sonar—¿Qué quieres Patricia?
—Estoy en tu casa y…—la chica se notaba bastante nerviosa y alterada.
—¿Qué ha pasado? Dímelo ¿Ella está bien?—puso el manos libres para que Álex escuchara.
—No. Yo venía a hablar con ella y de repente a los pocos segundos de abrirme la puerta se desmayó y no se despierta. No sabía a quién más avisar, por eso te he llamado.
—Yo soy su padre—Álex le arrebató el teléfono—Tráela inmediatamente al hospital y…
—No creo que yo pueda sola—susurró Patricia.
—En diez minutos estoy allí—Dan colgó el teléfono y salió de allí como alma que lleva el diablo.
Álex se quedó preocupadísimo. Los fantasmas del pasado aparecieron. Se acordó de su primera esposa y se echó a temblar, no podía verse en otra situación similar ni mucho menos con su hija de por medio. Aunque aún no sabía que le pasaba, no podía pensar que también podría perderla. Enseguida lo predispuso todo para que en cuanto su hija llegara, se le hicieran todas las pruebas habidas y por haber. Hasta ese momento sólo le quedaba esperar y aun no siendo una persona demasiado creyente, se puso a rezar todo lo que sabía.
En ese momento Dan atravesaba la ciudad con su moto. Se saltaba cada semáforo que se encontraba, iba a demasiada velocidad y a punto estuvo de ser arrollado en varias ocasiones, pero no era capaz de pensar en otra cosa que en llegar lo más rápido posible. Al fin llegó de una pieza y subió hasta su casa, encontró a Patricia junto a Nerea que aún seguía sin reaccionar.
—¿Has traído coche?—le preguntó mientras la cogía en brazos.
—Sí está aparcado en la calle de atrás—respondió mientras recogía su bolso.
—Llévanos por favor, no creo que yo tenga mucha paciencia para conducir.
—De acuerdo, vamos no podemos perder más el tiempo.
Patricia conducía demasiado despacio para su gusto, pero tampoco podía ser una kamikaze como él lo había sido, solo empeoraría la situación. Por el camino no dejó de hablarle a Nerea, para ver si reaccionaba, pero nada ella seguía sin sentido. Por fin llegaron al hospital y sin ni siquiera decir nada, volvió a coger a la chica y entraron. Álex cuando vio a su hija sin sentido en brazos de Dan, se le cortó la respiración. Se recordaba a sí mismo con su primera esposa cuando entró por esa puerta, ella estaba muerta. De pronto reaccionó y sabía que su hija no podía correr la misma suerte de su tía. Le indicó al muchacho que la dejara sobre la camilla.