—Claro que puedo acompañarte Patri ¡Me muero por saber cómo está mi sobrinito!—Nerea, le tocó la abultada barriga a su amiga—David tiene que estar contentísimo al saber que su hermanito es un niño.
—Sí, no te puedes imaginar cuanto ¡Está loco por verlo!—sonrió y le enseñó una fotografía—Mira, esta es su primera foto del colegio ¡Qué cara de malo tiene!
—Igualito a su padre, te lo digo yo. Y hablando de Aitor ¿Está contento al saber que viene otro niño?
—¡Por supuesto que sí! Aunque yo sé que le apetecía más una niña. Una niñita que adoraría a su papi, pero bueno, esta vez no va a ser—se sentaron en una cafetería a tomar algo—Para niñita de sus ojos ya tiene a Ruth, aunque no sea su hija, la adora.
—Sí ya me he dado cuenta de eso. ¿Y dónde está el orgulloso papá?
—Tenía cosas que hacer, ya sabes ¡Abogados!—ambas se echaron a reír mientras pedían el desayuno y seguían hablando de niños y papás.
—¿Aitor?—el número no lo conocía pero al final lo cogió.
—Sí, soy yo ¿Quién es usted?—preguntó intrigado.
—¿Tanto he podido cambiar como para que no me reconozcas hermanito?
—¡Dan!—se sentó de lo sorprendido que estaba. Teniendo en cuenta que no sabía nada de él desde el día de su boda. De eso ya hacía cinco años—¿De verdad eres tú?
—Sí por supuesto. Ya sé que me vas a echar la bronca por no haber dado señales de vida en tanto tiempo.
—Me imagino que tuviste tus motivos—ambos guardaron silencio—Y bueno ¿Qué es de tu vida?
—La tía Petra murió hace un par de semanas—le comentó.
—Vaya, no lo sabía, lo siento ¿Y sus hijos?
—Pues John se fue a Alemania y Sharon está en Nueva York. Nadie se hizo cargo de la tía Petra, ella estaba muy enferma y yo hice lo que pude por ayudarla.
—Debió de ser horrible vivir eso. ¿Entonces ya nada te ata allí o sí?—le quería sonsacar sutilmente.
—Pues sí. La tía Petra me dejó todo a mí, su casa, sus propiedades y la empresa. Poco antes de morir cambió su testamento. Decía que sus hijos no se merecían nada por abandonarla. Por eso te llamo, necesito un abogado de confianza para que las hienas no se me tiren al cuello ¿Conoces alguno?
—Capullo—susurró por lo bajini—Te ayudaré, pero a cambio me tienes que hacer un favor—se imaginó que su hermano puso los ojos en blanco como solía hacer cuando sabía que lo que iba a escuchar no le iba a gustar—Tienes que venir a vernos, quiero que vayas a ver mamá y que conozcas a mis hijos, si no, no hay trato.
—¿Tienes hijos?—en ese momento se sintió fatal por no conocer a sus sobrinos—¿Cuántos?
—Dos niños. David tiene dos años y Javier, que le falta poquito para nacer. ¿De verdad no te da vergüenza no conocerlos?—como siempre pinchándole donde sabía que le dolía—Y qué decir de mamá. No hay un sólo día que no te mencione. Creo que nos lo debes.
—Está bien, tú ganas. Pero ahora cambiemos de tema, ¿Qué estás haciendo ahora mismo?
—Pues hablar con el idiota de mi hermanito y poco más ¿Por qué lo preguntas?
—Entonces no creo que te apetezca recoger al idiota de tu hermanito al aeropuerto ¿No?—en ese momento estaba imaginando la cara de tonto de su hermano y se partía de risa—Llevo aquí veinte minutos.
—¡Serás…! Está bien, voy para allá—y colgó rápidamente.
Patricia y Nerea salían de la revisión del médico muy contentas. Ya no quedaba nada para que el pequeño Javier viniera al mundo.
—¡En menos de un mes va a nacer mi bebé!—otra vez estaba con sus habituales llantos. A su amiga le hacía mucha gracia y recordaba cuando a su madre le pasaba lo mismo.
—Sí, te vas a juntar con dos terremotos y ahora me vas a entender lo que pasé con mis hermanos. Suerte que David es más mayor, pero cuando son dos de la misma edad es una locura. Bueno ahora sí me voy a trabajar ¡Espero que no me despidan!
—Vale, no creo que lo hagan—le guiñó un ojo mientras se montaba en su coche, cada día le costaba más pero ella no quería sentirse una inútil.
—Cuando llegues a casa me llamas, ¿Entendido?—le dio dos besos y le tocó de nuevo la barriga—Adiós pitufo.
Años atrás, Nerea pasó de ser la mano derecha de Patricia y un siempre ausente Sergio a convertirse en una de las accionistas del periódico. Ahora los tres eran propietarios a partes iguales y las cosas le iban realmente bien.
—¡Hermanito! Creo que estoy viendo un espejismo—se dieron un abrazo fraternal.
—Que exagerado que eres, te estás haciendo mayor y muy sensiblero. ¿Le has dicho a alguien que estoy aquí?
—Por supuesto que no, será una sorpresa—consultó su reloj—Te llevaré a casa de mamá. Pero antes tengo que recoger a Ruth para dejarla con ella.
—¿Quién es Ruth?—preguntó con curiosidad—¿No tenías dos niños?
—Tranquilo que no es mi hija. Es una niña que cuida mamá cuando su madre no puede hacerlo, todos estamos muy encariñados con esa pequeñaja ¡Te va a encantar!