Todas las estrellas

Capítulo ocho

—Eso sería todo —respondí después de dejar el vestido en la mesa de su despacho. Se levantó caminando hacía el agua, decidí tomar su asiento imitando su postura.

—No.

—Oh si es cierto, lo había olvidado... Ahora que somos amigos —comencé a decir pero me vi interrumpida segundos antes de terminar.

—No somos amigos.

—Si.

—No —contradijo con un brillo de diversión en su mirada.

—Bueno, quisiera saber algo —le hice saber.

—No tengo mucho tiempo, date prisa.

—¿Quién es la persona de los turnos nocturnos? —inquirí. 

—No te incumbe pero todo te importa —rodó los ojos y corrió mi silla para buscar algo entre los cajones del escritorio.

—Bueno, quisiera saber quién es la persona tan misteriosa que se escabulle en la cocina.

—Tiene un contrato, no es como una persona que solo entra a lugares que no debe.

Tenía curiosidad, nadie sabía de quién se trataba y yo quería el puesto. Ya que la relación había mejorado con el jefe entonces intentaba de todas formas descubrir la identidad de la persona misteriosa.

Estaba dispuesta a descubrirlo pero la noche anterior cuando había intentado entrar a la cocina noté que las ventanillas estaban tapadas y las puertas cerradas, ni siquiera podía ver hacía adentro. Me estaba dando por vencida, y Luther era mi última opción, o eso creí. 

Todo lo que tenía a mi alcance no era suficiente y estaba entrando en un estado de desesperación temprana por saberlo. Ideé un plan. 

No esperé mucho tiempo, Brandon me ayudaría con ello y Sarah correría en mi auxilio si algo malo llegase a ocurrir, lo cierto de todo era que en al menos cinco días ya recibiría el sueldo mensual y podría comenzar a retomar mis clases de cocina. 

Estaba más que emocionada por volver a lo que era mi lugar, pero antes debía alimentar mi curiosidad que parecía monstruo. 

—Bien, ¿estás bien? —preguntó Brandon mientras yo daba saltitos en mi lugar como una niña, asentí —, sabes el código, la alerta, tienes el teléfono...

Asentí frenéticamente a todo.

—No es una niña —interrumpió Sarah—, solo entra ahí y si algo ocurre, grita —dijo y seguido, me empujó hasta la puerta. 

La última persona ya había abandonado el lugar, yo entraría y esperaría pacientemente con las manos quietas a la persona misteriosa. O eso esperaba hacer. 

Habían pasado diez minutos y estaba segura que, bajo la oscuridad dentro del pequeño camarín algo de Luther estaba cerca de mí, su perfume era algo inolvidable; demasiado fuerte. 

—¿Belladonna? —escuché y me sacudí solo para no crearme falsos escenarios. Era parte de mi imaginación. No hizo falta seguir sacudiéndome, segundos después volví a escuchar —: Aborta tu infantil misión, hoy no vendrá. 

Luther. 

«Idiota, idiota, idiota» pensé

No respondí, no tenía seguridad alguna de que Sarah o Brandon habían fallado en el secreto, sabía que no dirían ni una palabra. No podía fracasar en todo lo que me proponía, era ilógico.

De igual forma nunca salí del vestuario.

«Si no me muevo no me ven»

Reí de lo estúpida que había sonado, decidí que era a largo plazo se había convertido en una mala idea revisar los memes que enviaba a diario Brandon. 

—Boo —musitó Luther frente a mí cuando abrió la puerta —esto ha sido lo más inmaduro que alguna vez logré presenciar rarita. 

—No es lo que crees, si es que piensas en algo —comencé a decir pero decidí guardar silencio.

Lo esquivé y salí de la cocina encontrándome a Brandon y Sarah en una sesión de besos intensivos en la esquina del pasillo. Camine hasta ellos y los interrumpí, cuando noté que ellos no habían tomado atención a nada maldije.
 

 

***

 

—¿Qué diría yo? Que son unas malas personas —reí mientras tiraba aerosol por los pasillos.

Sarah había tomado la gran decisión de fingir enfermarse, era una situación extraña puesto a que algo les había causado una infección estomacal a ella y Brandon. Si sabias de su historia, si era más irreal que cualquier cosa.

Me había llamado, estaba en las horas de limpieza y aproveche para conectar mis auriculares por un tiempo.

—Dice Brandon que lo siente mucho, la verdad de todo es qu... —No alcancé a escucharla terminar.

Un chico había visto de reojo aparecer hacía solo segundos chocó con mi hombro e hizo que tanto el bote metálico como mi celular salieran disparados de mis manos.

—Lo siento mucho —se disculpó de inmediato recogiendo las cosas del suelo.

—Está bien —respondí aturdida.

Se levantó y disculpándose una vez más lo vi desaparecer por el pasillo.

Tome rápidamente el auricular y lo puse en mi oreja una vez más, cerré los ojos ante el grito que daba Sarah.

—¡¿BELLADONNAAAAA ESTÁS AHÍ?! —Sentí escucharla murmurar lejos del aparato que debían venir pero dudaba mucho que pudiera escuchar lo que yo intentaba decirle.

—¡Sarah, escúchame!

—Oh, me has asustado. Creí que habías caído del piso veinte. 

—Solo tiré mi celular por accidente. 

—Creo que es buena idea que vayamos por un café, el abuelo dijo que no había problema...

—Sarah... debo descansar, mañana comienzo otra vez con mis clases y no puedo exigirme tanto. 

—Entonces me llevaré al abuelo, hablaré más tarde contigo. Te quiero trocito de manteca —ironizó. 

Corté la llamada y seguí en mi trabajo. 

Estaba cansada, agotada y todo lo que seguía a derrotada. Podría haberle dicho a cualquier persona que un camión había pasado cinco veces sobre mí y habría sido creíble, mi cara no dejaba mucho más a la imaginación. Llegué a las puertas del comedor y di por terminado mi trabajo. 

Tomé asiento en la banca que estaba en el recibidor, esperé algunos minutos hasta que sentí mi espalda recompuesta, moriría del dolor si seguía en lo mismo por más tiempo. 




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